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Las dudas oficialistas sobre el conflictivo estilo de Santamaría a la cabeza del Servel Molestia en la Nueva Mayoría y el Ejecutivo por manejo del hombre históricamente vinculado a la DC 

Las dudas oficialistas sobre el conflictivo estilo de Santamaría a la cabeza del Servel

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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No son pocos los que en el Gobierno confiesan –lo que es refrendado en la Nueva Mayoría– que fue Santamaría quien insistió majaderamente en que la única solución para el problema del padrón era que La Moneda se involucrara mediante el impulso de una ley exprés, asegurando en todas las reuniones del sábado y el domingo que no cabía una salida administrativa, como pedían los ministros del comité político.


La gota que rebalsó el vaso. Eso pasó esta semana entre el oficialismo y el presidente del Consejo Directivo del Servicio Electoral, Patricio Santamaría, a quien desde la Nueva Mayoría e incluso La Moneda le cuestionan el papel que ha jugado a la cabeza del Servel, una molestia que es bastante transversal y que se ha acumulado por meses con la seguidilla de episodios que ha protagonizado el abogado y experto electoral, con los que en más de una ocasión se ha transformado en un verdadero factor de tensión política. El error garrafal de no corregir el cambio arbitrario de domicilio electoral a casi medio millón de personas, no solo generó una crisis en las últimas semanas sino que, de paso, agotó la paciencia de las huestes del conglomerado en el Congreso, que resolvieron aplicar los mecanismos institucionales para cobrar las debidas responsabilidades.

No por nada, desde el miércoles 19 de octubre, se sabe que un grupo de diputados de la Nueva Mayoría –entre los que hay DC, PS y PPD– está juntando las 40 firmas que exige la ley, para presentar la próxima semana un requerimiento ante la Corte Suprema contra Santamaría y el resto del consejo directivo del Servel por el caso del padrón.

En el oficialismo explicaron que no se trata de desligar de responsabilidades a los otros actores, como Javiera Blanco –que salió esta semana de su cargo como ministra de Justicia– o el director del Registro Civil, Luis Acevedo, pero sí se considera que durante todo este episodio Santamaría ha jugado sus cartas para quedar libre de polvo y paja, endosando culpas a otras instituciones.

Si bien desde julio se registran informaciones de prensa advirtiendo este problema, los cambios del padrón se tomaron la agenda durante las últimas tres semanas, puntualmente entre el 11 y el 16 de octubre, cuando la crisis escaló públicamente gracias al álgido fuego cruzado que protagonizaron Acevedo y Santamaría.

«Nosotros hacemos el padrón, pero lo hacemos sobre la base de la información que nos entregan varios organismos, entre ellos el Registro Civil (…)  la ley establece claramente que es un cambio voluntario y no automático, mediante una declaración jurada de la cual debe quedar constancia, que es expresamente en trámites de cédula de identidad y pasaporte”, sentenció el presidente del Consejo esos días, junto con desmentir a Acevedo, asegurando públicamente que los afectados no eran 17 mil sino que alcanzaban a 462 mil 673 personas, lo que prendió todas las alarmas políticas.

En La Moneda reconocieron que miran con buenos ojos que los diputados presenten el requerimiento a la Corte Suprema, que “ya es hora” y “está bien” que se ponga un coto al Servicio Electoral, que reiteradamente ha pecado de “soberbia institucional” y que hasta ahora no paga ningún costo por nada.

Es que los inquilinos de Palacio están convencidos de que el Servel se equivocó de cuajo cuando, a finales de agosto, después de publicar el padrón para los comicios municipales de este domingo 23 de octubre, de cumplir con los 10 días de plazo para las reclamaciones y cerrarlo definitivamente el día 24, dejó pasar casi dos meses antes que explotara la bomba. “Después del cierre definitivo, cualquier problema mayor con el padrón, le correspondía al Servel hacer algo, es el único que legalmente podía resolver el tema y no lo hizo”, criticó un alto asesor palaciego.

No solo eso. No son pocos los que en el Gobierno confiesan –lo que es refrendado en la Nueva Mayoría– que fue Santamaría quien insistió majaderamente con que la única solución para el problema del padrón era que La Moneda se involucrara mediante el impulso de una ley exprés, asegurando en todas las reuniones del sábado y el domingo que no cabía una salida administrativa, como pedían los ministros del comité político. Es más, dicen que el Servel se jugó a tal punto por la ley exprés –la que fracasó estrepitosamente en el Congreso, por lo que debió ser retirada el martes–, que incluso pusieron sobre la mesa de Palacio un borrador del texto del proyecto.

La polémica bitácora

Este no es un hecho aislado, sino que hay una polémica bitácora en que en la Nueva Mayoría –y también algunos en Palacio– se las llevan contadas a Santamaría con los episodios conflictivos, tensos o erráticos que ha tenido en solo 12 meses.

En octubre del 2015, el Servel rechazó la inscripción como partido de Revolución Democrática, argumentando que su nombre se oponía «al orden y a la paz social», según se explicitó en un oficio que explicaba la definición de «revolución»  que hace la RAE, «en que la mayoría de sus acepciones implican o dan a entender eventuales acciones contrarias al orden público y la paz social». Obviamente que la decisión desató una ola de reproches, al punto que 15 días después el Servicio Electoral rectificó y emitió la escritura de constitución de RD en que la reconoce como una colectividad política.

Luego, en abril, vino el enfrentamiento público entre el servicio y la Nueva Mayoría, cuando el organismo no aceptó la inscripción de los candidatos oficialistas para las primarias municipales de junio, argumentando que la timonel PS, Isabel Allende, no se encontraba en las dependencias del Servel al momento de expirar el plazo legal de inscripción. La NM presentó un reclamó apelando a un error administrativo del servicio, el que fue rechazado por unanimidad del consejo directivo; el conglomerado insistió y otra vez se lo rechazaron, hasta que apelaron al Tribunal Electoral (Tricel), el que falló a favor de la coalición y permitió la inscripción de las listas.

A principios de julio, el juez Mario Carroza solicitó la detención del ex comandante en Jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre, en el marco de su responsabilidad en el caso Caravana de la Muerte. Dada su condición entonces de consejero del Servel, el oficialismo pidió públicamente que renunciara al organismo e incluso, en La Moneda, el subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy (PS), dijo con todas sus letras que esperaban que “diera un paso al costado”, pero Santamaría no solo convenció al ex militar de que no dimitiera sino que también lo defendió públicamente, asegurando que esa situación “era de carácter personal”, al tiempo que apeló a la presunción de inocencia y fustigó al Gobierno, afirmando que había que preguntarse qué se había hecho para que el consejo del Servel no quedara en esa situación. Finalmente, Cheyre renunció a través de una carta a la Presidenta Michelle Bachelet  el 19 de agosto.

Ese mismo mes, vino el round por el polémico instructivo del Servicio Electoral para los comicios municipales, en el que se prohibía el uso de redes sociales para la campaña. En la misma jornada, desde el Congreso se catalogó de absurda, impropia e ilegal la medida y, otra vez, unas horas más tarde, el Servel rectificó y por medio de un comunicado autorizó el despliegue de propaganda electoral vía Internet y en redes sociales.

Desde su época de estudiante de Derecho en la UC que Santamaría se ha vinculado con el tema electoral, siempre cuenta que estuvo cerca del proceso de gestación de la ley de votaciones y escrutinios de finales de los 80. En la DC reconocen que, independientemente de la tendencia que tenga el presidente del partido, siempre ha sido el encargado de preparar las elecciones, es la cabeza reconocida de la “comunidad electoral” de la falange, que integran Bernardo Navarrete, Milenko Mihovilovic, Miguel Candia y Mauricio Morales, quienes se juntan, hacen reuniones y preparan informes para distintos dirigentes, como el ex timonel Gutenberg Martínez, con quien Santamaría tiene una buena relación, aunque no pertenece a su círculo de confianza.

Algunos lo ubican en sus orígenes políticos con los colorines de Adolfo Zaldívar, el mismo que lo instaló como subsecretario de Gobierno en la administración de Ricardo Lagos y hay quienes recuerdan que él fue muy cercano a Bernardo Leighton, a quien acompañó hasta el final de sus días. Afirman que llegó solo a la DC, que se legitimó por su eficiencia y que se caracteriza por su transversalidad al interior de la falange y que está lejos de ser un sectario.

Cuentan que es tal la preparación que Santamaría hacía de cada elección, que en la falange recuerdan que el año 2009, para las presidenciales en que Eduardo Frei enfrentó a Sebastián Piñera, el abogado reunió a apoderados del partido y a todos los vinculados estrechamente con lo que sería el conteo de votos y los hizo ver la película de HBO “El Recuento”, cuyo argumento aborda la elección presidencial del año 2000 en Estados Unidos que enfrentó a Al Gore y George Bush, que implicó una impugnación de los votos en Florida que llegó hasta la Corte Suprema de dicho país.

Por eso en la DC dicen que hay “sorpresa” por el evidente mal manejo que ha tenido desde el Servel y de los errores que ha cometido, considerando que uno de sus rasgos es “tener memoria de elefante”. No así en otros partidos de la Nueva Mayoría, donde no hablan muy bien de él, lo consideran algo frívolo, pero sobre todo «excesivamente llevado de sus ideas».

Entre quienes conocen a Santamaría por años en la falange, dicen que su problema es que siempre ha sido un “experto electoral” pero que no es político, que no tiene preparación para el manejo de situaciones, que ahí está la raíz de todo, que en su fuero interno aspira a ser un líder político de tomo y lomo, sin embargo, no tiene las herramientas para ello, que sin asistencia ni apoyo carece de capacidad de conducir.

A eso suman dos factores. En la DC afirman que su principal debilidad es que “le encanta figurar y le gustan mucho las cámaras”, lo que, unido a una suerte de “soberbia” que ha desarrollado gracias a la autonomía constitucional que le entrega su posición en el Servel, ha generado su cuestionado manejo de la institución, uno que ha llevado a no pocos en el oficialismo a “extrañar” al mítico director que tuvo el Servel por décadas, Juan Ignacio García, quien fue nombrado por Pinochet.

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