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El testigo contra Karadima que escribe en Mensaje


Las acusaciones de abuso sexual contra el sacerdote Fernando Karadima han abierto varios focos de conflicto. Uno de los más interesantes es el que hay entre las distintas sensibilidades al interior del catolicismo. Mientras los sectores más conservadores han quedado golpeados, los jesuitas han aprovechado de instalar su “agenda progresista”.

De hecho en la última revista Mensaje, publicación de la Compañía, escribe uno de los supuestos abusados por Karadima, el filósofo José Andrés Murillo. Con una portada donde se lee “la iglesia cuestionada”, Murillo escribe un texto, del que a continuación va un extracto:

“El abuso sexual infantil es inaceptable. El problema es que cuando consideramos que algo es inaceptable, muchas veces negamos su existencia. Pero hay que saber que la negación de una realidad no significa su eliminación, sino solo su ocultamiento, y en el caso del abuso sexual es justamente del ocultamiento de donde este crimen obtiene su mayor fuerza y gravedad. En efecto, el secreto. Como se sabe es la piedra angular del abuso sexual…. Para enfrentar una realidad, hay que mirarla tal cual ella es. Ni ocultarla ni maquillarla ni transformarla en algo distinto. El abuso es inaceptable y es un deber indignarnos ante este crimen cometido por miembros de la iglesia. No basta con decir que esta hecha por hombres y, de ese modo, justificar sus pecados. La fragilidad de esta institución, que según la Constitución Apostólica Gaudium et Spes únicamente puede ser divina porque es humana, no justifica la debilidad, sino que nos obliga a estar más vigilantes, a ser aún más responsables.

En primer lugar, debemos reconocer que en estos crímenes no hay solo dos partes involucradas, sino tres. No  se trata nada más que del  abusador y su víctima, sino también de todos los que están (estamos) cerca, que saben, que sospechan o deberían saber, que se hacen los sordos u ocultan la realidad. Es que, como comunidad humana, estamos esencialmente implicados en lo que ocurre a cada miembro de ella. Más aún siendo la Iglesia cuerpo místico: es el cuerpo completo el que está comprometido cuando una parte sufre o produce sufrimiento; es el cuerpo completo el que tiene que hacerse cargo. Somos responsables de nuestra comunidad, es decir, respondemos de ella.

El abuso sexual es inaceptable en todas sus formas y lo debemos decir muy enfáticamente. Pero, a nivel de de comunidad, cometido por sacerdotes es aún mas grave….Hombres, mujeres y niños procuran refugio y compañía ante la soledad del mundo y la existencia, buscan a alguien en quien confiar cuando las confianzas caen, requieren Amor en un mundo cuya capacidad de amar parece agotarse. En la fragilidad de su intimidad, claman  a Dios que se les manifieste de alguna manera, que acompañe su soledad y dé sentido a su necesidad de amar. Para eso, la Iglesia ofrece formación a hombres que se han sentido llamados por Dios, los consagra y envía por el mundo para dar testimonio del amor, del refugio y la confianza….. Además del delito que puede constituir, el abuso sexual por parte de sacerdotes es entonces una traición grave a la confianza de los hombres en Dios y en la institución eclesial. Se trata así de un acto que se comete en nombre de Dios; en el fondo, se utiliza su nombre para abusar. Por eso, a nivel de comunidad es inaceptable”.

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