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Víctor Herrero: “Yo siento que ante la duda, Bachelet prefiere optar por el mundo militar” A propósito de la postura de la Mandataria en materia de DD.HH.

Víctor Herrero: “Yo siento que ante la duda, Bachelet prefiere optar por el mundo militar”

El autor de “Agustín Edwards Eastman: una biografía desclasificada del dueño de El Mercurio” se siente con autoridad para decir que lo de Punta Peuco no es más que un “show mediático” que se levantó desde el mundo militar, la derecha y la iglesia. Asimismo, destaca que la Presidenta, pese a su condición de víctima durante la dictadura, “se siente incomodada y tensionada por temas como este, precisamente porque proviene de una familia militar”. Además, el escritor puntualiza que la influencia del cuerpo editorial de El Mercurio –que logró levantar el “tema del perdón” en solo un par de meses– ha sido constante en el tiempo: “Yo levantaba una piedra de la historia de Chile y me aparecía un Agustín Edwards; jugaron un rol importante en todo gran episodio de la política chilena”.


Víctor Herrero, autor de la premiada y extensa biografía del dueño de El Mercurio, Agustín Edwards Eastman, es una de las personas que ha escarbado en la lógica a través de la cual operan los poderosos en Chile.

Atento a la contingencia, asegura que la agresión a Luksic se explica en cuanto él es un símbolo del gran empresariado, aunque le parece raro que no sea Eliodoro Matte, “que viene engañando a los consumidores hace más de una década”, el que reciba “el limón en la cabeza”.

El analista del diario digital de la Universidad de Chile, además, ha investigado acerca de la tensión de Bachelet entre su condición de víctima y la de miembro de la familia militar, área en la que vuelve a reflexionar luego de la “misa del perdón” en Punta Peuco que, junto con calificarla de “show mediático”, la tilda como una operación concreta e influyente que viene de la elite, pero que está “absolutamente desconectada de los intereses de la ciudadanía”.

 

-Haber escrito la biografía de Agustín Edwards te permitió comprender la psicología de una de las familias más influyentes de Chile. ¿Eso te ayuda a comprender el resentimiento hacia otro de los grandes poderosos, como lo es Andrónico Luksic?

-Aquí hay dos cosas. Luksic es un símbolo del empresariado, del gran empresariado, pero si te fijas en los últimos escándalos, de colusión, etc, el que en teoría merecería un limón en la cabeza es Eliodoro Matte, que viene engañando a los consumidores chilenos hace más de una década. Esto es la expresión de un país donde los empresarios, básicamente, han manejado casi todo desde la época de las reformas de Pinochet, en que la relación entre el pueblo, entre los ciudadanos y los empresarios es tan disímil, que la gente siente que diariamente reciben no solamente limones y piedrazos, sino avalanchas de rocas del empresariado. Yo no lo veo tanto a Luksic por Luksic, sino como símbolo, pues refleja una rabia. Obviamente los medios tradicionales se escandalizaron, pero hay que entender que mucha gente se siente profundamente violentada por las prácticas del empresariado, y no tiene ninguna manera de contestar a eso.

-¿Qué te parece el gesto solidario de Camila Vallejo hacia el empresario?

– A ver, en general, en democracia, no es bueno tirarle limones a nada, pero yo siento que en Chile tendemos a exagerar estas cosas. No olvidemos que vivimos en un país donde la imagen es que el gran empresariado sigue mandando, incluso en la política, entonces a mí me parece raro que hasta ahora solo haya habido un limón y no más que eso.

-¿Se ha deteriorado la imagen de los empresarios con el tiempo?

-Hubo otras épocas donde el empresariado y la gente común tenían una relación más equilibrada, por ejemplo, en la época de los gobiernos radicales, cuando el empresario no era necesariamente visto como algo malo. Pero ahora, con estos conglomerados que surgieron sobre todo a partir de la reforma privatizadora y neoliberal de Pinochet, se acumuló un poder que no tenían –los empresarios– desde el siglo 19, y nuevamente se produce esa enorme brecha. No es casualidad que hoy medios de comunicación respetables, como el NYT, estén hablando de un auge o de un volver a redescubrir las teorías de Marx, porque el análisis de Marx también se da en una época que es muy parecida a la de ahora, con empresarios súper poderosos que controlan la política.

-En esa larga entrevista que dio Luksic hace un tiempo, insiste en que, si bien tiene poder, hay ámbitos en los que no tiene influencia.

-Hasta donde yo sé, el grupo Luksic no ha estado tan involucrado en financiamiento irregular de la política. Yo encuentro que los que hacen espectacularmente bien son los Matte, que tienen una ideología ultra conservadora, defendieron a Karadima hasta el final, que nuevamente descubrimos que la CMPC estuvo coludido en otro mercado más, los pañales, pero pasa piola, por debajo del radar. Además, hay que recordar que parte de su familia fueron absolutamente instrumentales en la caída de la Unidad Popular y en fomentar el golpe de Estado, y eso también se olvida. En ese sentido, los Luksic no los quiero meter en el mismo saco, no es que los defienda, el punto es que Andrónico se ha convertido en una figura mediática. Fernández León, financista del Opus Dei, muy poderoso, casi nadie lo conoce, por ejemplo.

– ¿Haces algún paralelismo entre el estilo del clan Luksic y los Edwards?

-A ver, lo que los distinguió de otras grandes fortunas que se amasaron en el siglo 19 y que se convirtieron en la oligarquía del país, es que fueron los primeros en entender que el vínculo entre economía y negocio, o sea generar riqueza, y política, para manejar dichos negocios, son los medios de comunicación. Ese vínculo los Edwards lo entendieron muy bien: el poder de los medios de comunicación. Luksic, que intentó comprar El Mercurio, hizo la misma apuesta que fue equivocada, y además se equivocó de medio de comunicación, porque Canal 13 es algo masivo, es telenovela, reality show, no tiene influencia: es el medio equivocado para lograr eso. Saieh fue más inteligente al comprar Copesa.

Bachelet y los DD.HH.

-Otro tema en el que has incursionado es el desempeño de Bachelet en materia de derechos humanos. ¿Es algo que le sigue incomodando?

-Yo no me puedo meter en su cabeza, pero si uno revisa un poco lo que ha sido su biografía y lo que han sido sus actuaciones, desde que era ministra de defensa, claramente se nota que, pese a ser víctima durante la dictadura, es un tema que le incomoda y que le produce tensiones, precisamente porque proviene de una familia militar: su padre fue un alto general de la FACH; ella hasta el día de hoy habla del tío Fernando, Fernando Matthei, pese a que era el director de la academia cuando mataron a su padre. Yo siento que ante la duda, Bachelet prefiere optar por el mundo militar, pese a que sus discursos y sus programas de gobierno estén llenos de buenas intenciones respecto a derechos humanos.

-Sin embargo hay una larga diferencia entre lo dicho y hecho…

-Claro, si uno revisa su último programa de gobierno, por ejemplo, está que quería ponerle fin a los 50 años de silencio, y no se ha avanzado nada. Hubo un intento del programa de derechos humanos del ministerio del interior de levantar ese secreto, pero todos naufragaron en La Moneda, entonces tenemos como una suerte de doble discurso: ella dice “estoy muy preocupada por el tema de DD.HH.”, pero en la práctica no hay ninguna política concreta que apunta ahí.

-Y Bachelet había prometido evaluar el cierre de Punta Peuco.

-Han pasado 2 años y medio y lo más probable es que se vaya a vaciar porque quizás los suelten a todos por viejos y enfermos.

-¿Perdió Bachelet una oportunidad histórica con este tema?

– La política se mide por decisiones históricas y de largo alcance, y cuando se escriba los libros de historia, y digan qué hicieron los gobiernos democráticos en este tema, dirán que hubo avances, pero Bachelet no va a figurar como alguien que lideró esto. Bachelet no va entrar por la puerta ancha, siendo que ella, como víctima y también por ser parte de la familia militar constitucionalista, pudo haber tenido un liderazgo histórico, la líder moral, para decir “nunca más”.

-¿Quién levantó el tema de Punta Peuco?

– Lo levanto la iglesia y el cuerpo editorial de El Mercurio, es una agenda de derecha, muy concreta, con mucha influencia, y que en el Congreso se lo están comprando, y pareciera que también el Gobierno. En realidad, esto de la misa del perdón no es más que una operación mediática para aliviarle al Congreso la pega de sacar las leyes que permitan que ellos no sigan cumpliendo sus condenas, eso es, es parte de esa operación: liberemos a estos pobres viejos y además pidieron perdón, ¡qué más quieren!, no podemos ser más crueles.

-La misma influencia que tanto te sorprendió cuando escribiste el libro de Edwards.

-Sí, porque ellos, efectivamente, jugaron un rol importante en prácticamente todo gran episodio de la política chilena. Yo levantaba una piedra de la historia y me aparecía un Agustín Edwards…y decía esto es broma, no puede ser, hasta el tema de las 200 millas, ¿quién levantó este tema? Un Edwards, y en ese sentido, es probable que historiadores futuros, cuando miren nuestra historia, levanten una piedra y digan “un Matte, un Luksic”, pero nosotros ya estamos descubriendo eso en nuestra propia época, o sea no necesitamos a los historiadores del futuro, y eso incomoda a la clase empresarial porque ha estado acostumbrada, durante 200 años, a que las cosas sean de cierta manera, y esas reglas cambiaron y todavía no se dan cuenta.

-¿Quieres decir que se está levantando el velo?

-Yo creo la gente común y corriente no necesita leer la editorial de El Mercurio, son bastante sofisticados, saben leer muy bien entre líneas, algo que aprendieron en la dictadura. La mayoría de la gente dice “estos son asesinos, que cumplan sus condenas”. Esto es un tema político inflado por El Mercurio y por sectores de la iglesia, la jerarquía, y lamentablemente pienso que Puga y Montes se han prestado para esto, aunque son autónomos. En definitiva, esto es una pelea de la elite, pero la gente ya se formó su juicio, saben que están presos porque cometieron crímenes y eso basta.

-¿Has pensando en escribir un libro acerca de los Luksic?

-Me lo han planteado, pero yo creo que, la lógica del poder empresarial, de cómo formar fortunas y operar políticamente, es muy  parecida. Esa lógica, con los Edwards, se  me agotó, así que no creo que con los Luksic descubra una lógica muy distinta.

-¿Pero crees que todavía hay muchas sombras en torno a su figura?

Cuando tengamos certezas, tal vez descubramos que el gran financista de Bachelet fue Luksic, estoy especulando, eso puede no ser verdad, pero bueno, quién sabe, quizás nos demos cuenta que el tipo era mucho más poderoso de lo que pensábamos.

-Antes me mencionaste que los Matte pasan más desapercibidos. ¿Tienes en mente otro episodio histórico, además de los recientes?

-Salió un libro, la última de su serie de los cuervos, donde se cuenta cómo en la forestal Mininco, para el golpe de Estado, el ejecutivo, de la papelera, entregaron obreros que después fueron detenidos desaparecidos, y los Matte, siendo dueños de eso, ¡y nadie se escandaliza! Ellos son como estos últimos supervivientes de esta oligarquía burguesa industrial formada en el siglo 19, pero sin duda los Edwards han sido la familia más influyente de la historia de chile, solo viendo los hechos.

-¿Ha disminuido su influencia?

-Sí, claramente es menos, pero fíjate, aunque la gente diga que ya nadie lee El Mercurio, eso no importa, porque lo lee la elite y la elite se deja influenciar por sus editoriales. Dos ejemplos. El tema Punta Peuco, si tú miras para atrás, lo levantaron en un par de meses; y Lagos, la primera vez que se habla es en la editorial de El Mercurio, al principio de marzo de 2015, cuando Bachelet se afecta por Caval, y los rumores de su renuncia, y dicen “Lagos sería un gran hombre…”.

 

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