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Chile al debe en materia de sustentabilidad

Chile al debe en materia de sustentabilidad

«El neoliberalismo ha sido una corriente bastante reacia a abrirse a esto. Dicen que primero hay que crecer y después, con abundancia, nos abocamos a resolver a estos problemas. Son de la idea de que hay que superar primero la pobreza», sostiene Raúl González, economista de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.


Pese a las voces de alarma la situación en nuestros tiempos está lejos de apaciguarse. Poco o nada hacen los gobiernos en materia de política sustentable. En Chile, por ejemplo, en donde nos regimos por una economía neoliberal el tema, según los expertos, está bastante atrasado y carece de una institucional ambiental. ¿Es viable en Chile este tipo de desarrollo? ¿Los gobiernos potencian medidas para preservar lo que se agota a pasos agigantados? ¿Qué rol juega la sociedad civil?

“La tierra no la heredamos de nuestros padres y abuelos, sino que se la pedimos prestada a nuestros hijos y nietos”, una frase que se convirtió en una especie de slogan a comienzos de los años 80 cuando se comienza hablar de desarrollo sustentable, un concepto que busca conciliar el crecimiento económico de un país con la sustentabilidad ambiental, pero ¿Es viable en Chile este tipo de desarrollo? ¿Los gobiernos potencian medidas para preservar lo que se agota a pasos agigantados? ¿Qué rol juega la sociedad civil?.

Lo anterior tiene sus bases años antes, a comienzo de los 70, cuando mundialmente se comienza hablar, por primera vez, sobre los daños irreparables que causa la acción del hombre a la naturaleza. De la mano del Congreso de Estocolmo en 1972, se comienza a asumir que el planeta está en peligro: se está perdiendo en biodiversidad, se evidencia el calentamiento global, la contaminación, los desechos y un conjunto de temas ambientales. Y gran parte de la responsabilidad de estos problemas recae en la sociedad industrial.

Así es como ya en ese entonces hay voces que plantean un “alto al crecimiento” y postulan que no hay que crecer más en materia económica y en términos demográficos, una postura que para esos tiempo impacta, pero que no tuvo mucha fuerza en la esfera política “para los países capitalistas, occidentales, significaba decirle a los empresarios dejen de invertir, lo cual no harían; en los países socialistas también se produce algo similar; y en los subdesarrollados surge una voz que apela a la pobreza para dejar de frenar el crecimiento y desarrollo económico”, explica Raúl González, economista de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

Sin embargo, con posterioridad surgen partidos verdes y movimientos ambientalistas. “Las alas más radicales comienzan a plantear un cuestionamiento más de fondo a la modernidad: ¿Qué somos como sociedad? La noción de desarrollo sustentable intenta decir miren: sigamos creciendo, pero hagámoslo bien”, sostiene.

Pese a estas voces de alarma la situación en nuestros tiempos está lejos de apaciguarse. Poco o nada hacen los gobiernos en materia de política sustentable. En Chile, por ejemplo, en donde nos regimos por una economía neoliberal el tema, según los expertos, está bastante atrasado y carece de una institucional ambiental.

“La experiencia chilena es relativamente atrasada, en sintonía con lo que sucede en el resto del mundo. El neoliberalismo ha sido una corriente bastante reacia a abrirse a esto. Dicen que primero hay que crecer y después, con abundancia, nos abocamos a resolver a estos problemas. Son de la idea de que hay que superar primero la pobreza”, indica Raúl González.

Para Hugo Fazio, economista del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (Cenda), “el tema medioambiental en Chile está en segundo lugar; nunca ha sido un tema de preocupación. Nuestro sistema económico se basa en el libre movimiento de mercado, entonces la regulación restringe ese libre movimiento y convierte estos los mecanismos de regulación en precarios. El desarrollo toca nuestros recursos existentes, el desarrollo productivo determina la esfera de la necesidad del punto de vista del país, como ocurre con las mineras”.

Por ello considera que “hay que buscar el equilibrio intermedio entre crecimiento con el menor daño ambiental, lo cual se debiera analizar caso a caso, para eso se deben elaborar estudios concretos de impacto que consideren esto. Los dos extremos son malos. Toda cosa que toque el medio ambiente provocará efectos, y es prácticamente imposible no hacerlo. Aquí juega un papel positivo el desarrollo tecnológico que reducen en gran medida el impacto ambiental”.

Por su parte, González explica que “carecemos de una cierta institucional ambiental, carecimos de una política seria ambiental durante mucho tiempo. En los 90 se crean las coremas y la Conama, y si bien el gobierno reconocía los problemas ambientales y sus impactos, eran muy débiles y no logra frenar las termoeléctricas en los 90 y una serie de problemas no fueron regulados: el problema del salmón y la contaminación, siendo en un tiempo los que más crecimos en contaminación per cápita. Hubo indicios que la idea de un crecimiento primario exportador, no podía ser puesta en cuestión por la mirada ambientalista”.

Los avances tampoco han sido mayores con las últimas administraciones “En la Concertación también está la idea que primero está el modelo primario exportador, lo que significa mucho en temas ambientales. Ese es el gran problema de Chile, o sea, un modelo basado en la extracción de recursos naturales, en la renta que uno obtiene por explotarlos, tiene serias consecuencias en el medio ambiente. Uno de los conflictos más grandes que hay en América Latina son los conflictos entre comunidades rurales y las grandes mineras, situación similar a la chilena”, explica.

Del mismo modo, la influencia del empresariado también juega un rol. Si bien en el último tiempo han intentado revertir en algo los impactos que generan sus producciones o intervenciones en el medio ambiente, las medidas no están a la altura del grado del problema.

“Mi impresión es que para que tengan un impacto más radical, debe haber una sociedad en donde otros actores (comunidades, sociedad) tengan un cierto peso sobre el sector y la realidad. Hace falta más incidencia. Ha faltado ser más visionarios respecto al agotamiento de los recursos y degradación del medio ambiente. Cuando se dieron cuenta de que el planeta no era infinito y había que reaccionar ya había fuerzas que estaban andando y que no eran fáciles derribar como: el crecimiento perpetuo, el desarrollismo, y sociedades de la abundancia, es decir, no somos capaces de imaginar que podemos vivir mejor sin el progreso material”, dice González.

Ambos economistas ven con buenos ojos el surgimiento de grupos ambientalistas. Fazio es de la impresión que las diversas iniciativas que han surgido desde la comunidad civil y organizaciones no gubernamentales para preservar y proteger el medio ambiente “es un hecho positivo. En término nacional son pequeños grupos pero que en algunos casos han tomado mucha fuerza y han incidido en las decisiones de casos puntuales como Hidroaysén, en donde han demostrado los impactos al medio ambiente. Pese a ello, el problema que tenemos en Chile, en términos generales, es que el movimiento de masas es muy débil y no tiene incidencias mayores ni en estas materias ni en otras”.

Con el panorama actual han surgido, incluso, grupos y comunidades que se despojan de lo material y hablan de la “simplicidad voluntaria”, que son formas de repensar el modo de vida y dónde se pone el foco, cuestionando el sentido de la modernidad, derribando el “con más recursos vivo mejor”.

Raúl González dice que “son formas de búsqueda de un nuevo modo de vida. Lo que se cuestiona es el sentido de la modernidad, derribando el pensamiento que estar bien significa tener más. Necesitamos imaginar que podemos estar mejor. Yo creo que a diferencia de hace 30 años atrás, hoy se está asentando la noción de desarrollo sustentable, en el sentido de: comportémonos bien de manera que las generaciones que vienen puedan vivir en las mejores condiciones”.

A juicio del economista, especialista en desarrollo urbano y economía social, la mejor forma de enfrentar el tema ecológico es estableciendo “bienes comunes: la atmósfera, el buen aire y el agua son bienes comunes, en donde tenemos que ponernos de acuerdo de cómo disponemos de ellos. No estoy de acuerdo con mega empresas de producción energética, se pudiera pensar en empresas más locales. El tema de las energías renovables que implica también una concepción de desarrollo, se debe pensar en el problema de fondo que es la degradación del planeta, que es impactante: estamos consumiendo un planeta y medio”, concluye.

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