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Por una paternidad corresponsable y libre de estereotipos Yo opino

Por una paternidad corresponsable y libre de estereotipos

Daniela López y Francisca Millán
Por : Daniela López y Francisca Millán Abogadas y socias de estudio jurídico de AML Defensa de Mujeres
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En una nueva celebración del día del padre, es vital reflexionar sobre el estereotipo imperante de paternidad en nuestra sociedad. En este sentido, debemos saber que los estereotipos de género son construcciones sociales que definen cuales son los atributos y roles propios de los hombres, y atributos y roles propios de las mujeres, al tiempo que sitúa los roles y atributos propios de los hombres por sobre los que son propios de las mujeres. Si bien los estereotipos de género afectan a hombres y mujeres, son éstas las que padecen los efectos más perjudiciales, porque los estereotipos refuerzan y justifican las asimetrías de poder y mantienen lo femenino en una posición de subordinación.

Una de las primeras y permanentes consecuencias que generan los estereotipos en los niños, niñas y adolescentes es la reproducción de los patrones o roles de género que han visto en sus figuras significativas, por ejemplo: varones violentos, y niñas que buscan modelos de parejas así. La normalización de estos modelos en los niños y niñas constituye un factor de riesgo al incluirlos en su forma de relacionarse a futuro. A nivel conductual, ejercen rol de agresor, o rol de víctima, se aíslan, muestran sentimientos de confusión, consecuencias por abusos sexuales, y más. Esto lo constata la Academia de la Ciencia de los Estados Unidos “la tercera parte de los niños que sufrieron abusos o se vieron expuestos a la violencia paterna, se convierten en adultos violentos”.

Por ello, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el comité de la CEDAW, el CERD –Convención Internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial- y la Convención sobre los Derechos del Niño mediante el Comité de los Derechos del Niño se han pronunciado sobre los estereotipos de género a través de sus “Observaciones Generales” prohibiendo su utilización en la labor de investigación y administración de justicia, precisamente porque constituyen una forma de discriminación, lo que atenta contra el principio de igualdad ante la ley.

[cita tipo=»destaque»]El Estado y la sociedad nos llaman a celebrar, año tras año, un modelo de paternidad que puede maltratar, explotar, y desligarse de la crianza pero seguir teniendo derecho a su reconocimiento y celebración, a costa del sacrificio de madres subyugadas y olvidadas. [/cita]

Empero, la realidad judicial nos dice que el 80% aproximado de las víctimas no denuncia. Sumado a que las mujeres creen que al separarse o divorciarse se acabará la violencia porque pueden poner distancia con el maltratador, pondrán estar “a salvo”. Sin embargo, en la relación con un agresor, el divorcio o separación si existen hijas/os menores de edad, da comienzo a un mayor calvario para las mujeres, ya que los agresores estarán dispuestos a utilizar todos los instrumentos a su alcance para continuar maltratándolas, y esos “instrumentos” incluyen de forma prevalente a los hijos y a las hijas en común. El agresor/padre sabe que conserva poder y derechos sobre las hijas y los hijos.

Por lo mismo, los transforma en objetos para continuar el maltrato y la violencia, siendo consciente que lo más probable es que la madre será capaz de callar, tolerar, ceder y seguir aguantando muchas cosas sólo por sus hijos e hijas. Tiene claro que la amenaza más efectiva (que siempre está presente en todos los casos de violencia intrafamiliar) es: “¡te quitaré a los/as niños/as!” entonces ella no se divorciará o separará, no denunciará, no demandará pensión de alimentos o apremios para su cumplimiento y guardará silencio con tal que él le deje ejercer la custodia y el cuidado de sus hijas/os. Asegurando, el agresor, todo el control, poder e impunidad.

La crisis por COVID-19 tiene a las mujeres en sobrecarga de desgaste físico, emocional y económico, sosteniendo solas y sacrificialmente la manutención y cuidados en la crianza, a costa de su salud e integridad, sumado a que están perdiendo su sustento económico intempestivamente. Sin embargo, se ha  promovido por la administración de justicia la impunidad constante en el incumplimiento del pago de la pensión de alimentos. Según tribunales la orden de arresto se torna «muy gravosa» sin mirar la gravosidad que implica para quien cuida no tener ese ingreso esencial, y la falta de solución judicial a ese incumplimiento está perpetuando el hábito del no pago de este derecho de los niños, niñas y adolescentes, sin ninguna consecuencia. Si a eso le sumamos que en muchos casos tampoco se está verificando la relación directa y regular, nos encontramos en un escenario en que el costo y la sobrecarga de los cuidados ha aumentado exponencialmente.

Son los estereotipos de género los que justifican socialmente que los padres puedan desligarse de la crianza sin ninguna consecuencia, ya sea en escenario de normalidad o en contexto de crisis, debido a que siempre van a haber mujeres madres que van a seguir cuidando y criando solas, de manera invisible, sin ningún tipo de reconocimiento a esta labor social, en un circuito de mayor sobreexplotación y empobrecimiento.

Y es así, que el Estado y la sociedad nos llaman a celebrar, año tras año, un modelo de paternidad que puede maltratar, explotar, y desligarse de la crianza pero seguir teniendo derecho a su reconocimiento y celebración, a costa del sacrificio de madres subyugadas y olvidadas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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