Publicidad
Aborto: el desgarrador testimonio de Pilar Gutiérrez, consejera nacional de la DC “La vida es más cruel de lo que muchos en el partido siquiera se imaginan”, afirma

Aborto: el desgarrador testimonio de Pilar Gutiérrez, consejera nacional de la DC

Alejandra Carmona López
Por : Alejandra Carmona López Co-autora del libro “El negocio del agua. Cómo Chile se convirtió en tierra seca”. Docente de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile
Ver Más

Cuando era una niña de diez años tuvo que enfrentarse a un primer dolor: fue abusada por un familiar. Ya adulta, vino un segundo golpe: un embarazo inviable. Su testimonio ha estado presente al interior de la colectividad por el proyecto de aborto y las tres causales. Aunque cree en la dignidad del ser humano desde la concepción, confía en que el mejor camino es legislar sobre el tema: “Por el mismo cristianismo, estamos llamados también a ser compasivos. Y no puede darte lo mismo el destino de una mujer o una niña violada”, dice.


En junio del año pasado, Pilar Gutiérrez, consejera nacional de la Democracia Cristiana, se puso de pie enfrente de sus camaradas y entregó un relato que por momentos se sucedió en hilos de voz.

En un Consejo Nacional, la colectividad discutía su postura frente al proyecto de aborto por tres causales y ella, que hace años no había hablado más que con un terapeuta sobre las cicatrices que la cruzan, lanzó su testimonio: cuando tenía diez años fue abusada por un familiar. Tan grande fue el impacto en su vida, que su mente borró por cuántos años fue sometida a esa tortura. Dos décadas más tarde tendría que vivir otro dolor: un embarazo inviable la hizo cuestionarse sobre la posibilidad de abortar, aunque el Estado no le entregara dicha posibilidad.

Su testimonio caló hondo y es recordado por varios asistentes. Cuando fue su turno de hablar, ya estaba cansada. “Había oído tantas aberraciones, casi cercanas a la defensa de la maternidad de una niña de 12 años que han lanzado parlamentarios de derecha. Y es tan agresivo escuchar ese tipo de cosas cuando nadie sabe lo que vive una niña abusada”, dice hoy, que tiene 35 años y es abogada. Actualmente trabaja como jefa de la División de Administración y Finanzas de la Segpres.

Convencida de que la DC es cristiana pero no confesional, tolera las opiniones diferentes, aunque no logra entender que muchos de los parlamentarios de su partido no se pongan en los zapatos de quienes necesitan al menos tener la opción de elegir.

“Uno de los mayores problemas de la política –dice– es que gobernamos desde una realidad tan distinta a la que vive la gente y tomamos las decisiones desde esa realidad. Desde el Congreso o los Consejos Nacionales, donde sí o sí somos una élite política. No somos la gente común y corriente. A veces también hablando desde lo etéreo que puede resultar la doctrina, porque con esa coraza principista e ideológica haces imposible un diálogo. Algunos piensan, más o menos, que por apoyar las tres causales se van a ir al infierno”.

-¿Y eso pasa más con los hombres en la DC?
-Si tú te fijas, son los parlamentarios hombres los que hacen esas defensas más cerradas al interior del partido y hay gente que no está dispuesta a conversar. Por ejemplo, el diputado Jorge Sabag, desde el día uno no estuvo dispuesto a escuchar argumentos. Siempre dijo que estaba en contra del proyecto. A mí el que más me sorprendió fue el diputado Marcelo Chávez, que en las juventudes era presidente de los chascones… Debe haber tenido una muy buena razón para votar en contra y argumentar como lo hizo; se me hace ajeno su discurso.

-¿Qué esperas que pase en el Senado?
-Espero que no esté tan complejo. Tenemos a grandes parlamentarios, como Carolina Goic o Ignacio Walker, que estoy segura van a ser excelentes representantes de la mujer chilena. Pero también sabemos que otros piensan distinto, como don Andrés (Zaldívar), porque otro tema que tenemos en el partido es un cruce generacional. Este proyecto tiene más adeptos entre los sub-40 que hacia arriba.

-¿Y aún pesa mucho esa generación?
-A veces pesa más de lo que quisiéramos. Entiendo que es por la formación partidaria y porque viven en otras realidades. No me gusta esa desconexión con lo humano, porque no estamos pidiendo sobre una realidad que ocurra en la cordillera en el norte de Chile y que un parlamentario en Magallanes no tenga cómo conocer. Es algo que ocurre en todo el país. Me molesta que las convicciones personales se pongan sobre el bien común, pero entiendo que uno es parte de un colectivo político… es parte de las reglas del juego. Lamentablemente, mi generación está fuera de esas grandes decisiones y lo más probable es que en una próxima elección volvamos a quedar afuera.

-¿Por qué?
-Porque las grandes ligas de la política aún están hechas para los más “grandes” del partido. Yo creo en el límite de las reelecciones. Lamentablemente no todos los parlamentarios lo creen así. Debería haber un equilibrio en los roles. Tú no puedes ser parlamentario el año 90 y el 2016 sentarte con la misma tranquilidad que lo hiciste 30 años atrás. Yo no digo que no tengan nada que aportar, pero hay que pasar la posta porque el partido necesita oxigenación.

[cita tipo=»destaque»]“No me gusta esa desconexión con lo humano, porque no estamos pidiendo sobre una realidad que ocurra en la cordillera en el norte de Chile y que un parlamentario en Magallanes no tenga cómo conocer. Es algo que ocurre en todo el país. Me molesta que las convicciones personales se pongan sobre el bien común, pero entiendo que uno es parte de un colectivo político… es parte de las reglas del juego. Lamentablemente, mi generación está fuera de esas grandes decisiones y lo más probable es que en una próxima elección volvamos a quedar afuera”.[/cita]

Para Pilar es como si existiera una venda permanente sobre algunos ojos: “Los abusos y la violaciones son en su mayoría en el círculo familiar. La mía es una herida abierta y he tenido todas las herramientas del mundo para superar todos los traumas que quisiera. Yo tengo una familia hermosa, pude estudiar, pude romper el círculo familiar y elegí vivir lejos –es de Chillán, aunque está radicada en Santiago–, pero son heridas profundas… Entonces me imagino a las niñas embarazadas de sus abuelos… Obligarlas a ser madres de ese tipo de agresiones es claramente inhumano y no puedo creer que haya personas dispuestas a obligar a niñas a ser madres en esas condiciones –afirma Pilar–. Y a mujeres adultas tampoco. Me molesta cuando de la boca de camaradas nuestros hemos escuchado atisbos de que las mujeres nos podríamos aprovechar de esa causal para inventar violaciones. Es mirarnos en menos. Es violento”.

Manos atadas

Pilar habla no solo por la causal de violación sino también por el caso de inviabilidad fetal que le tocó vivir el año 2011. En febrero de ese año supo que estaba embarazada por primera vez. A los tres meses viajaron a Chillán –donde vive su familia y donde ella se crió para hacerse una translucencia nucal –un examen que se le practica al feto para ver si está sano–. Fue la primera vez que le dijeron que venía con un problema. “Su nuca era como los duraznos que vienen con una línea que los divide en dos. Era un tumor”, cuenta Pilar. Les dijeron que podría ser síndrome de Down o de Edwards.

“Nos vinimos a Santiago y nos hicimos un examen de vellosidades coriales. Ahí supimos que era una niña con síndrome de Turner y le pusimos Josefa Belén. Se trata de un síndrome que les da solo a las mujeres. Si llegan a sobrevivir, pueden crecer hasta 1,30 metros y siempre serán niñas; jamás llegan a desarrollarse, pero es difícil que lleguen a nacer”.

Mientras cuenta esto, Pilar sostiene a su hijo Rafael de tres meses entre sus brazos. También tiene otra hija, Fernanda, de 4. “No es que uno no quiera a sus hijos. La inviabilidad fetal es terriblemente dolorosa para la madre. Si a un niño sano lo ves cada mes en una ecografía, a estos pequeños los ves día por medio, dependiendo de tus posibilidades. Hay un lazo profundo porque sabes que tienes que protegerlos, instintivamente, pero es necesario mirar la realidad y legislar para todos. Para ninguna mujer es una alegría abortar, por eso también creo que debe regularse el proceso, porque finalmente ella toma una decisión sobre un hijo que ama. Decir otra cosa es no entender nada”, asegura.

“Yo, Pilar, con un síndrome de Turner, viviendo en Chillán, con un sueldo básico, no podía haber sabido jamás en las condiciones que estaba mi hija. Y lo más justo es que en ese tipo de casos existan alternativas porque eso cambia la dignidad de la vida. Si entonces, en esa condición, me dicen ‘tienes dos opciones: o abortas a esta niña que lo más probable es que muera o sigues con tu embarazo y nosotros te vamos a apoyar dándote todas las herramientas del sistema de salud –apoyo integral, sicológico, terapia para tu hija cuando nazca–, es muy distinto. Porque no se soluciona con el nacimiento del niño en el caso de las enfermedades genéticas graves. Se muere el hijo, lo tienes 20 minutos en tus brazos y se muere. Y tienes que enterrarlo. ¿Sabes lo que es ese dolor? Hay una cantidad enorme de repercusiones en la vida de una mujer que se enfrenta a esto. La discusión es más profunda. Hoy nadie puede decir que con este proyecto en Chile se obliga a abortar. Sí se les dice hoy a las mujeres del país que le estamos dando estas dos opciones. Te acompañamos, incluso después del nacimiento del niño, si esa es tu opción y, si no, respetamos tu decisión de no querer tenerlo porque entendemos tu dolor y el Estado te cobija porque entiende que no puedes con esa vida y ese miedo”.

Pilar tampoco entiende a los militantes que se conmovieron con este mismo relato en ese Consejo Nacional del año pasado: “Es tener una desconexión absoluta, porque mi caso no es extraordinario. Mi testimonio no es nada comparado con el de mujeres que viven día a día una realidad durísima, que no se pueden hacer el examen para saber qué síndrome tiene su hijo y llegan hasta el final del embarazo sin tener idea. La vida es más cruel de lo que muchos en la DC siquiera se imaginan”.

Josefa murió en el vientre de Pilar cuando tenía 4 meses. Su nuca ya no era un durazno partido en dos. Su cuerpo estaba lleno de tumores. Eran tantos que, para ella –no entendida en temas médicos– eran visibles en una ecografía de rutina.

Cuando le dijeron que la niña había muerto, ella ya lo sabía. La sintió moverse en más de una oportunidad y aunque no tiene ninguna comprobación científica, siempre pensó que no solo ella sufría, sino también Josefa. Antes de que le dijeran que estaba sin vida, Pilar sintió que se movía en su vientre como un pez que da sus últimos aleteos fuera del agua.

Ella, que tiene los recursos; que estudió Derecho y entonces tenía un buen trabajo; que tenía una pareja comprometida, de igual forma no pudo elegir. “Si esos tumores hubiesen seguido multiplicándose, por supuesto que hubiera pensado en la interrupción del embarazo”, sostiene.

No tenía la opción del aborto, pero tampoco apoyo para todo lo que viene después.

El trabajo de parto no resultó cómo esperaba y la anestesiaron. Aunque tuviera 4 meses, ella quería hacerle una despedida a Josefa, enterrarla.

Con los ojos enjugados cuenta esos primeros minutos sin Josefa: “Cuando desperté, pedí verla. Aunque fuera pequeñita quería conocerla, darle un beso. Pero una enfermera me tomó con fuerza en sus brazos y me dijo: ‘Hija, tuvimos que aspirarla’. ¿Alguien que legisla sabrá lo que significa ese dolor? Lo que está en juego es la dignidad de la vida. ¿Es tan difícil verlo?”.

Por Dios

Pilar cree que en su partido no existe desconocimiento respecto a las condiciones que vive una madre con un embarazo inviable, pero sí una “convicción real de que, independiente de la calidad de vida de la madre y del niño, solo Dios puede definir respecto a esa vida”.

-¿Qué te parece que la última palabra la tenga Dios en un Estado laico?
-Me parece que debo respetarlo, por algo estoy en este partido, pero no lo comparto. Creo en la dignidad de la vida del ser humano desde la concepción; no estoy por el aborto libre, pero sí en estos casos dolorosos y excepcionales. Como DC, como partido no confesional, tenemos que ser capaces de empatizar con el pueblo al que queremos gobernar. Estamos llamados a responder por sobre nuestros intereses doctrinarios, a realizar lo que sea necesario, porque nuestro fin último es el bien común. Y el bien común nos hace tener que morigerar de alguna forma nuestra doctrina. Tenemos que ser capaces de empatizar. Me niego a ser un partido que no evolucione y no sea capaz de dar respuestas a la realidad de los chilenos comunes y corrientes. Por el mismo cristianismo, estamos llamados también a ser compasivos. Y no puede darte lo mismo el destino de una mujer o una niña violada.

-¿Existe esa compasión en tu partido?
-En las bases más de lo que tú crees, pero no en las cúpulas… Y no solo en la DC. Los parlamentarios tienen que entender que el trabajo territorial va más allá de aportar con una lavadora para un bingo, porque eso no significa necesariamente que se haya puesto en los zapatos del otro.

Publicidad

Tendencias