La periodista que acaba de lanzar los testimonios inéditos de cuatro personas que vivieron ocultos entre 1973 y 1992 admite que los protagonistas tienen «una es una desazón muy profunda de vivir en un país que no es ni de cerca el que soñaron»
«Fabiola» la militante del FPMR que participó en el atentado a Pinochet y que pidió resguardar su identidad, Raquel Echiburú, Marta Fritz y Hernán Aguiló son las historias que Sofía Tupper para incluir en su libro «Historias de Clandestinidad» lanzado recientemente por Ediciones B
¿Cómo fue el proceso de hacer el libro? No es fácil que la gente quiera hablar de su experiencia en la clandestinidad.
El proceso se fue dando de manera natural. Cuando agarramos confianza y el trabajo final permitió que ellos se vieran identificados con las historias, porque además en cada historia está la propia voz de los entrevistados, eso sirvió para que naturalmente llegramos a un acuerdo de querer publicar esto y que tuviera un alcance más masivo. Pero por otro lado, no fue fácil encontrar personas que quisieran hablar de la clandestinidad, yo me acerqué a harta gente. De hecho hay una historia completa que no pude publicar porque la persona se arrepintió, una persona del MIR fue complicado encotrar estos testimonios. Ahora, yo tenía fijación con estas cuatro historias en particular. Eran historias que yo de alguna manera conocía, a través de mi entorno las había escuchado. Me acerqué a ellos y tuve la suerte de que algunos ya tenían la necesidad de contar su historia. El caso más dificil fue el de Fabiola. Ella había aparecido un par de veces pero con ella fue más lento porque hay mucho miedo de cosas más concretas como perder el trabajo o que les pase algo a tus hijos.
¿Tienen estas personas una marca de decepción por haber dedicado los mejores años de sus vidas a algo que derechamente fracasó? en el sentido de alcanzar una sociedad distinta, más justa.
La tienen. Sale en los testimonios del libro. Ellos en un minuto se ven con la necesidad de enfrentarse a la dictadura, a los aparatos represivos y de luchar porque estaban en un ambiente macabro, en que sus cercanos estaban desapareciendo y la libertad estaba muy restringida y estas personas deciden poner el pellejo y luchar contra la dictadura de una manera muy concreta. Con o sin armas. Pero la lucha no era solo contra Augusto Pinochet, era contra un sistema que la dictadura logró imponer y asentar. En ese sentido están muy decepcionados, porque se ven en un país, después de haber postergado y sufrido un montón de cosas, donde el sistema está super asentado. Vi dos marcas bien concretas: una es una desazón muy profunda de vivir en un país que no es ni de cerca el que soñaron y por otro lado el miedo. Las heridas siguen muy abiertas. Uno mira los comentarios bajo algunas entrevistas como la de La Segunda, donde dicen ‘a estos terroristas hay que matarlos.'»
¿Crees que hay una nostalgia por la épica de esos días, por tener algo por lo que luchar?
No veo eso. Todas son personas que creen que hay cosas por las que hay que seguir luchando. Hay un neolineralismo brutal donde no todos tenemos igualdad de oportunidades y aunque el contexto no sea el mismo que en la dictadura donde desaparecía gente todos los días.
En los testimonios de tu libro se ve una parte muy machista de la izquierda, que uno tiende a creer que es más progresista y liberal ¿Cómo te enfrentaste a ese hecho?
Hablar de que la izquierda es un poco machista, la derecha también lo es. El machismo está muy asentado en esta sociedad. No por nada tenemos una marcha semanal por «Ni una menos» y esta efervesencia de movimientos feministas que dicen trabajemos por igualdad de derechos. La política no está al margen de ese machismo y nunca lo ha estado. En el caso de Fabiola se ve muy patente porque jamás le hubieran dado instrucción en Cuba o dejado participar en el atentado a Pinochet, si no se hubise rebelado. La izquierda sigue siendo machista, pero es parte de un todo. Me llama la atención que gente que me ha hablado del libro, se refiere a Raquel Echiburú como «la mujer de Nordenfliycht».Siempre se minimiza a las mujeres. El hecho de que el libro incluya tres de cuatro historias de mujeres no es casual.