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Mi nieta y las matemáticas Opinión

Mi nieta y las matemáticas

Patricia Politzer
Por : Patricia Politzer Periodista y ex Convencional Constituyente.
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Bien sabemos que cuando son pequeñas, las niñas suelen ser más sociables, hablan más y aprenden más rápido. Es decir, sus habilidades son mayores que las de sus hermanitos. Así lo ratifica Comunidad Mujer: la brecha de género favorece a las mujeres en sus primeros años de vida. Pero a poco andar, a medida que se avanza en la socialización, la tortilla se da vuelta y, a partir de la adolescencia, la distancia entre hombres y mujeres se va haciendo insalvable.


Mi nieta de siete años asegura que no le gustan las matemáticas. No logro entender la determinación con que lo afirma. Siempre le gustó aprender y jugar a los números, es un balazo para las tablas y el cálculo mental. Sin embargo, insiste en que las matemáticas no le entusiasman. En su caso, estoy segura que el problema no es su colegio ni su profesora; por eso, su tenacidad para rechazar las matemáticas me desespera. No solo porque a mí me encantan, sino porque ese rechazo a los números puede estar delineando su destino.

Diversos estudios revelan que las niñas frenan tempranamente su aprendizaje en esta área, especialmente en colegios mixtos. No hay evidencia alguna que permita concluir que las niñas son peores para los números que los niños. Por el contrario, más allá del éxito de libros como Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus, los científicos son cada vez más categóricos para asegurar que no hay un cerebro masculino y otro femenino. El “mosaico” de cerebros descubierto por los especialistas no se diferencia por género.

Los últimos resultados Simce, entregados hace unos días, indican que en la prueba de Matemática de 4° Básico las niñas lograron cerrar la brecha con sus compañeros, obteniendo el mismo resultado. Sin duda una buena noticia pero, desgraciadamente, una golondrina no hace verano. Además, aún no se conoce el resultado de las mismas pruebas de 8° Básico y de 2° Medio. Los expertos aconsejan esperar que el dato se mantenga en el tiempo para considerarlo una realidad. Hay demasiada evidencia adversa para comenzar a festejar.

Esta semana, Comunidad Mujer dio a conocer el primer estudio sobre desigualdad de género en el ciclo de vida: “Género, Educación y Trabajo: la brecha persistente”. A través de múltiples variables, el estudio confirma que en materia de desigualdad el drama es aún mayor para las mujeres que para el resto de la sociedad. En Chile, las desigualdades no se estampan solo en la cuna en que se nace, sino que se hacen aún más profundas a partir del color de los primeros trajes que arropan los genitales. Las mujeres son más pobres y más discriminadas.

Bien sabemos que, cuando son pequeñas, las niñas suelen ser más sociables, hablan más y aprenden más rápido. Es decir, sus habilidades son mayores que las de sus hermanitos. Así lo ratifica Comunidad Mujer: la brecha de género favorece a las mujeres en sus primeros años de vida. Pero a poco andar, a medida que se avanza en la socialización, la tortilla se da vuelta y, a partir de la adolescencia, la distancia entre hombres y mujeres se va haciendo insalvable.

[cita tipo=»destaque»] Y no hay razón para diferencia alguna. En la prueba Pisa 2012, las jóvenes de cinco países (Jordania, Qatar, Tailandia, Malasia e Islandia) superaron el puntaje en Matemática de sus compañeros y, en otras 23 naciones, no hubo ninguna diferencia de género. Las mujeres podemos ser tan buenas o mejores que los hombres para las matemáticas.[/cita]

Las cifras son elocuentes. En la última década, el Simce es porfiado: las niñas de 8° Básico y 2° Medio obtienen sistemáticamente entre 7 y 10 puntos menos en Matemática que sus compañeros. En mediciones internacionales, como la prueba Pisa –aquella que rinden los estudiantes a los 15 años en todos los países de la OCDE–, las adolescentes chilenas obtienen 25 puntos menos que los hombres en Matemática. Una cifra dramática, ya que el promedio de la brecha a nivel internacional es de solo 11 puntos. Estamos mal.

Y no hay razón para diferencia alguna. En la prueba Pisa 2012, las jóvenes de cinco países (Jordania, Qatar, Tailandia, Malasia e Islandia) superaron el puntaje en Matemática de sus compañeros y, en otras 23 naciones, no hubo ninguna diferencia de género. Las mujeres podemos ser tan buenas o mejores que los hombres para las matemáticas.

Comunidad Mujer subraya en su estudio que –como en otros ámbitos de desigualdad– las razones son socioculturales. Así, por ejemplo, basta mirar los textos escolares con su implacable repetición del modelo patriarcal: mientras los hombres están siempre vinculados a la aventura, el riesgo y el liderazgo, las mujeres siguen actuando en el campo doméstico, se ocupan del cuidado y la protección del otro, son emocionales y románticas, jamás actúan en el ámbito político ni científico. Más aún, como señalan diversos investigadores, las y los profesores de Matemática –y ciencias en general– tienen expectativas muy distintas respecto a los frutos de sus alumnas y alumnos.

Esta desigualdad, que se manifiesta desde la pubertad, encoge de manera drástica el horizonte de las niñas. Al llegar a la educación superior, la diferencia se hace patente a través de las carreras que ellas y ellos eligen. Los hombres optan por tecnología, ingeniería, ciencias, es decir, las profesiones mejor remuneradas. Esto irá replicando y profundizando la desigualdad de ingresos a lo largo de la vida laboral y, por cierto, la vejez.

El estudio de Comunidad Mujer advierte que a los tres años la brecha de género es un 4,7 por ciento a favor de las mujeres, a los 30 años esa brecha es de un 17 por ciento en contra de ellas y, después de los 60, llega casi al 40 por ciento.

Las matemáticas son fundamentales para desarrollarse en la vida. Las niñas no pueden esperar. En lo personal, seguiré convenciendo a mi nieta de lo maravillosas que son las matemáticas, que sirven para mirar las estrellas, escribir poemas, hacer música, pintar y descubrir el mundo.

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