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El abstencionismo 1925-2016 Opinión

El abstencionismo 1925-2016

Marta Lagos
Por : Marta Lagos Encuestadora, directora de Latinobarómetro y de MORI Chile.
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El abstencionismo está lejos de ser un fenómeno monocausal, es en primer lugar un fenómeno político de larga data, producido por la democracia, no por la dictadura. En segundo lugar es un problema informático, pues más allá de la falla actual de cambio de domicilio, no sabemos si las personas que no votan están registradas en el lugar que quieren, y por eso no votan.


No es efectivo que heredamos el abstencionismo de la dictadura.  Se le pueden cargar  muchas cosas a la dictadura, pero esta no es una de ellas. La dictadura, por el contrario, produce la revolución participatoria del 5 de octubre de 1988, cuando todo el país vota en un plebiscito histórico. No solo se inscriben todos , sino que votan todos.  Eso es lo que heredamos de la dictadura, una brutal demanda de democracia que ejercimos y con la cual derrotamos al dictador en las urnas, cosa que ningún otro pueblo en la Tierra había logrado hacer.

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*Están consideradas las primeras vueltas de presidenciales desde 1990 con el objeto de comparar con la misma vara, ya que no todas las elecciones presidenciales  tuvieron segunda vuelta en ese período.

Antes del golpe militar, Chile venía aumentando su participación electoral, con una sucesión de leyes, dictadas a lo largo de los años 60, que perfeccionaron el sistema político que le dio a la democracia chilena su renombre. Sus elecciones eran impecables, su registro un ejemplo, sus resultados legítimos y reconocidos nacional e internacionalmente. Los chilenos de entonces tenían muchos motivos para ir a votar, el voto contaba, el voto permitía cambiar las cosas.

Con la reforma de 1971, al última antes del golpe, se les da derecho a voto a los analfabetos, con ello alcanza Chile el voto universal (con la excepción de los que vivían en el extranjero). Paradójicamente, Chile había perfeccionado al máximo su democracia al momento del golpe militar.  No fue el desarrollo institucional el que produjo el quiebre de la democracia, sino la incapacidad de la elite de ponerse de acuerdo, una elite que no supo incorporar el aumento de democracia producido por el aumento de participación electoral y la incorporación de todos los chilenos al derecho a voto.

En la última elección parlamentaria la participación electoral en Chile alcanza el 66% de participación. El cálculo está hecho sobre la población electoralmente activa, es decir, en edad de votar, para así poder comparar. La dictadura no quiebra la memoria histórica democrática. La elección de 1989 sorprendió por la increíble continuidad del voto: donde votaba izquierda, se vota izquierda; donde votaba derecha, se vota derecha. Es por ello que se puede decir con toda propiedad que el abstencionismo no es ni remotamente culpa de la dictadura.

El declive de la participación electoral comienza con la elección presidencial de 1993, ya que la revolución participatoria de 1988 y 1989 no era posible de sostener en el tiempo.  Es por ello que al inicio el sistema político no reaccionó ante la disminución. Esta disminución se produjo en dos frentes.

Por una parte, comenzó a votar menor proporción de los ya inscritos y, por otra, dejaron de inscribirse los que iban entrando a la edad de votación. Este fenómeno fue lento y gradual, sin que ninguna elección en particular causara alarma. El padrón electoral se mantuvo prácticamente invariable hasta 2012, habiéndose inscrito en total cerca de 800.000 personas en un período de 22 años. Se habían acumulado para entonces cerca de 5 millones de habitantes que no estaban inscritos en los registros electorales, que ya no eran solo jóvenes de 18 años.

La estabilidad del registro, la escasez de votantes nuevos, produjo mucha estabilidad política, lo que sumado al binominal produjo 20 años de continuidad de una misma coalición en el poder con cuatro gobiernos sucesivos. Los votantes eran prácticamente los mismos y votaban de la misma manera.

El abstencionismo es un fenómeno, por tanto, de larga data, es decir, la suma de aquellos que no votaban aumentaba considerablemente  (los que no votaban estando inscritos y los que no se inscribían). Pero esa suma no era la que contaba para declarar los triunfos y derrotas de los partidos. El abstencionismo fue ignorado durante dos décadas porque no producía impacto político alguno sobre el poder que ostentaban quienes estaban siendo cuestionados: los partidos, el Parlamento, la democracia.

Finalmente, después de dos décadas se reacciona a este, con la ley de voto voluntario de 2012, que resultó un intento fallido de abordar el problema del abstencionismo. Fue precisamente en 2013, en las elecciones presidenciales, cuando se produce la caída más brusca de 17 puntos porcentuales entre dos elecciones presidenciales, alcanzando solo 42% de participación  (comparando las segundas vueltas) y precisamente como respuesta a la ley de voto voluntario que tenía por objeto revertir la baja de participación electoral.

[cita tipo= «destaque»]El abstencionismo es alto, pero no sabemos qué parte de él se debe a la mala instalación del voto voluntario, que no le ha dado a cada votante la oportunidad de elegir donde votar (un derecho adquirido difícil de quitar), ni le  ha entregado mecanismos para ejercer esa voluntariedad. Si los amantes de la libertad total fueran consecuentes y le entregaran al votante efectivamente la libertad de votar como quieren y donde quieren, depurando el padrón con una dirección-un votante, confirmando su existencia, el abstencionismo sería considerablemente más bajo. Pero no se ha hecho.  La base de cálculo no serían 14 millones y los que votarían serían más.[/cita]

Las elecciones municipales de 2012 ya habían anticipado esta caída, obteniendo un 43% de participación. El fracaso de la ley llevó a su redactor, Andrés Tagle, hoy miembro del consejo del Servel, a declarar (en ese entonces) que el problema eran las elecciones municipales que históricamente habían tenido baja participación, que había que esperar las presidenciales.  Una excusa más para no reaccionar frente a lo obvio.  ¿Acaso nadie estaba mirando los números?

Se acababa de producir el transantiago de la política. La reacción del sistema político fue mala a esta abrupta caída. Como consignamos en nuestro libro Los Dos Chiles, dos millones de personas de los viejos inscritos dejaron de votar, y un millón y medio de los que no estaban inscritos y no habían votado nunca, votaron por primera vez en las elecciones presidenciales de 2013. El voto voluntario produjo cambio de comportamiento electoral en 3.5 millones de chilenos, el más fuerte y negativo que ha producido ley alguna en el sistema político chileno desde 1925.

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Paralelamente a la caída en la participación electoral , la democracia chilena se vió afectada en un segundo aspecto, que es la crisis de confianza a partir de 1996, cuando el Parlamento y los partidos sufren una caída de cerca de 20 puntos porcentuales. Ahí empieza la crisis de confianza que tantos se apresuran a declarar que ha comenzado recién con los escándalos de financiamiento de la política en los últimos 2 años. La confianza cae y se mantiene entre el 10% y 20% durante 20 años antes que la elite se dé cuenta de su brutal importancia y comience a reaccionar.

Si la elite hubiera reaccionado de inmediato a la caída en la participación, sin esperar veinte años, quizá se podría haber hecho algo. Un fenómeno de dos décadas no se elimina con unas lindas palabras o en una campaña publicitaria. Too late and too little.

El abstencionismo es culpa de esta democracia semisoberana, como dice Carlos Huneeus, una democracia que ha decepcionado a la gran mayoría de los chilenos, que ha abandonado las urnas mucho antes del primer escándalo de corrupción del financiamiento de la política.

Podemos decir con propiedad que el abstencionismo es producto de la manera en que se ha desarrollado nuestra democracia, y no tiene que ver con la educación cívica inexistente durante la dictadura. Es más bien la democracia la que no reinstaló la educación cívica a la cual se le podría culpar, pero el fenómeno sucedido es mucho más profundo que una hora de clase en el sistema escolar.

La memoria histórica  sobrevivió a la dictadura, pero no ha sido capaz de sobrevivir la democracia que hemos construido.

El sistema político no se modernizó a tiempo, la ley de voto voluntario de 2012 no consideró las complejidades del padrón, agregó a 5 millones de chilenos sin contactarse con ellos, sin corroborar si vivían en Chile o en el extranjero, sin comprobar domicilio de nadie. Fue la primera vez en la historia de Chile que se arma un padrón a espaldas de los votantes.  Todos los otros padrones electorales se construían con el votante mismo. El voto voluntario, por tanto, es bastante de papel. No hay un empoderamiento individual de cada votante, con la confirmación de cada domicilio.

A ello se le agrega la figura del “domicilio electoral” de la ley de 1986 ( dictada por los militares en dictadura), donde el chileno tiene derecho a tener un domicilio electoral que no es donde  se vive. En el padrón de Providencia, por ejemplo, comprobado por la suscrita, solo una de cada diez personas vive en el domicilio que aparece en el padrón. Un derecho adquirido que no se ha tocado y que lleva hoy a este caos de registros en el padrón. Ninguno de esos aspectos fueron considerados ni financiados en la ley de voto voluntario como parte central de la reforma.

Lo normal en muchos otros países es que el Servicio Electoral y el Registro Civil pertenezcan a un mismo grupo de instituciones que tienen bases de datos comunes. El Registro Civil es el Registro Electoral y viceversa, hay una sola dirección que el Estado registra para cada ciudadano. Aquí no, en Chile están las siguientes direcciones que pueden ser todas distintas: Servel, Reg. Civil, SII, Seguro de Cesantía, Pensiones.

En ninguna de esas ocasiones el Estado confirma dirección. ¡Y se extrañan del caos domiciliario? Con razón tienen que hacer una ley para poder parar a la gente en la calle para pedir el carné de identidad y así encontrar a los delincuentes, porque el Estado no tiene idea dónde viven sus ciudadanos.

Pues bien, la ley de voto voluntario, ignoró completamente esa deficiencia del Estado. Es más, las leyes de la Comisión Engel tampoco lo consideraron como un problema y tampoco fue abordado en la  reciente reforma del Servel.

El Servicio Electoral no tiene ni los fondos ni la potestad para arreglar ese problema, que implica una modernización mayor del sistema con que el Estado chileno registra a sus ciudadanos. Lo que hubo fue la contratación de una supuesta auditoria del padrón, a una empresa de auditorías contables,  que de elecciones no sabe nada. Los que hacen las auditorías del padrón son especialistas, en América Latina hay muy buenos equipos que las han hecho en muchos países, no son las empresas auditoras contables. Lo que se hizo aquí en Chile, con esa llamada auditoría, fue un balance, en el fondo se sacaron las frecuencias simples de todas las categorías de votantes que comprende el padrón. Una auditoría de padrón es la comprobación de la existencia de cada votante en su vivienda, comprobar que  el nombre y la dirección registrada sean los que están en el padrón.

Recientemente, México, por ejemplo, mejora su padrón aumentando en varios puntos porcentuales la participación electoral al  auditar propiamente dicho padrón. República Dominicana es otro ejemplo de padrón limpio, congruente con los domicilios reales de los votantes.

La ley de voto voluntario chilena ignora al votante, y produce un padrón sin relación con la realidad, no comprueba domicilio de nadie.

Al contrario de lo que dice su nombre, el voto voluntario no es voluntario, porque cerca de 5 millones de votantes quedaron registrados sin su voluntad. Termina, el votante, votando en el lugar que quiere votar o lo registran en cualquier parte de su trayectoria de vida ( domicilio registrado por el Estado).

¿Cuántas personas dejan de votar porque al inicio lo registraron en un lugar que no quería y no se ha cambiado? ¿Acaso no se hizo la ley para facilitar que la gente no tuviera que hacer ningún trámite para ser votante? Chile no tiene ni siquiera la figura del voto “ausente” que también existe en muchos países. Si uno sabe que no estará en su lugar de votación, puede votar por carta anticipadamente. Eso daría voluntariedad, por ejemplo, y también solucionaría el caos domiciliario, dando tiempo para arreglar el padrón. La ley 2012 no es mala, en ese sentido, es pésima, no considera ninguno de esos aspectos.

El abstencionismo requiere de fuertes inversiones para revertirlo. En primer lugar, la construcción de un ente que registre un solo domicilio, que valga para todos los órganos del Estado que requieren del uso del mismo. A una amiga mía que vive hace 40 años fuera de Chile, la registraron en 2012 en  Panguipulli, donde vive su madre, cuando su dirección debería haber sido el consulado del lugar donde reside en el extranjero. A un hijo mío también lo cambiaron a mi domicilio ahora que vive en el extranjero.  Pareciera que el Registro Civil elige el domicilio antiguo de las madres, cuando no sabe qué hacer.

El abstencionismo está lejos de ser un fenómeno monocausal, es en primer lugar un fenómeno político de larga data, producido por la democracia, no por la dictadura. En segundo lugar es un problema informático, pues  más allá de la falla actual de cambio de domicilio, no sabemos si las personas que no votan están registradas en el lugar que quieren, y por eso no votan. En tercer lugar es un problema económico, los pobres no tienen el mismo derecho a voto, cuando tienen que gastar dinero que no tienen para ir a votar. La mayor parte de los 2 millones que dejaron de votar en 2012 eran votantes de menos recursos. En cuarto lugar es un problema institucional, la institucionalidad electoral es débil, sin los recursos para tener un padrón como corresponde.

A ello se le suma el clima de opinión que incentiva el no voto y una elección con altísimas restricciones para convocar, movilizar a la ciudadanía. Las nuevas leyes de control de las elecciones pueden producir una desmovilización sin precedentes. Está bien combatir la corrupción, pero no al costo de no permitir la competencia electoral. En esta situación los incumbentes ganan, y la renovación de la política se hace el doble de difícil. Para poner el cartel de un candidato en el frontis de mi casa tuve que firmar un papel para registrar en el Servel y no quebrar la nueva ley. Ergo, no hay carteles en las casas. ¿Quién tiene las ganas de cumplir con una burocracia absurda? Las nuevas leyes de competencia electoral solo desincentivan el voto; al diseñarlas, pensaron en el control de la corrupción, pero no en el abstencionismo.

No creamos ni por un momento que este problema de participación electoral lo podemos lavar con liviandad. Nos tomará décadas. El error de haber instalado el voto voluntario, la falta de profesionalismo al construir el nuevo padrón, la ausencia de modernización del sistema de elecciones, el abandono del sistema político que sufrió esta democracia, nos está costando muy caro, porque una democracia real no es barata, no se puede ahorrar en la construcción de la democracia.

El fenómeno de corrupción  en el financiamiento de la política comienza con el caso Penta, después de la elección de 2013 y el impacto de la corrupción en el abstencionismo lo sabremos en esta elección. Ahora se le suma la legitimidad del padrón que ha sido puesto en cuestión por no tener mecanismos diseñados que consideren al votante y su voluntariedad.

Soy opositora acérrima del voto voluntario, creo que Chile no estaba en el momento correcto para instalar un mecanismo como ese, lo que quedó confirmado de inmediato en la primera elección.  Pero una vez instalado, el voto voluntario tiene el puro título de voluntario, de voluntario tiene poco.  Un tercio del padrón está inscrito sin su voluntad, y sin su consentimiento. Eso, de libertad, tiene bastante poco. Es voluntario en el papel.

El abstencionismo es alto, pero no sabemos qué parte de él se debe a la mala instalación del voto voluntario, que no le ha dado a cada votante la oportunidad de elegir donde votar (un derecho adquirido difícil de quitar), ni le ha entregado mecanismos para ejercer esa voluntariedad. Si los amantes de la libertad total fueran consecuentes y le entregaran al votante efectivamente la libertad de votar como quieren y donde quieren, depurando el padrón con una dirección-un votante confirmando su existencia, el abstencionismo sería considerablemente más bajo. Pero no se ha hecho.  La base de cálculo no serían 14 millones y los que votarían serían más.

Así como fuimos capaces de construir un sistema electoral aplaudido, mejorar nuestra democracia y ser reconocidos como tales en los años 60, ahora, este estado deplorable tanto del sistema electoral como de la democracia, lo hemos logrado solitos. Este declive es un potente mensaje de que esta democracia no funciona como esperado. Chile alcanzó un 54% de apoyo a la democracia en Latinobarómetro 2016, con una caída de 11 puntos porcentuales.

Todo nos dice que las municipales 2016 serán las elecciones en las cuales Chile retrocederá en participación electoral a como estábamos en la primera mitad del siglo pasado,  considerando que el mínimo histórico en Chile ha sido de 28% en 1927, un piso que hoy, más de alguien, ha nombrado como posible.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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