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Contardo sobre Büchi: «Profesa una religión económica que cultiva con lecturas apropiadas para fumigar dudas que cuestionen sus dogmas de libertad y desarrollo» Escritor le da duro al ex ministro de Pinochet por irse de Chile

Contardo sobre Büchi: «Profesa una religión económica que cultiva con lecturas apropiadas para fumigar dudas que cuestionen sus dogmas de libertad y desarrollo»

«Me encandiló la pasión con la que defendió la ideología a la que adhiere, sobreponiéndola a los valores de la democracia o al escrutinio de la prensa por sobre los poderosos, un ejercicio habitual en sociedades que él admira», sostiene el escritor y periodista.


El periodista y escritor Óscar Contardo arremete con todo contra Hernán Büchi y su decisión de irse del país acusando la existencia de «incertidumbre jurídica», afirmando que el ex ministro profesa una religión que cultiva con las lecturas adecuadas para acallar las dudas que puedan cuestionar los dogmas que posee sobre la libertad y desarrollo.

En su columna en La Tercera, Contardo señala que «hubo un tiempo de grandes certezas para quienes estaban en el lugar adecuado. La época dorada de los elegidos. Un tiempo en que el gobierno no corría el riesgo de enfrentar elecciones periódicas, un período en el que fue posible que las autoridades fueran nombradas sin la molestia de una oposición vigilante ni los contratiempos que significaba dar explicaciones sobre las reformas que -según afirmaban los elegidos- serían las adecuadas».

Explica que en esa época las modificaciones institucionales eran las que correspondían, por lo que no era necesario discutir el modo en que se realizaban y sus consecuencias.

«Había toda una burocracia montada para resguardar que lo correcto se ejecutara; era un mecanismo fantástico -un back-office diríamos hoy- que lograba silenciar la disidencia, como si se tratara del clamor diabólico de los herejes y poner en su lugar a quienes difundían ideas contrarias», menciona.

Sobre tal mecanismo, Contardo señala que era «prodigioso» y permitió «que los elegidos hicieran su trabajo de carpintería institucional con eficiencia, sin depender del molesto rumor de quienes pensaban diferente. Era el beneficio de vivir en el lado correcto de la frontera, más acá de la línea que separaba la certeza del infortunio. Si había que cambiar el sistema previsional, se hacía. Si era necesaria una cirugía mayor al sistema de salud, sólo bastaba con escoger el bisturí. Ni siquiera había que perder el tiempo en aplicar anestesia».

«Los altísimos índices de cesantía palidecían frente a la promesa de una prosperidad a corto plazo para el equipo a cargo de la operación. Bastaba con que los elegidos convencieran al general de los beneficios que tendría una educación pública dependiente de los municipios -la mayoría de ellos pobres- y no directamente del Estado, para que la idea se concretara. Hubo despidos, hubo recortes de jubilaciones, no se construyeron ni hospitales ni bibliotecas y los liceos cayeron en un pozo en el que aún permanecen. Se abrió aún más la grieta entre los más afortunados y los miserables, pero eso no era lo importante», añade.

El escritor menciona que tras leer la entrevista a Büchi, «la memoria se me iluminaba en cada frase, en el modo en que describía su incomodidad y comunicaba al país su decisión de marcharse a Suiza.  Me encandiló la pasión con la que defendió la ideología a la que adhiere, sobreponiéndola a los valores de la democracia o al escrutinio de la prensa por sobre los poderosos, un ejercicio habitual en sociedades que él admira».

En ese sentido, sostiene que «el exministro profesa, sin duda, una religión económica prodigiosa que cultiva con las lecturas apropiadas para fumigar cualquier duda que cuestione sus dogmas sobre la libertad y el desarrollo. Una convicción férrea  -“soy políticamente incorrecto”, cuenta orgulloso- que claramente le ha rendido frutos y hoy le permite decirnos adiós, porque está harto de vivir en la incertidumbre. Ya nada es como antes, cuando él fue parte del gobierno y nos dio “a los chilenos”, según sus propias palabras, “oportunidades para que progresáramos”. De su boca parecía brotar la idea de que pasó por nuestras vidas -las de quienes nos quedamos sin más remedio en el país- para dejarnos una enseñanza que no hemos sabido valorar».

Contardo también cuestiona la palabra «certeza» que utilizó el ex ministro de Pinochet, indicando que la adecuada es «conveniencia o interés o, derechamente, el buen provecho que se obtiene cuando los acontecimientos y la historia ponen a alguien inteligente y astuto en el lugar de los privilegiados, el ámbito donde los riesgos no existen, donde las leyes son dispuestas a la medida de quien las dicta y la opinión pública no es otra cosa que una muchedumbre que debe acallarse para poder avanzar en un plan trazado por unos pocos: aquellos que pueden elegir dónde irse al menor atisbo de cuestionamiento y marcharse antes de responder las preguntas que podrían resultarle inconvenientes».

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