Publicidad
Plurinacionalismo o Barbarie: dos visiones sobre el conflicto étnico-nacional Opinión

Plurinacionalismo o Barbarie: dos visiones sobre el conflicto étnico-nacional

Salvador Millaleo
Por : Salvador Millaleo Profesor Facultad de Derecho U. de Chile Investigador Asociado del Instituto Milenio Viodemos
Ver Más

Pero ¿qué significa el plurinacionalismo? Jurídicamente consiste en rediseñar el Estado, desde la Constitución hacia abajo, para que los pueblos indígenas participen en él como sujetos colectivos, provistos no sólo de derechos culturales, sino también de derechos políticos como la auto-determinación, la autonomía y la representación política especial, y derechos territoriales a las tierras y aguas ancestrales y sobre los recursos naturales. Políticamente, el plurinacionalismo significa que el Estado converse con todos los grupos, sin exclusiones ni vetos, para buscar soluciones conjuntas.


“Hemos fallado como país” y “pido perdón al Pueblo Mapuche”, ha señalado la Presidenta el día viernes. Este reconocimiento llega años después de la petición de perdón edl entonces Intendente Francisco Huenchumilla. Han ocurrido demasiadas cosas entretanto, cosas que delatan a las élites como autores o cómplices de una auténtica barbarie.

Hemos visto cómo se han producido muchos hechos de violencia en el sur de Chile, incluyendo iglesias incendiadas, camiones destruidos, enfrentamientos, jóvenes mapuche muertos a balazos, tratos crueles, torturas policiales a adolescentes, violencia contra niños indígenas, e incluso una mujer mapuche engrillada durante el parto. Una escalada de violencia. La repuesta estatal, además de un reforzamiento del despliegue policial, ha sido la aplicación de la ley antiterrorista.

La aplicación de esa ley no corresponde para un conflicto político como el que tiene el Estado con el Pueblo Mapuche. Como se concluyó en un reciente seminario efectuado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, dicha ley ha resultado en una penalización anticipada y discriminatoria, pues sirve a una persecución penal con medidas de excepción, pero que casi siempre resulta en que los inculpados, después de una larga prisión preventiva, son absueltos. Por otra parte, es claro que los hechos de violencia del sur no corresponden a lo que se entiende internacional y técnicamente como terrorismo, pues falta el elemento organizativo propio de ese fenómeno para ser una amenaza verosímil a la institucionalidad.

La política gubernamental se ha reducido a llevar adelante los proyectos de ley de Ministerio Indígena y de Consejos de Pueblos. Hasta ahora, sólo el último superó el primer trámite constitucional. En ámbitos más substantivos no ha existido ninguna modificación en las políticas de tierras, de aguas, en relación a la consulta indígena o a los derechos políticos de los pueblos indígenas.

Mientras, la visión de derecha se refleja con crudeza en las palabras de Ossandón que cree que es una solución meter bala a los Mapuche, y en Piñera que quiere una restauración manu militari del orden, y los empresarios conservadores aspiran a que un gobierno de derecha desahucie el Convenio 169, llevándose consigo los pocos derechos colectivos indígenas que existen en el país.

Todas estas visiones están ancladas en la lógica del castigo y la guerra, o de la claudicación frente a ellas, y dibujan una violencia barbárica, que no dista prácticamente de la violencia que dicen combatir, y que no están destinadas a terminarla, sino que requieren que la violencia continúe, para que así prosigamos sin enfrentar los problemas con una solución política.

La solución política ha emergido como la forma razonable de darle una reorientación hacia el entendimiento de las relaciones de conflicto e incomprensión que estamos viviendo. La solución política recientemente ha ido tomando el nombre de plurinacionalismo.

Pero ¿qué significa el plurinacionalismo? Jurídicamente consiste en rediseñar el Estado, desde la Constitución hacia abajo, para que los pueblos indígenas participen en él como sujetos colectivos, provistos no sólo de derechos culturales, sino también de derechos políticos como la auto-determinación, la autonomía y la representación política especial, y derechos territoriales a las tierras y aguas ancestrales y sobre los recursos naturales. Políticamente, el plurinacionalismo significa que el Estado converse con todos los grupos, sin exclusiones ni vetos, para buscar soluciones conjuntas.

Para que una solución política plurinacional sea viable, debe existir una propuesta específica para que pasemos de las violencias política e institucional a la cooperación y el diálogo. Las experiencias comparadas nos indican que la justicia transicional es una herramienta que, bien pensada, puede sustituir la aplicación del sistema policiaco-criminal, a la vez que revaloriza los derechos humanos de todos, indígenas y no indígenas, permitiendo su reencuentro.

La Presidenta se ha extendido en medidas de fomento, pero no se refirió al contenido del reconocimiento constitucional prometido. La sistematización del proceso constituyente indígena ha indicado la demanda por la redefinición del Estado como plurinacional y por la garantía del derecho a la autodeterminación interna de los pueblos indígenas. El candidato de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, declara precisamente esos contenidos como parte de sus bases programáticas, y en esto coincide con los candidatos del Frente Amplio.

La reparación de la llamada “violencia rural” para personas y empresas es absolutamente unilateral, pues olvida completamente a las víctimas mapuche fatales y a todos los ciudadanos indígenas que han visto vulnerados sus derechos por la violencia institucional. Una solución política pasaría también por el equilibrio en la reparación.

La solución política del plurinacionalismo está ganando adeptos, en la medida que las otras soluciones están fracasando, pero el camino a una democracia plurinacional es largo y es la hora de que lo empecemos a andar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias