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Atrás sin golpes: la estratégica “tregua” entre la ministra Narváez y Ana Lya Uriarte Larga pugna de poder entra al congelador de La Moneda

Atrás sin golpes: la estratégica “tregua” entre la ministra Narváez y Ana Lya Uriarte

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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La mala relación de Walker con Uriarte, la amistad estrecha de la ex jefa de la Secom con la hoy ministra vocera, y la historia –nunca aclarada públicamente– sobre la forma poco elegante en que Narváez fue reemplazada en su cargo por Uriarte como jefa de gabinete al volver de su pre y posnatal, han alimentado las pugnas internas y los comidillos palaciegos. Basta remontarse a los meses de abril y mayo, cuando Uriarte se tomó una larga licencia médica, momento en que fue sustituida por Narváez, lo que desató una intensa guerra fría en La Moneda que se vino a descongelar solo ahora.


Ambas son parte de los círculos de confianza de la Presidenta Michelle Bachelet, ambas socialistas de larga data y ambas conviven en La Moneda, pero durante toda esta administración han estado en bandos distintos y han sido parte de una pugna de poder interna y soterrada, que no ha pasado inadvertida para nadie en Palacio y de la cual ha sabido casi todo el oficialismo. Sin embargo, el cambio de roles internos con la llegada de Paula Narváez directo desde el segundo piso, para asumir como ministra vocera hace poco más de un mes, gatilló una estratégica tregua con la otrora todopoderosa jefa de gabinete de la Mandataria, Ana Lya Uriarte. Hay una nueva Pax Romana en Palacio.

La suerte de rebelión de los senadores socialistas la semana pasada, que comenzó con la renuncia de Carlos Montes a la jefatura de la bancada, fue la situación que permitió el debut de este “acuerdo táctico” entre Uriarte y Narváez y que tuvo su pública expresión en la reunión que protagonizaron el lunes en la noche, en la casa de la jefa de gabinete presidencial, con los parlamentarios y la dirigencia socialista en pos de intentar alinear nuevamente a las huestes PS con las directrices de La Moneda.

Un hecho que no pasó inadvertido para nadie, más aún cuando la pugna entre ambas es de larga data en los círculos palaciegos, donde son reconocidos los dos bandos de poder: el conformado por Uriarte y la jefa de prensa de la Mandataria, Haydée Rojas, además del director de políticas públicas de la Presidencia, Pedro Güell; y aquel en el que se encuentran la ex jefa de la Secom, Paula Walker, la directora de Programación, María Eugenia París, y la hoy ministra de la Segegog.

La mala relación de Walker con Uriarte, la amistad estrecha de la ex jefa de la Secom con la hoy ministra vocera, y la historia –nunca aclarada públicamente– sobre la forma poco elegante en que Narváez fue reemplazada en su cargo por Uriarte como jefa de gabinete cuando volvió de su pre y posnatal, han alimentado las pugnas internas y los comidillos palaciegos. Basta remontarse a los meses de abril y mayo, cuando Uriarte se tomó una larga licencia médica, momento en que fue reemplazada por Narváez, lo que desató una intensa guerra fría en La Moneda que se vino a descongelar solo ahora.

“Ambas decidieron hacer las paces para manejar el PS y ordenarlo”, precisaron en el socialismo. Para algunos la decisión fue motivada por la supervivencia política de ambas, porque, tratándose de una administración socialista, con varios militantes como autoridades y asesores de peso en La Moneda, el conflicto podía terminar siendo un búmeran para Narváez y Uriarte si no mostraban capacidad política para tender un puente con el partido de la Presidenta y apagar el incendio.

No hay que olvidar que los dos antecesores de Narváez fueron socialistas –Álvaro Elizalde y Marcelo Díaz– y, si bien sus respectivas gestiones fueron bastante cuestionadas, internamente en el PS y en el propio Gobierno, nunca tuvieron al partido de la Presidenta en rebeldía declarada. A Elizalde siempre se le fustigó por su falta de solvencia política; y a Díaz, a pesar de sus esfuerzos y reconocido despliegue, su pasado parlamentario le jugó en contra porque –confesaron en la bancada– siempre lo vieron como un par y no como un secretario de Estado de tomo y lomo.

[cita tipo= «destaque»]Por el lado de Uriarte, en La Moneda aseguran que la tregua con la ministra tiene su razón de ser en que la jefa de gabinete presidencial ha perdido ciertas cuotas de poder e influencia, se ha llenado de enemigos internos y necesita aliados. No son pocos los que recuerdan que, el día del cambio de gabinete, Uriarte fue una de las últimas en enterarse de la nominación de Narváez como titular para la Segegob, lo que fue visto como una clara debilidad política.[/cita]

Pero había algo más. Ninguno gozaba de línea directa con Bachelet, factor que Narváez tiene a su favor desde el primer minuto de su designación. “La ministra siente y tiene el respaldo de la Presidenta y eso le permite tener un buen margen de acción, está empoderada”, explicó un influyente parlamentario PS.

Por el lado de Uriarte, en La Moneda aseguran que la tregua con la ministra tiene su razón de ser en que la jefa de gabinete presidencial ha perdido ciertas cuotas de poder e influencia, se ha llenado de enemigos internos y necesita aliados. No son pocos los que recuerdan que, el día del cambio de gabinete, Uriarte fue una de las últimas en enterarse de la nominación de Narváez como titular para la Segegob, lo que fue visto como una clara debilidad política, más aún ante todos los que recordaron los ajustes anteriores, especialmente el de mayo de 2015, cuando ella junto con la Mandataria resolvieron a solas la nueva conformación del comité político sin consultar a nadie de la Nueva Mayoría.

A Uriarte nuevamente se le abrió un flanco de conflicto la semana pasada, que alimenta las interpretaciones de su debilidad política: el Caso Caval, el eterno dolor de cabeza de la administración bacheletista.

El viernes 16, la nuera de la Presidenta, Natalia Compagnon, a la salida de una audiencia en Rancagua, sacó a colación públicamente los informes que Uriarte realizó a Caval el año 2012, los mismos que ya habían sido comentados durante abril y mayo de este año cuando el otro socio de la empresa, Mauricio Valero, los puso en tela de juicio. «No son solamente ocho los informes entregados al señor Vial (…) La Fiscalía se ha negado a recibir formalmente y por los conductos regulares otros informes que también fueron parte de todos los entregados a Vial. Dentro de ellos, figura el realizado por Ana Lya Uriarte», aseguró Compagnon frente a las cámaras de televisión y acompañada de su esposo, Sebastián Dávalos.

Una maniobra que puso nerviosos a muchos en La Moneda, porque temen que el asunto de nuevo se instale en los patios de Palacio y golpee a la jefa de gabinete presidencial, considerando que el 6 de enero Compagnon será formalizada por la querella que presentó Gonzalo Vial en su contra. Las declaraciones de la nuera de la Mandataria siempre son vistas como amenazas veladas hacia El Ejecutivo y esta vez no fue la excepción.

Por los motivos que sean, lo concreto es que Uriarte y Narváez se aliaron para aplacar el conflicto con el PS, ambas por separado –aseguraron en el Gobierno– hablaron con la Presidenta y se comprometieron con ella a dar una solución al problema, trabajaron coordinadas, se distribuyeron todas las gestiones políticas, cada una conversó con los actores involucrados para preparar así el terreno de la reunión del lunes en la noche, instancia en que las dos dirigieron la catarsis. “Ambas hicieron el trabajo político que les correspondía”, destacó un parlamentario socialista.

En Palacio recalcaron que, desde que Narváez asumió como ministra, “siempre” habla con Uriarte, que la relación es “cordial y “directa”, que la coordinación no solo se generó para el episodio del PS, pero que, si es efectivo este acuerdo táctico de buena convivencia, no deja de ser relevante, porque con menos pugnas de poder internas se disminuyen los riesgos de cometer errores innecesarios y manejar de mejor manera los conflictos reales. “Se entendió que hay que preocuparse de lo importante, queda solo un año y hay que cerrar bien el gobierno”, precisó un asesor de La Moneda.

Bajo la lupa

Pero también es cierto que un elemento favorable para establecer dicha tregua ha sido el desempeño de Narváez, que ha superado todas las expectativas, tanto a nivel gubernamental como parlamentario, por la solvencia política y estilo que ha mostrado, lo que ha disipado las dudas que se instalaron originalmente en varios sectores oficialistas, por ser una figura más vinculada a la segunda fila de la política que a un liderazgo públicamente reconocido, como eran Elizalde y Díaz.

En el Congreso dicen que en los cerca de 40 días que lleva como ministra ha demostrado que sabe lo que tiene que hacer; que, por sobre su trato amable, lo que más se ha comentado positivamente es que “está en todas las reuniones”, “habla con todos”, que es muy clara y que lo que más ha hecho es llenar un vacío que imperaba en el comité político: abrir canales de comunicación y buscar soluciones.

“Ella hace la pega política”, enfatizaron en la bancada de diputados PS, donde agregaron que se ha ganado el respeto de los parlamentarios. Y en Palacio añadieron que el subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy, la respeta bastante por el manejo político que ha mostrado.

Cercanos a la ministra explicaron que ella está consciente de que se encuentra bajo la lupa política, que sabe que no puede descuidar ninguna de las aristas de su labor y seguir con la doctrina de trabajo que instaló al llegar a la Segegob: realizar una vocería ciudadana, que significa no esquivar los temas, dar respuesta a todos pero sin involucrarse en la reyerta política sino que poniendo el foco siempre en la solución más concreta posible. En términos políticos duros, su prioridad es el diálogo político permanente.

Con las semanas ha ido no solo disipando dudas sino que además despejando ciertos temores que imperaron en La Moneda con su llegada, precisamente por su cercanía con Walker, ya que su nombramiento como ministra fue visto como un contragolpe de la ex jefa de la Secom para recuperar terreno político. Es que ambas son tan amigas, que en el Gobierno se les conoce como “las Paulas” y, por lo mismo, desde el primer momento se habló de la influencia que recuperaba Walker.

Entre los más cercanos a Narváez reconocen que ambas conversan cotidianamente, pero también ponen el acento en que Walker “es una de muchas orejas” de la ministra, no es la única ni tampoco la que tiene la última palabra en la definición de todos los temas, situación que ha sido vista y comprobada por varios inquilinos de La Moneda, lo que ha neutralizado las tensiones internas.

Consultada por El Mostrador, Uriarte no respondió para dar su versión de los hechos.

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