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Gonzalo Cordero: la UDI toma control de la sala de máquinas de Piñera El lobbista suena como jefe de la Secom en un eventual segundo Gobierno de la derecha

Gonzalo Cordero: la UDI toma control de la sala de máquinas de Piñera

Felipe Saleh
Por : Felipe Saleh Periodista El Mostrador
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Proveniente de la clase media, conservador devoto de Jaime Guzmán y de Jovino Novoa, Cordero es de los históricos de la UDI que sabe que viene el recambio y ya eligió su bando. Este asesor de políticos en Latinoamérica tendría –para algunos– la misión de organizar un relato del Gobierno con las redes en los medios y –para otros– poner en marcha la fórmula del gremialismo para mantener bajo control a Piñera.


El hijo de un jubilado de Carabineros y de una dueña de casa, que vive en La Serena, en una casa de menos de 60 metros cuadrados, que asiste a un colegio particular subvencionado y llega a estudiar a la Universidad Católica cuando apenas conoce el Paseo Ahumada, se convierte al cabo de 30 años en uno de los asesores personales más influyentes de la derecha chilena. El ex Presidente y candidato que lidera las encuestas lo llama para encontrar la manera de transmitir su mensaje y volver a ganar. Pero, además, para conseguir que la gente lo quiera y lo respete. Algo similar a lo que consiguió él cuando, sin conexiones de elite, llegó a estudiar Medicina, primero, y después Derecho.

Quitándole las escenas de miseria y desprecio social, la historia de Gonzalo Cordero (54) podría ser la de una novela de ascenso meritocrático de Charles Dickens. Especialmente porque el ascenso fue acompañado por uno de los personajes más conservadores de la derecha local: Jaime Guzmán. El fundador de la UDI –según admiten los cercanos a Cordero– es sin duda su gran mentor intelectual. “Le enseño a pensar”, aseguran. “Para Gonzalo el juicio histórico sobre Jaime Guzmán es muy injusto y todavía no se ha escrito la última palabra. Estima que está a la altura de Portales, de Carrera, de Jorge Alessandri», afirma un cercano.

Entre sus vínculos más estrechos resulta determinante su amistad universitaria con Darío Paya, que venía de San Miguel y era ayudante de Guzmán. Por esa vía, Cordero entró al círculo de estudiantes que iban al departamento del fallecido senador.

Ahora, mientras Paya renunció a la UDI molesto por los nuevos tiempos que corren en el partido, Gonzalo Cordero se adapta a los cambios. Apoyó la opción del diputado Jaime Bellolio, junto a un “renegado” como el ex alcalde Francisco de la Maza, además del senador Iván Moreira. En el caso de Cordero, no se pierde en el hecho de que en política viene el relevo de sus amigos Pablo Longueira y Jovino Novoa. En medio del caso Penta, que calificó como la peor crisis desde la muerte de Guzmán, defendió a Novoa, enfatizando que es “indispendable en el partido” y que no había hecho “nada reprochable”, aun cuando fue condenado.

Un ex colaborador que todavía lo frecuenta, explica que “Gonzalo es del núcleo fundador de la UDI, pero es de los que sabe que estamos en un cambio de época y Bellolio o Ernesto Silva representan ese liderazgo joven, que también está en la izquierda, donde el adversario es sin duda el Frente Amplio, más que lo que queda de la Nueva Mayoría”, afirma.

[cita tipo=»destaque»]Su recorrido como lobbista y gestor de crisis lo convierten en “el Enrique Correa, el Tironi de la derecha”, según quienes conocen la industria, por su habilidad para ofrecer soluciones, mantener la calma y gestar acuerdos. A fines de mayo la Sofofa lo llamó para colaborar en la crisis del “espionaje”, por unos micrófonos ocultos en la oficina de un dirigente.[/cita]

Rápidamente fue detectado como uno de los cuadros más preparados del gremialismo. A comienzos de los 90 fue coordinador legislativo de los diputados y luego asesor desde la Fundación Jaime Guzmán.

Gonzalo Cordero nunca ha sido piñerista y durante la gestación del Gobierno de este y los años que vinieron en La Moneda, nunca fue de los cercanos al ex Presidente. Se mantuvo en Azerta, la agencia de comunicación estratégica y lobby que fundó el 2008 con Cristina Bitar y Felipe Edwards, de la que salió sin posibilidades de volver al vender su parte.

Su recorrido como lobbista y gestor de crisis lo convierten en “el Enrique Correa, el Tironi de la derecha”, según quienes conocen la industria, por su habilidad para ofrecer soluciones, mantener la calma y gestar acuerdos. A fines de mayo la Sofofa lo llamó para colaborar en la crisis del “espionaje”, por unos micrófonos ocultos en la oficina de un dirigente.

Las redes de Cordero son transversales. Entre sus amigos de la otra vereda se cuentan el abogado ex DC Rafael Blanco (hermano de Javiera), Mauricio Zelada, abogado de Aduanas en el primer mandato de Bachelet, y el ex ministro Felipe Bulnes. Esta vez, puso todas sus fichas en Piñera.

Antes lo hizo con Joaquín Lavín, en sus dos intentos presidenciales, especialmente el de 1999, cuando perdió por poco más de 30 mil votos. El 2013 estuvo en la primaria con Allamand, básicamente por su amistad, también desde la universidad, con Marcela Cubillos, la mujer en segundas nupcias del senador. En el camino, Cordero ha asesorado a candidatos en Centroamérica, a Hugo Bánzer en Boliva (ayudó a redactar el discurso con el que el ex militar renunció a su puesto) y a Ricardo López Murphy, uno de los Chicago Boys argentinos, ex ministro de Fernando de la Rúa.

No es broma la que les hace a sus amigos y que contó en una entrevista hace pocos días. “Cuando me muera y el Señor me reciba, le voy a hacer tres preguntas: ¿dónde se come bien aquí, cuál es la mejor librería y cuál es el candidato de derecha?”.

Si antes estaba fuera del círculo piñerista, desde hace meses el ex Presidente lo incorpora en el pequeño grupo de asesores con quienes analiza la contingencia y le dan consejos de campaña como el eslogan “Vienen tiempos mejores”. Ese es el rol de Cordero, afinar el mensaje, la estrategia de Piñera hacia la clase media, “el mensaje de que la derecha puede entregar oportunidades, movilidad social. Ayudar a terminar con la disyuntiva que separa a la izquierda y la derecha, entre crecimiento y redistribución social”, precisa uno de sus cercanos.

Vital en su incorporación sin regreso al comando es la presencia de Andrés Chadwick y el hecho de que, de acuerdo a sus amigos, ya está en una etapa distinta, decidido a aportar al “servicio público”, pero siempre desde un papel muy secundario.

Un diputado de su colectividad admite que “es el único militante, aparte de su primo, a quien Piñera escucha y en el partido para muchos es una forma de controlarlo”, afirma con una cuota de ironía.

En la campaña esperan que sea el consejero con el cable a la clase media. Aunque Cordero sabe que está ahora en la elite, intenta no perder el vínculo con sus raíces. Se junta todavía con sus compañeros del Seminario Conciliar de La Serena y, como les ha dicho a sus alumnos de posgrado en la Universidad Andrés Bello, “he aprendido más de la gente leyendo a Balzac”.

Cordero se quita el estrés leyendo, cuando tiene tiempo completa un libro a la semana, le sirven más que las dos veces a la semana que va al gimnasio. Gran parte de su trabajo conciliando lo realiza en una paleta de restaurantes que va desde la cadena de hamburgueserías Mr. Jack, al restaurante marino Miraolas de Vitacura, el Happening de Apoquindo o cualquier buen local peruano.

Algunos dan por sentado que, en el evento de que Piñera sea electo Presidente, a Cordero le estaría esperando la oficina como jefe de la Secom. Allí su trabajo sería organizar un relato del Gobierno con las redes en los medios.

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