CULTURA

Pandemia del COVID-19 reduce contaminación por gases pero tiene nulo impacto en frenar el calentamiento global

Consenso existe en la comunidad científica en cuanto a que las crisis económicas como la del petróleo en el 78, la financiera en el 2008 y la actual por el COVID-19, hacen caer drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero, pero advierten que esto no tendrá efectos significativos en disminuir el ritmo del calentamiento global. «Para detener el calentamiento global es necesario dejar de emitir gases de efecto invernadero, total y permanentemente», sentencian.

Uno de los impactos del coronavirus y la consiguiente cuarentena ha sido la baja en la contaminación y de los gases que causan el efecto invernadero, fruto de un menor transporte y de la actividad industrial.

Por ejemplo, a nivel nacional, el MP2.5 observado de Arica a Puerto Montt ha disminuido en un promedio de 31% en comparación con años anteriores, según el Centro de Acción Climática (CAC) de la PUCV.

A nivel global, la reducción de emisiones se calcula en un 10%, si se mantiene la cuarentena, según la misma entidad, dirigida por el exministro Marcelo Mena.

En momentos en que a eso se suman previsiones de recesión en todo el mundo, cabe recordar que todas ellas (como el 2008) efectivamente van asociadas a una reducción de gases de efecto invernadero.

Sin embargo, al mismo tiempo, tras la recuperación hay un efecto rebote y la situación continúa empeorando. Y es esto lo que los científicos, en esta ocasión, quieren evitar.

Emisiones globales de CO2 y crecimiento económico en miles de millones de dólares. Fuente: The Conversation.

Experiencia histórica

Históricamente las emisiones globales de gases de efecto invernadero, han estado acopladas con el consumo de energía, el que a su vez depende de la actividad económica.

«Todas las crisis económicas que han afectado a las grandes potencias industriales, desde la crisis del petróleo de 1973 hasta la crisis financiera global de 2008, han visto caídas significativas en las emisiones», señala Raúl Cordero, académico de la U. de Santiago. Esto incluye la baja de emisiones tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y la crisis asiática de 1997.

«La inminente crisis económica, que seguirá a la actual crisis sanitaria, no será una excepción. De hecho, quizás ocasione la mayor caída de emisiones jamás registrada», aventura.

En el caso de la crisis financiera de 2008, en el periodo 2008-2009 la disminución de emisiones fue de un 1%, complementa Maisa Rojas, directora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2.

«La mala noticia es que del 2009 al 2010 el aumento fue de casi 6%, un promedio mucho mayor al promedio histórico previo», advierte.

Baja inédita

En esta ocasión, se estima que en el peak de la epidemia en su territorio, China redujo sus emisiones de gases de efecto invernadero en 20-30%.

«Aunque aún debemos esperar la evolución de la actual crisis sanitaria en el resto del mundo, no se puede descartar bajas en las emisión global anual de un 20% respecto al año previo», afirma Cordero.

«Si ese escenario se concretara, se trataría de la caída más aguda jamás registrada», remata.

Poco efecto

Sin embargo, Cordero advierte que la esperable caída en las emisiones de este año no tendrá efecto significativo en disminuir el ritmo de calentamiento global.

«La razón es que el actual ritmo de calentamiento global es consecuencia del ‘acumulado’ de gases de efecto invernadero emitidos durante al menos el último siglo», explica.

Por lo tanto, la reducción temporal de emisiones asociada a esta crisis tendrá un efecto limitado o nulo (igual que lo tuvieron todas las crisis económicas previas) en bajar el ritmo de calentamiento, añade.

Según el académico, para detener el calentamiento global es necesario dejar de emitir gases de efecto invernadero, total y permanentemente.

«El problema del CO2 es que se mantiene en la atmósfera», explica Rojas. «Si emito menos, tengo menos CO2 acumulado, pero para parar el calentamiento global hay que parar todas las emisiones. Por eso se habla de llegar a emisión cero en el año 2050», refrenda.

«Un año que disminuya la emisión es bueno, pero si el año siguiente sube, no habremos ganado nada».

No al combustible fósil

Así las cosas, tras cada recesión, el rebote ha llevado a un nuevo aumento de los gases. ¿Qué sería necesario para evitarlo en esta ocasión y qué se debería hacer para «aprovechar» la crisis del coronavirus para lograr progreso en la lucha contra el calentamiento global?

«En la crisis actual es crucial que no se produzca este rebote, porque a diferencia del año 2010 ahora tenemos clarísimo que la década que comienza este año es clave para poder tener alguna chance de limitar el calentamiento global a 1,5 grados, tal como indica el Acuerdo de París», insiste Rojas.

«Atender la emergencia sanitaria y luego reactivar la economía, requerirá la inyección de ingentes recursos», comenta Cordero. «Sería ideal que parte de esos recursos se obtengan de dejar de subsidiar los combustibles fósiles», añade.

De acuerdo a cifras del Fondo Monetario Internacional, la industria del combustible fósil recibe subsidios que representan alrededor del 6.5% del PIB global.

Por eso, Rojas apunta a que los paquetes de reactivación económica que los países están pensando pos crisis deberían estar alineados «con la acción climática».

«Si vamos a ayudar a empresas a salir de la quiebra, estas deben tener un compromiso de carbono neutralidad. Podemos preferir algunas industrias a otras, pedir como contraparte de ayudas que aumente la electromovilidad, etc. Hay que pensar que las medidas que yo tome ahora serán claves para que la economía deje de depender de los combustibles fósiles».

Green New Deal

Experiencia en este aspecto ya existe. Mena resalta que tras 2009 ya hubo algunos cambios estructurales: un impulso a la producción de automóviles más exigentes, fruto de las medidas del presidente Barack Obama, así como una mayor apuesta por el gas natural, que emite un 50% menos de CO2 que el carbón.

Y añade que los demócratas ya hablan de un plan de reactivación llamado Green New Deal, un plan económico con créditos, subsidios e inversiones destinadas a bajar las emisiones.

El Banco Mundial en su estudio «Beyond the gap», de 2019, señala que los países de ingresos medios deberían invertir unos 6% del PIB en «infraestructura verde» al año para poder cumplir con los objetivos del desarrollo sustentable, un esfuerzo que para Mena debe ser tanto público como privado.

Por eso, para el director del CAC el enfoque de reactivación debe apuntar a empresas en línea con el compromiso de bajar las emisiones según el Acuerdo de París, sin subsidiar a las contaminantes «y más bien apuntar a las tecnologías de futuro».

En el caso de Chile, enfocado en la renovación y reducción de costos operativos de parque vehicular del transporte público, reemplazo de energía «sucia» por energía «limpia» o renovable (solar o eólica), cambio de calefactores a leña (especialmente en el sur) y mejora del revestimiento térmico de las viviendas, sumado a una campaña de reforestación, como la lanzada por el gobierno de Costa Rica en 2008.

Optimismo

Lo ideal sería que los gobiernos redirigieran parte de esos recursos al financiamiento y creación de nuevas industrias limpias y sustentables. Sin embargo, la experiencia indica que en tiempos de crisis, los gobiernos apuestan, como forma de estímulo económico, por mantener bajos los precios de los combustibles fósiles vía subsidios, según Cordero.

De hecho, cree que la crisis sanitaria y económica global probablemente haga imposible cumplir el objetivo del Acuerdo de París, es decir, mantener el calentamiento global bajo los 2 grados.

Aún así, el académico tiene fe.

«Todos los científicos que trabajamos en cambio climático somos optimistas natos. Si no, nos dedicaríamos a otra cosa, pues este tema no es fuente frecuente de buenas noticias», admite.

«Soy optimista. En el 2020 tenemos mucho más clara la necesidad de enfrentar el cambio climático y está el Acuerdo de París. Está todo listo para que se puedan implementar esas medidas», agrega Rojas.

Mena destaca que cuando el Gobierno ha instalado estímulos para las tecnologías limpias, el mercado reacciona con velocidad e inversión.

«Si somos inteligentes y capaces de diseñar las reformas necesarias para generar las condiciones de mercado, podremos apalancar el esfuerzo que requerimos para la transición final hacia cero emisiones. Hay que tener regulaciones ambientales fuertes que impidan la proliferación de tecnologías sucias e incentivos económicos que beneficien a las limpias», sintetiza. «Con eso vamos a tener las herramientas para un sistema económico descarbonizado».