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Escritora Cristina Larraín: «Muchas mujeres de pronto se tienen que transformar en cuidadoras y el Estado no existe» CULTURA

Escritora Cristina Larraín: «Muchas mujeres de pronto se tienen que transformar en cuidadoras y el Estado no existe»

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«Bitácora del desamparo» (Cuarto Propio, 2022) es el primer libro de su autoría. En él aborda en textos escritos en verso y en clave de ficción, la relación madre-hijo frente a un quiebre que afectó a su familia. En 270 páginas la narración da cuenta del periplo de una madre por una serie de consultas de psiquiatras y terapeutas, mientras se cuestiona sobre sus relaciones familiares y cómo enfrentar la nueva realidad de un hijo con diagnóstico psiquiátrico.


Por años Cristina Larraín frenó sus intentos de incursionar en la literatura pues ser la sobrina del dramaturgo Luis Alberto Heiremans le jugaba en contra. Hasta que una situación familiar la empujó a plasmar su primera novela, que pone en el tapete la frágil red de apoyo a quienes enfrentan trastornos mentales.

Con estudios de Literatura y Pedagogía en Castellano, la autora se formó también en Antroposofía y realiza talleres biográficos-literarios. El año 2014 editó Cartas a mi madre (RIL Editores), donde recopila las cartas que su tío Luis Alberto Heiremans –de quien es albacea– le escribió a su madre en los periodos que pasaba fuera de Chile.

Bitácora del desamparo (Cuarto Propio, 2022) es el primer libro de su autoría, en él aborda en textos escritos en verso y en clave de ficción, la relación madre-hijo frente a un quiebre que afectó a su familia. En 270 páginas la narración da cuenta del periplo de una madre por una serie de consultas de psiquiatras y terapeutas, mientras se cuestiona sobre sus relaciones familiares y cómo enfrentar la nueva realidad de un hijo con diagnóstico psiquiátrico.

Ficción y realidad

-¿Qué te motivó a publicar esta historia en que mezclas ficción con realidad?
-Lo que me motivó fue una historia real que venía viviendo desde hace años por un quiebre de salud de un hijo. En ese recorrido, me había tocado relacionarme con psiquiatras que lanzaban unos diagnósticos terribles que no se entendían y que solo ayudaban a acrecentar el miedo, y también el encuentro con muchas personas, especialmente madres, que vivían la misma experiencia donde el nivel de dolor, de soledad y de desprotección era indescriptible. Eso me empujó a decir: “Acá hay algo que tiene que conocerse”.

Hay un tema que la sociedad no está tomando en cuenta y se necesita contarlo casi a nivel de denuncia. Por eso en el texto hay un alarido. Me decidí a contar parte de mi historia que es la de miles de mujeres a quienes les toca tener que acompañar, sin ningún reconocimiento, sin ningún apoyo, con muchas postergaciones, a algún familiar que enfrenta distintos tipos de problemas.

-¿Por qué decidiste que el prólogo lo escribiera un terapeuta real que atendió a tu hijo?
-Primero para que los psiquiatras adviertan que hay que tener un gran cuidado y delicadeza con el paciente y la familia, ya que se está viviendo una situación complicada y dolorosa. Tal vez los diagnósticos les sirvan para ordenarse, pero a la familia le sirve para angustiarse y, segundo, le pedí a un doctor con orientación sistémica porque creo que es un tema que hay que verlo con esa mirada. Es una familia que está complicada. Tiene muchas aristas y lo sistémico fue lo que más me hizo sentido en mi largo y traumático recorrido. Me pareció que hacía más creíble esta experiencia y no como algo antojadizo de un dolor o de varios dolores. A mí como madre no me van a creer que es necesario hacer algo, que el Estado tiene que poner más atención en este tema. Si se apoya con un psiquiatra tiene más fuerza. Y ese es mi interés.

-¿Cómo crees que este libro contribuye a la discusión sobre la salud mental en Chile y a la relación madre-hijos?
-De muchas formas. La primera es entregar algo por escrito, plasmarlo, donde muchas personas se sientan reconocidas e interpretadas y, no, solamente, en relación con temas psiquiátricos. Hay muchas personas, especialmente mujeres, que de pronto se tienen que transformar en cuidadoras y el Estado no existe. Terminan, y lo hablo en mi caso, teniendo que postergar el desarrollo personal, profesional, que es parte de los derechos humanos. Esto lleva a que las personas estén cada vez más desgastadas, más infelices, más empobrecidas con el agravante que tienen que dejar una infraestructura armada, ya que sus hijos no son autosuficientes. Existe un peligro de que terminen en la calle.

Un ejemplo: traté de sacar la pensión de invalidez y me dijeron “es difícil porque solo se lo dan a personas que están en un nivel mayor de pobreza”. No tiene nada que ver, es un deber que tiene el Estado de entregar este beneficio, vengan de donde vengan. No pueden trabajar, no generan ingresos, son dependientes. Criterios que no se entienden.

“Sobrina de Heiremans”

-Eres la albacea de la obra de Luis Alberto Heiremans, tu tío. ¿Qué importancia ha tenido esta relación en motivarte a iniciar tu propia carrera literaria?
-Creo que siempre tuve la necesidad de la creación. Me gustaba el baile, la escritura. Estuve en un colegio de monjas donde nos hacían coser y a mí me cargaba. Por suerte la monja descubrió mis dotes de lectura y mientras las otras cosían, yo leía. Luego, el haber estado cerca de Heiremans, mi tío adorado, y su forma de mirar la vida a través del teatro, me ayudó a que siempre indagara en la escritura. Pero, también, me frenó porque donde llegaba me decían “sobrina de Heiremans”. Bastaba que me dijeran eso para que yo no escribiera ni mostrara nada. Tengo muchas cosas escritas.

-¿Cómo trabajaste el libro y qué te decidió a darle esta estructura en versos que no es muy usual en una novela?
-Fue lento y doloroso. Tardó años. Llegaba a un punto y no podía seguir hasta que decidí que tenía que compartirlo con otra persona, que fue Ana María del Río. La forma fue saliendo sola. Lo que yo no quería es que fuera un relato lento, quejumbroso, lleno de detalles y explicaciones. No quería escuchar la palabra pobre, qué pena, qué sacrificada, ni ninguno de esos calificativos. Me pareció que esa forma me ayudaba a expresar el sentimiento desde lo más profundo. Y creo que fue un acierto. No es poesía. Tampoco es prosa poética. Me encantó el nombre que me dijo la Ana María: “Prosa espaciada interiormente”. Muy interior.

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