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Paul Romer: polémico, deslenguado y rockstar, los apodos del polémico economista jefe del Banco Mundial que por 72 horas opacó al Papa Su irreverencia a veces hace que sus colegas no lo tomen tan en serio

Paul Romer: polémico, deslenguado y rockstar, los apodos del polémico economista jefe del Banco Mundial que por 72 horas opacó al Papa

Considerado brillante y candidato a un Nobel de Economía en un futuro cercano, no ha tenido pelos en la lengua para encender el debate con los economistas clásicos, a quienes hasta les ha dicho que sus teorías no tienen sustento. Ha sido un duro crítico del consenso neoliberal y ha desafiado al gremio. Quiso ser emprendedor y aterrizó en el Banco Mundial ante las expectativas de que calmaría su performance estando en el cargo. Claramente no fue así, pues ya ha encendido varios debates. Incluso a su llegada dijo que no creía que en Washington podría haber algún trabajo excitante.


Ha roto los esquemas y, como pocos, ha sido deslenguado. Una mezcla entre “El Padrino y un economista”, fue la presentación que recibió por parte del presidente del Banco Mundial (BM), Jim Kim, cuando asumió como economista jefe de la organización.

Lo han llamado un rockstar de la teoría económica y también un candidato seguro al Nobel. Tanto así que el 2016, luego de una filtración de una invitación de prensa, se dio incluso al profesor de la New York University (NYU) como ganador del galardón, aunque posteriormente no fue confirmado.

La fama de Romer, doctor en matemáticas de la Universidad de California, comenzó en los años ochenta, cuando comenzó a viralizar une teoría económica bautizada como “Soft”. La revista Time lo consideró uno de los 25 personajes más influyentes de los Estados Unidos en 1997.

“Hubo una ‘Revolución del Soft’, como yo la llamo. O sea, se dio el reconocimiento de que los activos que designamos hoy en el lenguaje común como soft, o intangibles, son los activos más importantes”, afirma Romer.

¿Quién era anteriormente la niña mimada de los economistas y de los políticos? Eran la tierra, el petróleo, el acero, las fábricas, las máquinas, etc. El caso de la URSS fue representativo de este paradigma –llevó al extremo este pensamiento y creyó que vencería al capitalismo industrial compitiendo en este campo hasta el límite. Era una manera tonta de crecer y enriquecerse. Cayó redondamente. Falló”, decía el economista al finalizar el milenio.

En esos años, cuando aún era temprano para hablar de ello, Romer postuló que la clave del crecimiento económico sería ahora una relación entre las empresas, los emprendedores y los innovadores en general, con la tecnologización al centro de todo.

Dentro sus tutores económicos y entre quienes comenzaron a prestarle oreja a sus teorías está Peter Druke, el padre del management, Michael Porter, Alvin Toffler, y su polémico colega Paul Krugman, que también lo ha citado. Todos ellos comenzaron a erigir su “fama”.

Su apellido fue comidilla en las escuelas de economía y negocios alrededor del mundo, cuando a fines de los ochenta realizó una tesis en la que barría con todos los pensamientos económicos establecidos.

En ella, Romer fue delineando que el cambio tecnológico y la innovación tenían que ser el centro del análisis económico. Nacía entonces una nueva teoría del crecimiento. “Los economistas, los hombres de negocio y los propios políticos están pasando por un cambio fundamental en su visión de la economía”, sostenía en una tesis que ya había deslizado en su paper de doctorado una década antes: “El cambio tecnológico endógeno”, publicado en el prestigioso Journal of Political Economy (www.journals.uchicago.edu/JPE).

La insistencia con la ciudad modelo

Su fama lo ha llevado a dar clases en las más prestigiosas universidades del mundo. Chicago, Universidad de California, Berkley; Stanford, están en la lista.

Romer ha cultivado un estilo rebelde que se ha traducido en una postura contraria a la economía clásica, y en las generaciones más jóvenes es visto más bien como un rupturista que como un economista de cuello y corbata. De allí la fama que alcanzó su teoría vociferada en 2009 en una charla TED. “Charter City” fue el concepto que lanzó entonces el académico.

Se comenta que la idea original de Romer surgió luego de observar un golpe de Estado en Madagascar, en 2009, cuando el gobierno de ese país quería entregar 100 mil hectáreas a las empresas Daewoo con la idea de crear una nueva ciudad en torno a sus instalaciones productivas.

“¿Cómo puede un país en problemas surgir de la pobreza si es que está entrampado en un sistema con normas deficientes? El economista develó una potente idea: «Ciudades bajo estatuto», zonas administrativas del tamaño de una ciudad gobernadas por una coalición de naciones. “¿Podría la Bahía de Guantánamo convertirse en el próximo Hong Kong?”. Así se presenta su ponencia en las charlas TED.

Su tesis en la charla incluía como ejemplos a Raúl Castro, China y Corea. En ella postulaba que los países deberían asociarse con otras naciones y ceder algunas responsabilidades administrativas a otros Estados, con el fin de desarrollar nuevas ciudades con reglas especiales que atrajeran capitales, empresas y familias.

Fue así que Romer se adjudicó la paternidad de esta idea, que no ha estado exenta de críticas en naciones donde se ha adoptado, como Honduras, país al que asesoró y por el cual recibió fuertes críticas de sus ciudadanos, que dijeron que él quería hacer del país centroamericano un experimento en vivo de su tesis.

El modelo por el manejo político ha fracasado y ha mutado a un estilo de ciudades privadas que han recibido rechazo entre los ciudadanos hondureños y que han sido tildadas incluso de racistas.

Sin embargo, es una tesis en la que ha insistido, incluso hasta poco antes de asumir como economista jefe del BM. A mediados de 2016, justo antes que se oficializara su cargo en el BM, Romer dio una entrevista a la prensa sueca en la que aseguró que no la parecía descabellado crear una ciudad modelo en Suecia, para confinar entonces allí a personas refugiadas.

Incluso creó y presidió la organización Charter Cities, hoy rebautizada como Marron Institute.

Poniéndole pimienta

En 2001, Romer le agregó una nueva línea a su CV. Convencido del poder del emprendimiento, creó Aplia INC, una firma que tuvo como fin apoyar a estudiantes universitarios en el desarrollo de sus tareas. Aunque el amor por la startup no le duró mucho. En 2007 decidió vender la empresa y continuar enfocado en sus labores académicas, aunque la operación se hizo por una cifra no menor.

Poco antes, había migrado de Berkley a Stanford, y el rumor entonces era que Romer se había apagado profesionalmente; aunque, es sabido, que siempre hace explotar alguna bomba.

Un año antes de asumir en el BM como economista jefe, Romer redactó una seria de artículos abiertamente críticos sobre sus colegas. El académico dijo que muchos de ellos enseñaban economía de manera confusa, compleja, todo con el fin de disfrazar la poca consistencia de sus teorías. «Mathiness» fue el concepto que utilizó, el cual hace referencia al mal uso de las matemáticas en sus tesis.

Romer, además, se ha enfrentado a las teorías que el mismo equipo del BM ha acuñado. “Su manera de entender la economía, particularmente ecléctica, y su recorrido por la profesión, hacen de él un economista atípico y alejado de la discreción que precisa el puesto”, dijeron medios especializados en julio de 2017, al conocerse que aterrizaba en el cargo. Inclusive señalaban que tenía fricciones evidentes con el equipo al que se integraba.

El economista no dejó de ser brutalmente honesto incluso en las declaraciones que publicó en su blog al oficializarse su arribo al BM. “Este es un ejemplo de algo que nunca creí posible: un trabajo intelectualmente excitante en Washington D.C. que estoy ansioso por aceptar”, dijo haciendo referencia a su aparente desidia por la política.

Ya nombrado, siguió siendo polémico. En marzo del año pasado (a solo seis meses de asumir en el cargo) encendió el debate con varios economistas. El intercambio partió desde Romer en la Universidad de Nueva York, donde atacó directamente al consenso económico neoliberal. “Desde hace tres décadas, la macroeconomía está yendo marcha atrás”, es su sentencia. Sus declaraciones, otra vez, no hicieron gracias a los economistas que no comparten sus tesis.

La guinda de la torta vendría la semana pasada, luego de su entrevista en la que aseguró que el BM había manipulado por motivos políticos el ranking Doing Business para perjudicar a Chile. El BM le quitó el piso y Romer el martes por la noche se desdijo. Ahora hay una investigación en curso. Para algunos, esta polémica será la que finalmente le pase la cuenta: el consenso es que sus días en el banco estarían contados.

¿Afectará lo anterior su prestigio como economista? No está del todo claro. Lo que es cierto es que si algo le encanta al economista, está pasando: todos hablan de él.

 

 

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