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Reencuentro de un hijo con su madre tras 28 años: José Gatti es el caso de éxito número 222

Esta historia conmueve al más duro: el reencuentro de un hombre nacido en Chile, adoptado irregularmente y criado en Italia, con su madre con discapacidad mental que vive en una residencia protegida. Ella lo recuerda con 5 años, edad en que se lo quitaron y le cuesta comprender que ese señor sea su hijo. A él no le importa, está feliz de haberla encontrado.

Todo empezó hace un par de meses, cuando llegó hasta el Centro de Acogida Residencial (CAR) San Francisco Javier, ubicado en la comuna de Recoleta, el empresario medioambiental Ítalo Vaccaro. En ese programa del Hogar de Cristo se atiende a personas con discapacidad mental y un alto nivel de dependencia, que requieren de apoyo social, acompañamiento y supervisión especializados las 24 horas del día.

Ítalo Vaccaro cuenta: “Pertenezco a la agrupación Hijos y Madres del Silencio, donde, además de buscar a mi hijo, colaboro con jóvenes que fueron dados en adopción en la búsqueda de sus raíces en Chile. José Gatti (33) es uno de ellos. José llegó a nosotros a través de una chica italiana que encontró a su familia acá. Ella se llama Emilia y es hermana adoptiva de José, pero hasta ese momento él nunca había estado interesado en encontrar sus orígenes. Entonces, un día, quiso saber dónde estaba su madre. Me entregó sus datos y busqué intensamente hasta dar con su paradero. Así supe que ella estaba en una residencia para personas con discapacidad mental del Hogar de Cristo”.

[cita tipo=»destaque»]Ítalo Vaccaro explica que en el extranjero se han agrupado los hijos que buscan sus orígenes, incluso hay una entidad que reúne a 2.200 jóvenes, todos adoptados de manera irregular. “En Italia, hay una isla que se llama Cerdeña, que tiene 1 millón 600 mil habitantes y solo allí hay 500 adoptados chilenos. También trabajamos con agrupaciones de chilenos en el extranjero. Solo en Italia se estima que hay alrededor de 15 mil hijos adoptados. Hay familias chilenas muy vulnerables que dejaban a sus hijos en algún hogar para salir a trabajar y a las semanas iban a verlos y ya no estaba su hijo. En el caso de José, al menos existía registro, nombre y apellido. Por eso me propuse participar en las búsquedas para entrar en contacto con los hijos, ya que para poder encontrar al mío, él tiene que buscarnos. Yo a todos les transmito nuestra historia, para que incluso aquellos que no quieren buscar a sus padres, lo hagan”, dice.[/cita]

La trabajadora social del CAR San Francisco Javier, Leslie Castillo, fue la encargada de darle la noticia a Juana Bustamante: su hijo la quería conocer. “Pero ella no tuvo ningún tipo de reacción o emoción, solo repetía constantemente que su hijo José era pequeño –todavía lo recuerda de 5 años– y que lo había dejado en un hogar y que todavía estaba allí, donde lo dejó. Le preguntamos si quería verlo y mantener contacto con él y respondió que sí”.

Por su parte, Ítalo tuvo la misión de avisarle a José que había encontrado a su madre y que ella estaba dispuesta a conocerlo por videollamada: “Le tomé una foto a ella en la residencia, la primera que él vio de su madre en 28 años y yo estaba preocupado al explicarle que estaba en una residencia para personas con discapacidad mental, pero él era pura felicidad. Me pidió que si yo lograba conversar con ella le dijera que su hijo solo tiene amor para darle, no tiene nada que juzgar y que siempre la ha llevado en su corazón. Que ha tenido una buena familia en Italia y que se encuentra bien”.

Desde entonces han mantenido videollamadas esporádicas donde Juana mantiene la misma actitud hacia él, pero según Ítalo Vaccaro, en la primera conversación, ella le preguntó a José si ya era abuela y si él tenía auto, porque cuando viniera a verla a Chile quería que la sacara a pasear. “José se ha reencontrado también con primos que son idénticos a él, está muy contento. Yo creo que, si estas videollamadas siguen, la señora Juana va a ir reconociéndose en su hijo”, señala.

20 mil madres buscan a sus hijos

El empresario cuenta que pudo conversar con la hermana de Juana Bustamante y ella le relató su triste historia. “Cuando Juana quedó embarazada de José, ella tenía una pareja que no era el papá de la guagua, sino un pastor evangélico muy maltratador que la mandaba a pedir plata a la calle y, si ella llegaba sin dinero, la manguereaba y la dejaba toda la noche afuera en el patio. Me dijo que un día la vio salir con el pequeño, el pastor y un hermano de ella, y cuando regresaron venían sin José. En Italia, José recuerda que lo recibió un cura y que ese sacerdote, al parecer, tenía un hermano en Chile que en realidad era evangélico y por ahí nos cuadró la historia”, agrega.

En este momento advierte que toda la información está en la PDI, donde se hizo una denuncia. “Hay una unidad que se dedica a investigar todas las adopciones irregulares, porque aquí hay toda una red involucrada desde trabajadores sociales, jueces, policías, hasta líneas aéreas”. Él mismo y su esposa, Verónica Campos, creen haber sido víctimas de un perverso engaño que les hizo pensar que el segundo hijo del matrimonio nació muerto un 15 de junio de 1984, en el hospital San Borja Arriarán –antiguo Paula Jaraquemada–.

“A los 21 años, mi esposa fue a dar a luz en el mismo hospital donde nació nuestra primera hija, pero esta vez la llevaron a otro sector que no era la maternidad. Dice que la sala de parto a la que la llevaron era distinta y pequeña, incluso recuerda que vio artículos de aseo como escobillones. La anestesiaron inmediatamente, pero ella alcanzó a escuchar el llanto de la guagua y ver su cabecita. Se lo llevaron y después de una hora nos avisaron que el bebé había nacido con muchas malformaciones y había muerto. Ella pidió verlo y se lo negaron; hasta el día de hoy nos recriminamos por no haber insistido más. Pero uno no dudaba de los médicos y ellos decían que era demasiado impresionante para ver por sus malformaciones, que ellos se iban a encargar de todo”, relata. Hasta el día de hoy no existe ficha de este caso ni en el consultorio ni en el hospital donde ella se atendió. “No existe un documento nuestro que diga que mi esposa dio a luz allí”, señala Ítalo.

Hace 3 años, el matrimonio se incorporó a la agrupación Hijos y Madres del Silencio, fundada en 2014 por Marisol Rodríguez, entidad que, a la fecha, ha reencontrado a 225 hijos adoptados con sus familias. José Gatti es el caso de éxito número 222.

–¿Se ha sabido de casos similares ocurridos en ese hospital?

-En Hijos y Madres del Silencio hay cerca de 20 mil mamás que buscan a sus hijos. Estamos agrupados por hospitales y donde nació mi hijo hay cerca de 25 mamás con historias idénticas, más o menos por los mismos años. En aquellos tiempos, era muy normal que a las mamás las sacaran poco menos que a empujones del hospital y no les entregaran ningún documento para inscribir a sus hijos. Nosotros, al mes del parto, conseguimos que nos dieran el acta de nacimiento y defunción para registrarlo. En ese papel aparece que la guagua era de sexo femenino, pero mi mujer se acuerda perfecto que al nacer le dijeron que era hombre. Después dijeron que con las malformaciones que tenía, el bebé tenía ambos sexos, pero nosotros conseguimos un certificado de autopsia y sale que el bebé fue enterrado en el Cementerio General. Mi señora y mi hija fueron y revisaron ese año completo en libros escritos a mano y no hay ningún registro de nuestro bebé. En el mismo cementerio nos dijeron que este era otro caso de bebé robado. De seguro salió del hospital con otro nombre y con otros padres registrados como tales, con documentos falsos como hacían normalmente.

Ítalo Vaccaro explica que en el extranjero se han agrupado los hijos que buscan sus orígenes, incluso hay una entidad que reúne a 2.200 jóvenes, todos adoptados de manera irregular. “En Italia, hay una isla que se llama Cerdeña, que tiene 1 millón 600 mil habitantes y solo allí hay 500 adoptados chilenos. También trabajamos con agrupaciones de chilenos en el extranjero. Solo en Italia se estima que hay alrededor de 15 mil hijos adoptados. Hay familias chilenas muy vulnerables que dejaban a sus hijos en algún hogar para salir a trabajar y a las semanas iban a verlos y ya no estaba su hijo. En el caso de José, al menos existía registro, nombre y apellido. Por eso me propuse a participar en las búsquedas para entrar en contacto con los hijos, ya que para poder encontrar al mío, él tiene que buscarnos. Yo a todos les transmito nuestra historia, para que incluso aquellos que no quieren buscar a sus padres, lo hagan”, dice.

Reencuentros como el de José Gatti con su madre Juana Bustamante lo llenan de alegría y esperanza. Con emoción concluye: “La única forma que tengo de encontrarlo es que mi hijo nos busque”.