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Opinión: El aburrimiento, mata el alma y el deseo

Opinión: El aburrimiento, mata el alma y el deseo

«En alguna medida se nos acabó el sentido de lo que queremos ser como país, tal vez nos cansamos de escuchar este debate entre los mismos políticos de siempre, entre líderes empresariales y empresarios con el Estado, nos agotamos de escuchar los mismos discursos de los mismos hombres de siempre; y digo hombres porque son eso: hombres que se caracterizan, la gran mayoría, por usar los mismos colores en su vestimenta, con trajes que parecen un uniforme, acompañados de corbatas con diseños recatados y colores neutros, cortes de pelo casi similares, y repitiendo como un rezo lloroso que la realidad de Chile es muy decadente y que el futuro es poco prometedor».


Llevamos un tiempo con malas cifras, con malas noticias, con disputas entre los poderosos, con cifras de contaminación en muchas ciudades de Chile, y suma y sigue la lista.

Eso sí, no olvidemos que ganamos la Copa América, aunque fue como una ráfaga de viento suave que nos rozó y de paso despabiló nuestra desazón.

También tuvimos jóvenes deportistas que nos llenaron de orgullo por sus triunfos en Canadá, emprendedores que repiensan Chile y se ganan un premio internacional, como Algramo, una iniciativa de innovación social; una mujer se hace parte de ‘Tolerancia 0’ por primera vez en su historia, se estrena la película Los 33 y los mineros se sienten reconocidos en alguna medida en lo que vivieron.

Pero algo pasa en el ambiente nacional, o al menos a mí, que siento que este Chile está tan aburrido, pero tan aburrido, que me corroe el alma dejándome un dolorcillo… Por qué no brota la creatividad, y para qué decir el deseo, que de tan aburrido que está, incluso aquel deseo tiende a la baja.

Estará usted en antecedente que la palabra aburrir viene del latín abhorrere: ab (sin) horrere (horror), es decir, aquella existencia desprovista de sentido, cuando ya no queda nada por perder, nada a que temer.

Revisar esta definición, me hace reflexionar que lo que nos pasa es que en alguna medida se nos acabó el sentido de lo que queremos ser como país, tal vez nos cansamos de escuchar este debate entre los mismos políticos de siempre, entre líderes empresariales y empresarios con el Estado, nos agotamos de escuchar los mismos discursos de los mismos hombres de siempre; y digo hombres porque son eso: hombres que se caracterizan, la gran mayoría, por usar los mismos colores en su vestimenta, con trajes que parecen un uniforme, acompañados de corbatas con diseños recatados y colores neutros, cortes de pelo casi similares, y repitiendo como un rezo lloroso que la realidad de Chile es muy decadente y que el futuro es poco prometedor.

El aburrimiento del sinsentido se nos ha instalado, acompañado de la desconfianza, y me atrevo a decir que el futuro que se nos avecina no da ni para parcial nublado. No puede dejar de preocuparme lo que está ocurriendo, porque es un estado muy plano anímicamente que no genera explosiones creativas, de propuesta, de sueños, de compromisos por el otro ni por el país, sino un desencanto al que deberíamos comenzar a temer.

Ya muchos han dicho que no tenemos relato, mientras otros evocan argumentos como “es que los 70 vuelven, es que la dictadura nos bloqueó…”. Es que, es que tantos es que… y observo por otro lado a jóvenes que empujan con fuerza un nuevo paradigma, y lo van logrando, pero sé que se les hace difícil, porque les ponen barreras: es que son jóvenes, no saben relacionarse, se lo pasan en las redes sociales, son desinteresados, no les interesa la política y una larga lista de juicios sobre ellos.

Y lo peor de esto es que para mantener este estado de aburrimiento, esos mismos que cada mañana riegan el aburrimiento, anuncian que vendrán tiempos horrorosos, que volveremos al pasado, que ese par de cacerolas que sonaron hace unos días eran propiedad de la dictadura para reclamar por lo que se vivía en esa época. Y además, con lástima constato que esos medios comunicacionales que parecían haber despertado, mantienen una rutina de hacer televisión de hace décadas, continúan convocando casi a los mismos rostros para ser entrevistados, con decoraciones de estudios casi similares en cada canal y con escasos detalles de estética contemporánea, y casi todos los conductores se visten con el mismo estilo de aquellos hombres mencionados anteriormente. Es decir, la televisión termina de sellar esa continuidad de hacer país, un relato del aburrimiento que se corrobora con la imagen televisiva.

No es que quiera critica, pero si quisiéramos sacudirnos ese aburrimiento que nos tiene pasmados y ausentes de vigor, pasión y deseo, es urgente un cambio radical.

Requerimos salir a marchar a las calles para despertar, necesitamos convocar a otros espacios, no para reclamar sino para proclamar que estamos vivos, vibrantes de existir, felices de mirar al universo, al rostro de los otros y provocar una explosión de ideas y nuevos sueños. De un original relato de nuestro país.

No cabe duda que necesitamos del coraje de generar renovadas relaciones entre lo nuevo y lo pasado. La creatividad es sinónimo de pensamiento divergente, es arrojo de vivir, de anunciar que algo distinto se asoma, y finalmente esa creatividad nos entusiasma, entretiene y sobre todo nos inspira y sacude el aburrimiento de nuestro vivir.

Se hace urgente el disentir, el ser distintos, el pensar distinto, el deliberar, el respetar, porque así, tal vez, logremos salir de este aburrimiento que nos está consumiendo y enfermando.

Entonces, que tal si cada uno, cada día, realiza un acto creativo e inspirador para el nuevo Chile que necesitamos rearmar, y tal vez así sin darnos cuenta nos miremos todos y todas, y consideremos que en este país sí vale la pena vivir.

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