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Ernesto Águila: “Está en juego la vigencia del Partido Socialista” PAÍS

Ernesto Águila: “Está en juego la vigencia del Partido Socialista”

El analista político –el «Neto», como lo conoce la militancia del PS– advierte que hay «una ansiedad por encontrar soluciones rápidas para poder volver al poder y, de alguna forma, estar en el poder sería el proyecto, en vez de llegar al poder para cumplir un proyecto». En ese sentido, sentenció que «el lanzamiento de prematuras candidaturas presidenciales es extemporáneo, pero también refleja una pereza política e intelectual de ponerse a entender lo que pasó. Esa reflexión no se hace, reconstituir un diagnóstico de la sociedad chilena actual sobre la identidad del proyecto de la centroizquierda en Chile».


El Estadio El Llano es el lugar clásico donde el PS realiza, durante los últimos años, sus eventos políticos más relevantes y donde –hoy y mañana– se reunirán unos 600 dirigentes de la colectividad para dar inicio a la conferencia programática nacional, el paso previo al Congreso Ideológico de 2019. Una cita relevante, porque tras ella se espera que el socialismo puede dar las primeras señales concretas para salir de su tránsito sin rumbo claro, uno que arrastra desde hace un par de años, pero que se agudizó con la pérdida del poder y su regreso, nuevamente, a la vereda de la oposición.

La discusión no será simple ni fácil, porque es profunda, no pasa por definir aliados ni candidatos, sino por empezar a diseñar el norte programático, el proyecto político y la razón de ser del PS para los próximos años. «Aun cuando las presiones de la elección municipal y la de Cores puedan dar soluciones pragmáticas, esto no es de corto plazo, porque la unidad entre la DC y el PS no da el ancho para conformar una mayoría política en el país. Sigue siendo verdad que hay que unir a las clases medias y populares, al centro con la izquierda, pero quiénes son hoy cada uno de esos, quiénes los representan, es distinto ahora. Hay que definir eso antes de pensar en un nuevo proyecto y una alianza política”, sentenció el analista político Ernesto Águila, el «Neto», como lo conocen en las huestes socialistas.

-Todo indica que la centroizquierda aún no entiende nada de las razones de su derrota en diciembre…
-Existe una ansiedad por encontrar soluciones rápidas para poder volver al poder y, de alguna forma, estar en el poder sería el proyecto, en vez de llegar al poder para cumplir un proyecto. El lanzamiento de prematuras candidaturas presidenciales es extemporáneo, pero también refleja una pereza política e intelectual de ponerse a entender lo que pasó. Esa reflexión no se hace, reconstituir un diagnóstico de la sociedad chilena actual sobre la identidad del proyecto de la centroizquierda en Chile. Muchos no se hicieron ninguna autocrítica de la derrota y, cuando se soslayan esas reflexiones, es muy difícil extraer aprendizajes y tomar las decisiones para el nuevo escenario político.

-Desde que Michelle Bachelet salió de la Moneda ha tenido un intenso despliegue en portadas de medios, creó una fundación para defender su legado, reunió a su ex gabinete, ¿falta autocrítica también de la ex Mandataria?
-Su segundo Gobierno tiene como aspectos meritorios la Ley de Inclusión, la de Universidades Estatales, el aborto en tres causales y una reforma tributaria inclusiva y redistributiva, junto con una actitud de intentar tocar ciertos pilares más estructurales del modelo neoliberal. Pero también el legado es un conjunto de errores de los cuales hay que aprender. Es una derrota la imposibilidad de proyectar en un nuevo liderazgo lo que se intentó hacer. Lo que corresponde es hacer una defensa racional y acotada de lo que fue y poner todo aquello a disposición de una nueva alternativa de futuro para el país. El segundo Gobierno de Bachelet fue mejor que el primero, pero así como la parte dos de El Padrino fue mejor que la primera, no se conoce ninguna saga en que la tercera parte sea buena.

-¿Cree que Bachelet apunta a una tercera vez o es su círculo de confianza el que administra esa expectativa para tener espacio político?
-Sinceramente, no creo que ella esté en una opción de regresar por tercera vez, esas cosas, si alguien las está pensando, son entusiasmos excesivos de entornos que ven su propia proyección a través de mantener viva opciones de este tipo.

[cita tipo=»destaque»]»Esta en juego la vigencia del Partido Socialista. Cada generación socialista tiene que revalidarla y puede haber perfectamente una que no esté a la altura y que signifique que el partido entre en un proceso de declinación histórica estructural e irreversible. Estamos en un 50% de posibilidades de reactivar su vigencia si se hacen las tareas, pero también en un 50% de que no ocurra y eso tiene que ver, además, con la emergencia de nuevos actores. Uno es el Frente Amplio. Algunos de nosotros planteamos hace tres años que veíamos venir un proceso de reconfiguración fuerte en la izquierda y pensábamos que debía vivirse dentro del partido. No se nos dio ni crédito ni legitimidad en ese momento y el fenómeno estalló por fuera. Por su raigambre popular, por su historia, por el significado del allendismo en la cultura de la izquierda chilena, el PS tiene una oportunidad de ponerse en movimiento, aporta una densidad histórica que no observo en el FA. Nada está escrito en piedra, va a depender de esta generación de dirigentes».[/cita]

-Habló de candidaturas prematuras, se ha dicho en la prensa de las intenciones de Álvaro Elizalde y Máximo Pacheco. ¿Qué impacto ha tenido en el PS?
-Son intenciones, globos sonda extemporáneos, no han tenido mayor recepción dentro del PS. Todos se dan cuenta de que no es el momento de los liderazgos presidenciales y que, en realidad, intentar reemplazar el proceso de reconstrucción de identidad y actualización del diagnóstico de la sociedad chilena por unos liderazgos, es algo que no constituye un aporte a la tarea principal de reconstrucción de proyecto socialista.

-El 2017 el PS atravesó una crisis fuerte por problemas en su conducción política, las inversiones en SQM, el caso de las narcorredes en San Ramón, ¿se solucionaron esos temas o el resultado parlamentario los eclipsó y los escondieron debajo de la alfombra?
-El PS sufrió una derrota en la elección pasada, principalmente porque lo que estaba en juego era una presidencial y se perdió. Echo de menos, en este período, una crítica de la dirigencia del PS sobre eso. Ha tratado de dejarlo en la penumbra con el resultado parlamentario del partido, que fue menos malo que los demás, pero el PS perdió nuevamente 100 mil votos y tuvo un desastroso resultado en la Región Metropolitana, por lo que uno esperaría que, en la conferencia programática y en el Congreso que está en marcha, el partido y sus dirigentes realicen una autocrítica. No con fines flagelantes, sino para partir de un diagnóstico real del punto en el que nos encontramos y extraer los aprendizajes que correspondan.

-Entonces no se han hecho cargo de los problemas de fondo…
-Efectivamente. Lo que cabe es hacerse cargo de que el PS enfrenta problemas en su legitimidad social y política, que eso requiere medidas más claras y contundentes. Uno esperaría que esta conferencia programática y el Congreso resolvieran hacer una auditoría completa al padrón del partido, de tal forma de poder decir con claridad a la opinión pública que no existe ninguna persona que no cumpla con los estándares éticos para militar. Eso ayudaría a reconstituir confianzas y cerrar ese capítulo. El padrón abultado de San Ramón, construido clientelarmente y que distorsiona la democracia interna del PS, es un problema. En la conferencia comunal que acaba de ocurrir participaron un poco más de 50 militantes y en las elecciones votan dos mil, ¿dónde están esos otros mil 950 que aparecen cada dos años pero nunca están para discutir sobre el partido?

-Mismos votos que no fueron nada de despreciables en la última elección interna del PS…
-No solamente eso, sino que totalmente decisivos para elegir representantes en la mesa directiva y en el Comité Central del PS. Hay que tomar medidas orgánicas y sincerar el padrón, llevarlo a los términos reales, especialmente en San Ramón. El resto de los militantes no va a seguir aceptando a esa gente acarreada, cada dos años, que distorsionan la democracia interna, va a haber una rebelión contra eso.

Estar a la altura

-¿Cuáles son las tres causas por las cuales el PS perdió esa credibilidad política y social?
-Tuvo que pagar un costo para ayudar a producir la transición y consolidar la democracia en Chile, porque implicó seguir una agenda programática que tenía como eje consolidar la democracia, pero que significó mantener aspectos de un modelo económico y social bastante ajeno a la tradición socialista. Se podrá discutir cuánto podía generar transformaciones, pero lo cierto es que, para parte de la opinión pública y las nuevas generaciones, el PS aparece demasiado comprometido en un proceso y gobiernos en los cuáles no se cuestionó el modelo neoliberal. Lo otro, su larga presencia en el Estado, lo alejó de los movimiento sociales, se fue vaciando socialmente, eso hizo que el PS no tuviera ninguna relevancia, por ejemplo, en el movimiento estudiantil del 2011.

-Ni tampoco en el movimiento feminista de ahora…
-Pienso que ahí ha tenido un rol más presente, no en la vanguardia, pero más que el 2011, porque hay dirigentas e intelectuales socialistas que están contribuyendo. El tercer factor han sido los problemas de probidad, que han sido enfrentados por el partido, pero que han dejado una huella de desconfianza. El PS tiene un patrimonio moral que sus dirigentes tienen el deber de salvaguardar, el partido perdió 500 dirigentes, muertos y desaparecidos en la dictadura, la combatió desde el primer día, partiendo por Salvador Allende, y tiene que ser cuidado por todas las direcciones del partido. A veces no se ha estado a la altura de las circunstancias. Hay hartas posibilidades de recuperarse, pero también está el riesgo de que ese patrimonio moral sea dilapidado y eso puede afectar la vigencia histórica del PS.

-¿El PS está en riesgo de desaparecer más aún con el Frente Amplio como fuerza de izquierda?
-Esta en juego la vigencia del Partido Socialista. Cada generación socialista tiene que revalidarla y puede haber perfectamente una que no esté a la altura y que signifique que el partido entre en un proceso de declinación histórica estructural e irreversible. Estamos en un 50% de posibilidades de reactivar su vigencia si se hacen las tareas, pero también en un 50% de que no ocurra y eso tiene que ver, además, con la emergencia de nuevos actores. Uno es el Frente Amplio. Algunos de nosotros planteamos hace tres años que veíamos venir un proceso de reconfiguración fuerte en la izquierda y pensábamos que debía vivirse dentro del partido. No se nos dio ni crédito ni legitimidad en ese momento y el fenómeno estalló por fuera. Por su raigambre popular, por su historia, por el significado del allendismo en la cultura de la izquierda chilena, el PS tiene una oportunidad de ponerse en movimiento, aporta una densidad histórica que no observo en el FA. Nada está escrito en piedra, va a depender de esta generación de dirigentes.

-¿Y esta generación del PS, la que lo dirige, está a la altura?
-(Silencio, se sonríe) Mmmmmm… (Otra pausa) Yo espero que esté a la altura. No lo sé, pero quiero pensar que está a la altura.

-¿El FA es una amenaza o el futuro aliado estratégico del PS?
-El Frente Amplio es un proyecto que todavía no termina de consolidarse, personalmente pensé que –siguiendo la lógica de Podemos, Grecia o Francia– sería el lugar de reconstrucción de una nueva izquierda en Chile, pero es un conglomerado mucho más heterogéneo, con componentes de derecha liberal progresista; los humanistas y la izquierda no son todo el FA, esa amplitud programática tiene harto de la lógica de los de abajo contra los de arriba, ciudadanos versus elite. El FA tiene dos problemas: configurar mucho mejor su proyecto político y definir mecanismos institucionales que les permitan tomar decisiones más rápidas para incidir en el escenario político. El PS tiene que desarrollar una política especial de convergencia y diálogo con el FA, pero también con los sectores progresistas de la DC.

-¿A eso apunta La Casa Común?
-Apunta a que ese diálogo comience a darse, en un espacio que no necesariamente es partidista. Tiene algo de primera piedra, la gente que ha llegado lo ha hecho de buena fe. Hay que dar más protagonismo en estos tiempos a gente que proviene de la cultura y lo social, porque lo político está ocurriendo fuera de la política tradicional, las cosas más importantes están pasando en esos mundos.

-¿Habrá un giro hacia la izquierda tras la conferencia programática?
-Hay más de 180 votos políticos escritos que han emergido de las bases y las instancias de conferencia indígena, de la mujer, juvenil y sindical, que se están procesando para ver qué es lo que está planteando la militancia socialista. Lo que he visto, lo que viene ahí, es una voluntad de construir un PS de izquierda, que tenga como su adversario principal al neoliberalismo y que desarrolle un proyecto que permita transitar a un tipo de organización en que los derechos sociales, el modelo de desarrollo, el medio ambiente, el tema de la mujer, etc., sean tratados desde una lógica distinta. También me parece que será objeto de discusión la definición de feminismo.

-¿Eso les va a costar mucho, considerando que los partidos de izquierda han sido bastante machistas?
-Me gustaría que el PS tome esa definición, pero no por una cuestión de moda, de presión externa, sino que sea una reflexión importante sobre la base de algo muy simple pero muy cierto: las contradicciones que nacen de la sociedad patriarcal son anteriores y trascienden las del capital y el trabajo. Esperaría que se definiera un feminismo socialista, que problematiza la forma en que la mujer ingresa al mundo laboral, y la igualdad salarial es una medida que apunta a un sentido correcto, porque, si no, es tener mano de obra barata. Un feminismo socialista tiene que problematizar el que las tareas domésticas y el cuidado no sean un trabajo remunerado. Nuestro feminismo tiene que luchar por la igualdad de derecho y libertades, pero también por las condiciones de trabajo que se producen.

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