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La parlamentarización de la elección presidencial Opinión

La parlamentarización de la elección presidencial

Marco Moreno Pérez
Por : Marco Moreno Pérez Decano Facultad de Ciencia Política y Administración Pública, Universidad Central de Chile.
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Los estudios de opinión –especialmente Cadem y Adimark– y los medios, han ido conformando en clave de agenda setting un clima que atisba el triunfo opositor. Ciertamente, la responsabilidad no la tienen ni los instrumentos ni la opinión pública encuestada. Lejos de desconfiar de las encuestas –cuya efectividad está cuando menos en entredicho–, los partidos políticos y sus dirigencias parecen hacerse eco de sus proyecciones, esgrimiéndolas como argumentos centrales para la toma de decisión.


Tal parece que el tema presidencial está perdiendo la centralidad de la conversación política. Lo anterior no quiere decir que no importen o interesen las elecciones. Lo que está ocurriendo es que con más frecuencia, cuando se habla sobre candidaturas presidenciales, rápidamente el foco se desvía hacia la negociación parlamentaria, ya sea en clave de discusión sobre las listas –si una o dos, en el caso de la NM– o de la conformación de los elencos –cuántos cupos para RN, UDI y Evópoli, en el caso de la oposición–. Así, la elección presidencial podría pasar a un plano inferior y la negociación sobre la lista parlamentaria adquirir mayor protagonismo.

¿Por qué la elección presidencial está perdiendo la centralidad de la conversación? Por ahora hay solo conjeturas. Entre estas, parece correr con ventaja la sensación de incertidumbre en relación con el resultado de la elección presidencial. Los estudios de opinión –especialmente Cadem y Adimark– y los medios, han ido conformando en clave de agenda setting un clima que atisba el triunfo opositor. Ciertamente, la responsabilidad no la tienen ni los instrumentos ni la opinión pública encuestada. Lejos de desconfiar de las encuestas –cuya efectividad está cuando menos en entredicho–, los partidos políticos y sus dirigencias parecen hacerse eco de sus proyecciones, esgrimiéndolas como argumentos centrales para la toma de decisión.

La compleja designación del candidato(a) del oficialismo, a siete meses de la elección, está resultando más compleja y conflictiva que lo esperado. Esta dificultad sería otro síntoma de esta energía que se comienza a instalar. Los roces y confrontación a través de los medios escalan, erosionando la affectio societatis de la coalición oficialista. Sabido es que la pérdida del animus societatis importa la posibilidad de disolución de una agrupación o asociación.

Este ha sido reconocido como un activo fundamental de la otrora Concertación y, en menor medida, de la actual Nueva Mayoría. Sin embargo, este capital parece estarse agotando por las dificultades para procesar las diferencias y los intereses de los partidos de la NM, en cuyas decisiones, al interior de la coalición, estaría predominando una lógica de juegos no cooperativos.

Estos elementos son los que estarían en la base de una estrategia de acción política signada por una suerte de profecía autocumplida –que la oposición se haga muy probablemente del gobierno– que circula en La Moneda, el oficialismo y en los circuitos extrainstitucionales del poder. Sería esta expectativa la que estaría llevando a los partidos oficialistas –sin renunciar del todo a la elección presidencial– a priorizar sus intereses parlamentarios, de modo de maximizar su rendimiento y eficacia electoral en el Congreso. Este se convertiría así nuevamente –como entre 2010 y 2013 para los partidos del actual oficialismo– en el refugio para la salida del Gobierno y, sobre todo, en un espacio de sobrevivencia para el largo invierno que se avecina.

Lo anterior es consistente con la idea, en el mundo de la política convencional de partidos, donde cada vez se piensa menos en términos de una oposición duradera y más en una salida temporal del Gobierno. La máxima sería que los partidos, o están en el gobierno o esperando gobernar.

[cita tipo=»destaque»]Estos elementos son los que estarían en la base de una estrategia de acción política signada por una suerte de profecía autocumplida –que la oposición se haga muy probablemente del gobierno– que circula en La Moneda, el oficialismo y en los circuitos extrainstitucionales del poder. Sería esta expectativa la que estaría llevando a los partidos oficialistas –sin renunciar del todo a la elección presidencial– a priorizar sus intereses parlamentarios, de modo de maximizar su rendimiento y eficacia electoral en el Congreso.[/cita]

Mientras los partidos gobiernen o esperen que les toque gobernar, verán en el Parlamento su mejor opción para esperar su turno. Estar en la oposición es hoy una cuestión transitoria, porque la orientación principal de los partidos es el gobierno y especialmente los cargos (office seeking party). El objetivo es alcanzar el poder, más que representar a la gente. No tenerlo desgasta. De ahí que acceder a espacios que les permitan sortear el periodo fuera del Gobierno se convierta en una cuestión clave y fundamental, porque ya lo saben los partidos de lado y lado del espectro político: “Es muy duro pasar el Niágara en bicicleta”.

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