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Arqueología para desmontar estereotipos

Los discursos históricos que se han construido desde la arqueología a partir del siglo XIX -cuando se conformó como disciplina científica- han estado muy vinculados a quienes en tal momento hacían arqueología, hombres de las élites intelectuales y económicas que estudiaban esas poblaciones del pasado como forma de responder a sus preocupaciones.

La Catedrática de Prehistoria y vicerrectora de Igualdad e Inclusión de la Universidad de Granada, Marga Sánchez Romero, ve la arqueología como un poderoso instrumento de transformación social, que puede «desmontar» estereotipos sobre mujeres y hombres.

La profesora y divulgadora, nacida en Madrid en 1971 pero vinculada desde niña a Antequera (Málaga), de donde es su familia, tardó en mostrar interés por la arqueología, pero se ha convertido en una de las máximas exponente de la llamada «Arqueología de las Mujeres» y las relaciones de género.

«Libros de texto y museos aún siguen mostrando a las mujeres, como ausentes en la historia», sostiene Sánchez Romero en una entrevista con EFE. Por ello, cree firmemente que esta disciplina puede acabar con ideas preconcebidas del pasado, algo «absolutamente necesario» para cambiar la imagen que se tiene sobre la prehistoria, en especial en lo que respecta a mujeres y niños.

Plantear preguntas

Esta experta recuerda que los discursos históricos que se han construido desde la arqueología a partir del siglo XIX -cuando se conformó como disciplina científica- han estado muy vinculados a quienes en tal momento hacían arqueología, hombres de las élites intelectuales y económicas que estudiaban esas poblaciones del pasado como forma de responder a sus preocupaciones.

Esto conllevó una «total desaparición» de las mujeres no solo de los discursos históricos, sino también de cualquier trabajo, conocimiento o experiencia vinculados a ellas, una realidad que solo se puede cambiar a través de la investigación rigurosa y la divulgación de sus resultados.

Una investigación sobre las mujeres y las actividades que, normalmente, les han sido atribuidas que supone dotar de mucho más conocimiento esos discursos históricos, al plantear preguntas que no se habían hecho nunca antes sobre las sociedades del pasado respecto a socialización, cuidados, alimentación, salud o innovación tecnológica.

Preguntas que se pueden contestar, explica, gracias al avance en las técnicas bioarqueológicas que permiten acceder al conocimiento sobre dietas, enfermedades, tipos de trabajo o migraciones.

Instrumento de transformación social

«Considero que la arqueología es un poderoso instrumento de transformación social. El conocimiento que generamos tiene mucha utilidad para entendernos y entender nuestro mundo, conocer que existen múltiples formas de afrontar los conflictos. Eso puede ser tremendamente útil en la actualidad», asegura.

Sánchez Romero cree que parte de la ciudadanía tiene aún una imagen «algo romántica» de esta disciplina, relacionada todavía con tesoros o aventuras, aunque eso esté ya empezando a cambiar.

En este sentido, destaca que la práctica de la arqueología está detrás de proyectos de recuperación del patrimonio en determinadas zonas, con lo que supone en términos económicos pero, sobre todo, de identidad.

Estudiando a las poblaciones del pasado, de las que en muchos casos no se tienen testimonios escritos, se puede comprobar además cómo se han gestionado situaciones de absoluta actualidad como por ejemplo movimientos migratorios, pandemias o desigualdades sociales.

La aportación del estudio de la infancia

Otras de las líneas de investigación de esta catedrática es la «Arqueología de la Infancia«, cuyo estudio permite acercarse igualmente a cuestiones muy relevantes sobre la socialización -cómo aprendemos a ser- y el aprendizaje -cómo aprendemos a hacer-.

Dos cuestiones fundamentales que están en la base de cómo las sociedades se sostienen y reproducen, porque los niños tienen que saber quiénes son en términos de género, edad, creencias o estatus social y aprender cómo esos elementos configuran su posición en la sociedad, añade.

Sobre todo en sociedades preindustriales deben ser laboralmente activos y capaces de manejar determinadas tecnologías en un momento temprano, algo que tiene su reflejo en los elementos materiales: juguetes, útiles para el aprendizaje, adornos, vestimentas e incluso sus propios cuerpos.

Problema estructural

En cuanto a su responsabilidad como vicerrectora de Igualdad e Inclusión, aunque se hayan producido avances, reconoce que queda «un largo camino por delante» que tiene que ver, sobre todo, con las políticas de conciliación y una corresponsabilidad adecuadas.

«El análisis de los datos demuestra que, a pesar de que las mujeres somos más numerosas en los contratos predoctorales, una vez que nos doctoramos nuestra presencia en los siguientes etapas de la carrera investigadora cae de manera evidente», indica.

También la pandemia ha conllevado que la mayor dedicación de las investigadoras al cuidado durante el confinamiento haya hecho que su producción baje de manera considerable en relación a sus compañeros investigadores.

«Sin duda es un problema estructural, que no tiene una solución fácil, pero que es imprescindible que abordemos porque no podemos permitirnos perder el talento de la mitad de la población», concluye.