Opinión

Cuando un “triunfo” es una derrota ideológica

Cuesta entender que el Gobierno también argumentara que su iniciativa había cumplido con el objetivo de que se respetase la “institucionalidad”, un relato bastante pobre después de haber permitido el primer retiro sin siquiera atreverse a llevarlo al TC. Eso habría sido lo lógico para un Gobierno y oficialismo con convicción.

Cuesta entender lo que está pasando en La Moneda, el desconcierto, la confusión y las chambonadas parecen haberse adueñado definitivamente de la cotidianeidad del Gobierno. Ya nada sorprende. Además de los errores no forzados, las declaraciones torpes e irreflexivas agudizan más la sensación de crisis, como las de Juan Francisco Galli, que calificó de “utensilio” a una subametralladora UZI usada por un grupo de extrema derecha para amedrentar a la fiscal Chong, pese a que en La Araucanía la misma se llama “armamento de guerra”.

Pero sin duda, el bochorno del segundo retiro del 10% dejó en evidencia a un Gobierno que llega tarde a todo, que parece actuar solo por reacción y que, para rematar, abandonó las ideas hace rato.

Cuesta también entender cómo el Gobierno se pudo haber declarado “triunfador” con un proyecto que terminó siendo una réplica casi exacta de la iniciativa parlamentaria que levantó Pamela Jiles y que fue aprobada por 130 diputados, incluidos 42 de Chile Vamos. ¿Cómo es posible que el ministro Briones “celebrara” porque, con la iniciativa, La Moneda habría logrado detener que actuara de facto lo que llamó una “Constitución paralela”? ¿Qué señal quería enviar el Ejecutivo en boca de Briones, ad portas del inicio del proceso constituyente avalado por el 80% de la población?

[cita tipo=»destaque»]Solo recordemos que en el primer retiro –que también fue duramente criticado por Hacienda y la UDI– el partido de Jaime Guzmán llevó al Tribunal Supremo a los cinco diputados que habían votado a favor de la iniciativa, provocando la renuncia al gremialismo de tres de ellos. ¿Por qué ahora ni siquiera les dijeron nada? Aunque el populismo es más fuerte, en el oficialismo deben estar complicados, ya que en solo tres meses han sufrido la caída del sistema previsional –“pilar del sistema”– y una derrota significativa en el plebiscito, que dio por terminada la Constitución firmada por el dictador Augusto Pinochet.[/cita]

Porque digámoslo con todas sus letras: fue una derrota estrepitosa de La Moneda en lo ideológico. Este es un proyecto que va contra el ADN de la derecha, del sistema económico impuesto por los Chicago Boys, de la mano del hermano del Presidente, José Piñera. Cuesta entender, además, por qué La Moneda prefirió traicionar sus propias convicciones e ideas, para presentar un proyecto idéntico al que criticó hasta el cansancio porque, según ellos, produciría una catástrofe para el sistema económico.

Lo anterior, porque reconozcamos que el anuncio de llevar al Tribunal Constitucional el proyecto aprobado en la Cámara era la acción política más coherente y audaz que podía tomar una administración que apenas se sostiene con 13% de aprobación y que parece un barco a la deriva. Si estaban convencidos de lo de fondo, ¿qué más podían perder? Poco, pero los paralizó el miedo a la calle, a ser el propio Gobierno el que traía la “segunda ola” del 18/0 a la escena. Optaron por lo fácil, por el populismo simple. Un Gobierno sin convicciones, solo está condenado a gestionar lo que queda echando mano a lo ajeno.

Cuesta entender esta jugada de La Moneda de última hora –muy de última hora, la verdad– que sabían saldría trasquilada en el debate del Senado, para quedar casi reducida a un proyecto espejo del primero. Además, el Ejecutivo debe tener conciencia de que cuando el proyecto vaya a la Cámara –porque la historia no terminó el jueves, aunque el Gobierno intentó posicionarlo así para poder celebrar antes de tiempo–, es seguro que se verá acorralado y tendrá que perder el único punto que lograron salvar: el pago de impuesto de las personas que ganan más de 700 mil pesos. Porque si eso se logra corregir, los dos proyectos serán idénticos.

Cuesta entender que el Gobierno también argumentara que su iniciativa había cumplido con el objetivo de que se respetase la “institucionalidad”, un relato bastante pobre después de haber permitido el primer retiro sin siquiera atreverse a llevarlo al TC. Eso habría sido lo lógico para un Gobierno y oficialismo con convicción.

Cuesta entender que Chile Vamos no se haya hecho ninguna autocrítica cuando sus diputados le dieron vuelta la espalda a La Moneda, alineándose sin problemas con el Frente Amplio y Unidad Constituyente, y votando a favor de un proyecto, a todas luces, contrario a sus principios e ideas.

Solo recordemos que en el primer retiro –que también fue duramente criticado por Hacienda y la UDI– el partido de Jaime Guzmán llevó al Tribunal Supremo a los cinco diputados que habían votado a favor de la iniciativa, provocando la renuncia al gremialismo de tres de ellos. ¿Por qué ahora ni siquiera les dijeron nada? Aunque el populismo es más fuerte, en el oficialismo deben estar complicados, ya que en solo tres meses han sufrido la caída del sistema previsional –“pilar del sistema”– y una derrota significativa en el plebiscito, que dio por terminada la Constitución firmada por el dictador Augusto Pinochet.

Y, claro, a la que cuesta entender más es a la oposición: con la abstención de Carolina Goic, Juan Pablo Letelier y Ricardo Lagos, el Gobierno logró imponer su débil proyecto. Si la derecha salió perdiendo ideológicamente, la oposición dejó la sensación de su falta de capacidad para aprovechar los momentos de debilidad del rival. Sin duda, lo que más les convenía era que el Gobierno llevara la iniciativa al Tribunal Constitucional, lo que habría significado un problema mayor para el Presidente Piñera al oponerse a una iniciativa que beneficiaba a millones de personas. Hoy la oposición sigue dividida, no tiene liderazgos claros y, lo que es peor, no ha hecho méritos para proyectarse como alternativa de conducción del país, pese a que la vara está cada vez más baja.