La estrategia de conservación ex situ permite la mantención del acervo genético de especies nativas como la araucaria, lo que es crucial para mantener el potencial evolutivo de la misma. Esta iniciativa comenzó durante el mes de septiembre del año 2017 y se tiene proyectado finalizar la plantación a fines de diciembre del 2020, con un monitoreo continuo cada cinco años. En esto ha jugado un papel esencial la colaboración de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Un proyecto científico para recolectar material genético de las araucarias y reubicarlas en otras zonas realiza actualmente una iniciativa conjunta de entidades chilenas e internacionales.
Hoy una gran cantidad de ejemplares de la especie, declarada monumento natural y sagrada para el pueblo mapuche, se encuentra afectada por un mal de origen desconocido, que se ve agravado por el cambio climático.
La iniciativa «Conservación ex situ de la Araucaria araucana» incluye la confección de un estudio genético y un mapa climático, y podría expandirse a otras especies en peligro.
«Esta iniciativa surge ante la incertidumbre de la gravedad del daño foliar (muerte de hojas) que está afectando a las poblaciones naturales de la especies Araucaria araucana, agravada por la pérdida de vitalidad causada por el cambio climático», explica Roberto Ipinza, del Instituto Forestal y coordinador del proyecto.
[cita tipo=»destaque»]»Desde FAO el llamado es a continuar con el trabajo de investigación colaborativo que se ha dado entre las instituciones y seguir profundizando en la enfermedad. Igualmente explorar mecanismos de financiamiento nacional e internacional permanente para salvaguardar esta especie u otras que puedan ser afectadas en el futuro. Otro punto importante es involucrar a las comunidades locales, quienes con su saber ancestral pueden tener una visión complementaria para enfrentar el problema del daño foliar a la araucaria», afirma.[/cita]
En este contexto, la estrategia de conservación ex situ permite la mantención del acervo genético de la especie, lo que es crucial para mantener el potencial evolutivo de la misma. Esta iniciativa comenzó durante el mes de septiembre del año 2017 y se tiene proyectado finalizar la plantación a fines de diciembre del 2020, con un monitoreo continuo cada cinco años.
El proyecto es parte de las actividades del Sistema Integrado de Monitoreo de Ecosistemas Forestales Nativos (SIMEF), iniciativa que busca implementar en el país un sistema de monitoreo y de información de los ecosistemas forestales de Chile. Es financiada por el Fondo Mundial del Medio Ambiente (GEF) y ejecutada en Chile por el Instituto Forestal (INFOR) y cuenta con el apoyo y participación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), CONAF y el Centro de Información de Recursos Naturales (CIREN).
El cambio climático es uno de los factores claves en el problema, según Fernando Santibáñez, académico de la Universidad de Chile y colaborador del proyecto.
Al estar produciéndose un incremento de la sequedad de los veranos, junto con un aumento de las temperaturas extremas altas, los niveles de estrés a que quedan sometidos los árboles pueden afectar a la capacidad de estos para reproducirse naturalmente, para crecer y para sobrevivir, explica.
«Adicionalmente un cambio en las condiciones climáticas puede facilitar la llegada de nuevas plagas, así como aumentar la agresividad de las existentes, generando nuevos problemas sanitarios que pueden agravar las cosas», advierte.
«Debe considerarse además que plantas sometidas a mayores niveles de estrés bioclimático tienen menos resistencia frente a los ataques de plagas y enfermedades. Todo esto puede transformarse en una seria amenaza para importantes especies en Chile y el mundo, lo que podría amenazar a la biodiversidad, empobreciendo a los ecosistemas», añade.
El especialista detalla que las consecuencias de esto pueden ser «insospechadas», razón por la cual se requiere disponer de diagnósticos que permitan identificar los puntos neurálgicos en materia de conservación de los ecosistemas, de modo de implementar los programas de protección antes de que sea muy tarde y se haya perdido parte del patrimonio genético.
Para el proyecto también ha sido clave identificar el mal que está afectando actualmente a la araucaria. En esto ha jugado un papel esencial la colaboración de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En la primera fase, se contrató un experto internacional que evaluó, en el territorio y luego en laboratorio, los daños que un posible patógeno estaría provocando en el bosque. El informe concluyó que el origen del problema de salud de la Araucaria araucana en Chile sería una enfermedad biótica, posiblemente causada por un patógeno fúngico, afirma Hivy Ortiz, oficial forestal de la FAO para América Latina y el Caribe.
De manera paralela, una investigación conjunta de la Universidad de Concepción y la empresa papelera CMPC analizó cerca de 50 hongos y bacterias aislados desde muestras de raíces y ramas del llamado pino araucano, presente en distintos puntos de la cordillera de Nahuelbuta.
A más de un año de iniciada la investigación que intenta explicar la extraña enfermedad responsable de la muerte de ejemplares adultos y jóvenes, del denominado “pino araucano”, en la cordillera de Nahuelbuta, una de las hipótesis es un “estrés ambiental” que predispone a estos ejemplares a la acción de agentes, que antes eran inocuos, pero que en esta condición de la araucaria podrían ser letales.
Asimismo, la FAO ha colaborado con la coordinación de un taller entre diversos actores que están trabajando en la materia, entre ellos, el INFOR, la Conaf, universidades, académicos y autoridades locales. En esta instancia participaron expertos de Brasil y autoridades forestales de Argentina para intercambiar información sobre el estado de las araucarias en dichos países y compartir investigaciones sobre la reproducción del árbol.
«Desde FAO el llamado es a continuar con el trabajo de investigación colaborativo que se ha dado entre las instituciones y seguir profundizando en la enfermedad. Igualmente explorar mecanismos de financiamiento nacional e internacional permanente para salvaguardar esta especie u otras que puedan ser afectadas en el futuro. Otro punto importante es involucrar a las comunidades locales, quienes con su saber ancestral pueden tener una visión complementaria para enfrentar el problema del daño foliar a la araucaria», afirma.
La metodología desarrollada permite observar ecosistema por ecosistema, viendo cuál es la situación actual y proyectada para las próximas décadas, «de modo de mapear los niveles de riesgo que nuestro patrimonio viviente está y deberá enfrentar como consecuencia del cambio cliamático», explica Santibáñez.
Primero hubo una prospección de las poblaciones naturales en la distribución completa de la especie y una sensibilización de las comunidades pehuenches aledañas a las poblaciones naturales seleccionadas para colecta.
Tras la obtención de permiso para ingresar a las áreas silvestres protegidas del Estado (SNAPE) a través de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), con su cooperación se realizó una colecta de semillas de 418 árboles madres a través de toda la distribución natural de la especie, los cuales fueron sometidos a análisis morfológicos, fisiológicos y genéticos de las semillas colectadas de dichos árboles madres.
Tras un establecimiento de un convenio de cooperación entre INFOR y la papelera CMPC, se efectuó la viverizacion de las semillas de 418 árboles madres colectadas. CMPC ha proporcionado «toda la infraestructura y tecnología, para el óptimo desarrollo de la viverizacion, etapa que es crucial dentro de la iniciativa».
Viverizar es «sembrar una semilla bajo condiciones controladas para la obtención de una planta, en el caso de esta iniciativa, tiene una complejidad adicional, ya que se debe mantener la identificación de cada una de las 200 semillas o progenies correspondientes a cada árbol madre utilizadas». Esta es la etapa en la cual se encuentra actualmente el proyecto.
Más adelante se realizará una identificación y selección de sitios candidatos, sobre la base de proyecciones climáticas, adecuadas para la especie, realizadas por el profesor Santibáñez. Él «está haciendo un proyección climática, es decir, está determinando dónde va a estar localizado el clima que necesita la especie Araucaria araucana en cincuenta años más».
El equipo del proyecto visitará estas áreas candidatas y determinará de acuerdo a la accesibilidad e infraestructura el lugar específico de plantación, la que se realizará en el año 2020. El diseño experimental y plantación de las progenies de 418 árboles madres colectadas incluye un monitoreo continuo cada cinco años de la plantación.
Las comunidades mapuche también fueron determinantes para el proyecto. Ipinza cuenta que una vez que dio a conocer en términos prácticos el objetivo de esta iniciativas a las comunidades, el trabajo capto rápidamente el respeto e interés por parte de ellas, de tal forma que fueron parte de la colecta de semillas y mostraron compromiso en continuar colaborando, destacándose un trabajo colaborativo.
Para Eduardo Cayul, presidente de la asociación de lonkos de Lonquimay y de la comunidad Francisco Cayul, en Mitrauquén, el proyecto es positivo, «siempre y cuando se trabaje con las comunidades mapuches en cualquier estudio que se quiera hacer».
«Nosotros convivimos todos los días con la araucaria. Es el árbol sagrado para nosotros. Uno tiene que cuidar y respetarlo», dice.
En el futuro el proyecto podría replicarse con otras 10 especies que están sufriendo los embates del cambio climático, concluye Ipinza.
Entre ellas se cuentan el alerce (Fitzroya cupressoides), el ciprés de la cordillera (Austrocedrus chilensis), el belloto del norte (Beilschmiedia miersii), la palma chilena (Jubaea chilensis), el lingue (Persea lingue), el lleuque (Prumnopitys andina), el ruil (Nothofagus alessandrii), el queule (Gomortega keule) y el pitao (Pitavia punctata).