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Límites e inconsistencias del “relato” empresarial Opinión

Límites e inconsistencias del “relato” empresarial

Andrés Cabrera
Por : Andrés Cabrera Doctorando en Sociología, Goldsmiths, University of London. Editor Otra Frecuencia Podcast.
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Los Diálogos de El Mostrador con la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) tienen un apreciable valor analítico. La conversación permite conocer los ejes discursivos del “relato” que ha elaborado el gran empresariado dentro de los últimos meses. El nuevo rostro empresarial se presenta en sociedad en las pantallas de El Mostrador. Precisamente, la participación en el programa de las dirigencias empresariales, es un claro ejemplo de la ofensiva que comienzan a asumir las gerencias y gremios en tanto actores sociales que compiten –al igual que otros agentes de la sociedad civil organizada– en la cancha del debate público. En hora buena.


Uno de los factores que genera mayor consenso al interior de la derecha política al momento de explicar la ‘derrota ideológica’ del modelo neoliberal y de su propia coalición, ha sido la “falta de relato”.

Desde una perspectiva hegemónica, “faltó relato” para defender el embase ideológico del consenso neoliberal, resquebrajado por un largo e intermitente ciclo de movilizaciones que ha sido acompañado con demandas que han logrado impugnar el corazón del modelo neoliberal –cuyos ejemplos más emblemáticos han sido ‘No al lucro’ y ‘No + AFP’ en el 2011 y 2016, respectivamente–  y que hoy en día son reproducidas con mayor especificidad programática por los representantes de una nueva coalición política que llega a las primarias legales; dando cuenta que la ‘derrota ideológica’ ha costado cara, tanto para la derecha política en particular, como para los defensores del stato quo en general, debido a la formación de una alternativa política que amenaza con alterar el reparto duopólico del poder.

Desde una perspectiva partidaria, “faltó relato” para poder escapar a la lógica economicista adicta a las cifras en momentos en que la derecha política llegaba al gobierno después de dos décadas transcurrida la dictadura cívico-militar. En la actualidad, la derecha política se encuentra asediada en términos ideológicos. Sus dirigencias no han dejado de ser interpeladas desde el estallido del caso Penta en septiembre del 2014 hasta la actual carrera presidencial de Sebastián Piñera; querellas judiciales mediante. De llegar nuevamente al poder gubernamental, Chile Vamos deberá demostrar que puede revertir el déficit que registró el gobierno Piñera en materia de gobernabilidad, situación expresada en su incapacidad para neutralizar la activación política de los movimientos sociales.

En este contexto, y dejando de lado las posibilidades que abre el futuro cercano en materia electoral, es de suyo pertinente preguntarse: ¿Cómo es que ha procesado esta ‘derrota ideológica’ la derecha empresarial? ¿Cuál es el “relato” que ha logrado montar para sortear la “crisis de confianza” que ha sobrevenido sobre las grandes empresas y los dueños del capital a partir del develamiento de diversos casos de colusión; incluyendo por cierto, la responsabilidad que compete al gran empresariado en el financiamiento ilegal de la política y las prácticas de cohecho?

Por todo este contexto es que los Diálogos de El Mostrador con la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) tienen un apreciable valor analítico. La conversación permite conocer los ejes discursivos del “relato” que ha elaborado el gran empresariado dentro de los últimos meses. El nuevo rostro empresarial se presenta en sociedad en las pantallas de El Mostrador. Precisamente, la participación en el programa de las dirigencias empresariales, es un claro ejemplo de la ofensiva que comienzan a asumir las gerencias y gremios en tanto actores sociales que compiten –al igual que otros agentes de la sociedad civil organizada– en la cancha del debate público. En hora buena.

Así, estos Diálogos permiten apreciar de primera fuente el “relato” de una derecha empresarial que también ha mostrado renovaciones internas y divergencias en medio de procesos eleccionarios no exentos de polémica; tal como ha evidenciado el caso de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), además de conocer sus respectivos diagnósticos sobre la sociedad actual, el modo en que han sorteado la crítica social ante los abusos cometidos por empresas emblemáticas del sector, las “fallas individuales” que es necesario remediar y la visión-misión augurada por la gran empresa para los próximos años, entre varios otros tópicos.

En este sentido, nada más sugerente que el título de la convocatoria: “Las élites en crisis y el rol de la empresa en el siglo XXI”. Bien vale la pena detenerse entonces en los ejes discursivos centrales de la conversación mantenida entre el subdirector de El Mostrador, Iván Weissman, y los presidentes de la CPC, Alfredo Moreno; de la Sofofa, Bernardo Larraín Matte; de la Bolsa de Comercio, Juan Andrés Camus; y de Telefónica, Claudio Muñoz.

La elite en crisis y los límites del horizonte neoliberal

 Uno debiese suponer que la férrea crítica de los sectores empresariales al “grave error de diagnóstico” que habrían tenido algunos sectores influyentes en la política al momento de explicar el malestar que corroe al Chile de la última década, se traduciría en la elaboración de un diagnóstico más contundente en su intento por explicar los síntomas que manifiesta el escenario político-económico del Chile actual.

El diagnóstico empresarial puede resumirse de la siguiente manera: la emergencia del malestar social expresada colectivamente durante la última década por medio de diversos movimientos sociales y políticos, es producto más del éxito que de la catástrofe. La impugnación social es la muestra palpable de que la sociedad meritocrática avanza. La “disrupción social”, demuestra el triunfo de una ciudadanía que se ha vuelto más exigente y consciente de sus libertades y oportunidades. Para los adalides empresariales, la solución a la crisis de expectativas que vive nuestra sociedad, se resuelve con la siguiente fórmula: ¡queremos más y mejor mercado!

Los estudiantes salen a las calles, nuevas generaciones exigen la oportunidad de ingresar a la educación superior tal como ha sido la tendencia hasta ahora y se percatan de que el dinero no les alcanza para pagar. La crisis estalla. Nada dice el señor Alfredo Moreno cuando presenta esta explicación, sobre la reproducción del lucro en el sistema educativo en todos sus niveles, de la enorme masa de familias endeudadas con la banca y de la fulminante devaluación que ha tenido el famoso “cartón” que tanta esperanza infundió a nuestros padres hace menos de una década.

Las comunidades se movilizan y levantan sus demandas socio-ambientales, la institucionalidad estatal no es capaz de procesar estas demandas y la empresa permanece inmóvil sin conseguir la “confianza” de las comunidades que se están viendo afectadas. La crisis estalla. Nada dice el señor Bernardo Larraín Matte cuando presenta esta explicación, sobre la degradación de los espacios socioambientales en las más variadas geografías de nuestra “larga y angosta faja de tierra” –desde Freirina al archipiélago de Chiloé, pasando por el Cajón del Maipo y vastos territorios del Wallmapu– perjudicando la calidad de vida de comunidades enteras; cuando no la salud de sus habitantes y la supervivencia sus los entornos naturales.

Los ejemplos podrían multiplicarse por doquier. Más allá de estos diagnósticos sectoriales, sorprende la capacidad del “relato” empresarial para evadir las fallas estructurales que evidencia nuestro modelo de sociedad. Si se observa con detención, se constatará que la activación política de los nuevos movimientos sociales y políticos surgidos durante el período de la “alta transición”, no son más que una respuesta estructural a las “externalidades negativas” fecundadas por el proceso reproductivo del modelo neoliberal. La metáfora de Marx y Engels lanzada en el texto político más influyente de los últimos siglos, sigue teniendo asidero en nuestros días: el sistema engendra a sus propios sepultureros.

Para el gran empresariado, pareciera ser que todo se tratara de la velocidad alcanzada por los cambios en el mundo; de los dispares ritmos que presenta la intensa vorágine tecnológica en comparación a la lentitud de los cambios culturales; de la variación de los estándares ante nuevas exigencias sociales; de los desafíos que presenta el recambio generacional; de que hoy en día es toda la institucionalidad la que está siendo interpelada; y de que las “malas prácticas” del empresariado son hechos graves y condenables, aunque aislados e individuales. Evidentemente, en todas estas observaciones, el modelo neoliberal queda intacto, “libre de polvo y paja”. Habrá que repetir una vez más con el filósofo y psicoanalista esloveno Slavoj Žižek que “la corrupción no es una desviación contingente del sistema capitalista global, es parte de su funcionamiento básico”.

Ante este escenario, la respuesta del gran empresariado no puede ser otra que las otorgadas por el nuevo espíritu del ‘neoliberalismo cultural’, esto es, un sistema neoliberal mucho más consciente de las nuevas demandas sociales. Necesitamos incorporar más Responsabilidad Social Empresarial (RSE), más transparencia, más ética gremial, más zonas de confort en el mundo del trabajo, más descentralización en la toma de decisiones, más participación en el debate público, más confianza entre los distintos estratos de la empresa, y entre ésta y los usuarios o consumidores. El “relato” del gran empresariado se asemeja a la melodía tocada por los músicos del Titánic.

La crisis de la elite también transmuta en su propia incapacidad para comprender su propia posición dentro de una crisis que es mucho más profunda de la que ella misma avizora. Se podrá hacer un esfuerzo para mejorar las operaciones internas de la empresa y su relación con la comunidad, bienvenido sea, sin embargo, la gravedad de la crisis política y económica que afecta a Chile y el mundo requiere de transformaciones más profundas y radicales de las que las elites nacionales y mundiales están dispuestas a aceptar.

En un contexto como éste, vale la pena que el gran empresariado vuelva a reflexionar sobre la súbita interpelación lanzada por Alexis de Tocqueville a sus correligionarios, hace ya casi 170 años (1848): “Estamos viviendo sobre un volcán… ¿No se dan cuenta que la tierra tiembla de nuevo?”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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