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“Aquí se mató, aquí se torturó”: la ira que obligó a José Antonio Kast a salir corriendo del Estadio Nacional

“Aquí se mató, aquí se torturó”: la ira que obligó a José Antonio Kast a salir corriendo del Estadio Nacional

Fue increpado e incluso intentaron golpearlo. Sin embargo, el diputado y ex candidato presidencial se mantuvo prácticamente impasible durante el intenso conteo de votos que se llevó a cabo en la mesa 1 del Estadio Nacional, donde sus contrincantes lo tildaron de “fascista” y lo persiguieron cuando éste intentó salir corriendo a su auto para abandonar el recinto.


Amor y odio.

Eso provocó José Antonio Kast en la caótica jornada de votación en el Estadio Nacional.

Desde el inicio del conteo de votos, sus detractores se encargaron de gritarle “fascista” y de recordarle los hechos ocurridos en dictadura. “Aquí se mató, aquí se torturó”, dijeron a todo pulmón un puñado de electores, manifestantes y contrincantes del alma del diputado.

Pero la guerra no terminó ahí.

Tímidamente al principio, pero con fuerza después, surgieron las voces que apoyaban a J.A.K: “¡Grande José Antonio! “¡Ídolo!”. Se trataba de las mismas personas que, cuando Piñera arrasaba en las mesas de votación, vociferaban: “Se siente, se siente, Piñera Presidente”.

Al terminar el conteo -y con la clara victoria de Sebastián Piñera- Kast se alejó de Fernando Atria -también apoderado electoral, a quien ni siquiera le dirigió la mirada- y se acercó a la prensa, que estaba apostada en las vallas de contención que el personal del Ejército tuvo que instalar para proteger la integridad física del diputado.

“Ganamos por una alta votación”, dijo, “hasta ahora los pronósticos son muy buenos y me alegro mucho que hayamos ganado”. Pero hasta ahí quedó el discurso: la fuerza de los detractores de J.A.K. lo obligó a escabullirse, mientras el Ejército dibujaba un círculo sobre su figura, impidiendo que alguien pudiera tocarlo.

“No se acerquen, muévanse, ¡muévanse!”, anunciaban los “protectores” del diputado, quien hacía un esfuerzo por hacerse paso hacia el auto que lo esperaba a pocos metros de la mesa de votación.

Cuando por fin logró entrar y cerrar las puertas, los gritos de “fascista” quedaron atrás. Entonces llegaron sus “amantes”, esos que lo apoyaron durante toda la jornada. “José Antonio, abre la ventana”.

Acto seguido, el auto aceleró, golpeando a algunas personas que se encontraban frente al capó, y Kast hizo su última jugada: audazmente abrió la ventana de su auto y agradeció a quienes corrían para tocarlo y darle la mano. “Gracias, muchas gracias”. Y se fue a toda velocidad.

 

 

 

 

 

 

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