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[FOTOS] Valparaíso, fotografiarlo con pasos de vagabundo

[FOTOS] Valparaíso, fotografiarlo con pasos de vagabundo

Hernán Pereira
Por : Hernán Pereira Profesor y fotógrafo
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«El ojo, a cada segundo, es estimulado por una realidad que vive y se desvive por ser ni más ni menos lo que es y también, por ser mucho más de lo que observamos. Tal vez ahí radica la maravilla y la complejidad de fotografiar Valparaíso, donde cerros, calles y tanta vida, parecen un todo caótico, imposible de ordenar en una sola imagen», escribe en este artículo el académico de la UNAP Hernán Pereira, sobre las imágenes que captó en el puerto junto a Pamela Daza.


Valparaíso es una ciudad donde uno llega para quedarse o para regresar toda vez que sea posible. Es como los grandes amigos, no pide nada y siempre está esperando en una esquina, a la subida de un ascensor o bajando y subiendo escaleras interminables. Es una ciudad para caminar sin prisa o atropelladamente, conviene observarla desde un trolebús, una embarcación o mirando por la ventanilla de un tren que se aleja.

¿Qué mejor entonces que recorrerlo con una cámara fotográfica? y tal vez allí, en algún café del centro, haciendo una pausa, releer a Neruda, quien en su obra póstuma, «Confieso que he Vivido», capítulo “El Vagabundo de Valparaíso”, nos da algunas pistas para encontrar lo esencial. Esta vez las fotografías de la serie y las palabras del poeta nos ayudarán a caminar por algunas calles y cerros hasta donde sea posible. Y tal vez, más allá.

Para quienes nos dedicamos a la fotografía, Valparaíso es un mosaico infinito que se renueva día a día, ofreciendo temas irrepetibles del paisaje humano y urbano. El ojo, a cada segundo, es estimulado por una realidad que vive y se desvive por ser ni más ni menos lo que es, y también por ser mucho más de lo que observamos. Tal vez ahí radica la maravilla y la complejidad de fotografiar Valparaíso, donde cerros, calles y tanta vida, parecen un todo caótico, imposible de ordenar en una sola imagen. La impensada. La definitiva. La imposible.

«Valparaíso es secreto, sinuoso, recodero. En los cerros se derrama la pobretería como una cascada. Se sabe cuánto come, cómo viste (y también cuánto no come y cómo no viste) el infinito pueblo de los cerros. La ropa a secar embandera cada casa y la incesante proliferación de pies descalzos delata con su colmena el inextinguible amor».

Después de todo, uno termina fotografiando la ciudad de la única forma que es posible, con afecto y deslumbramiento, como un vagabundo provisto de una cámara fotográfica. En ése caminar nos encontramos hace un par de años con Víctor Hugo Bustamante, dueño de la recordada Librería Ivens. Nos contó que «no existe un porteño típico, existe el porteño del barrio puerto, el porteño artista, el porteño trabajador, el porteño estudiante, pero sí existe una porteña típica y esa tienes que mirarla por detrás, las escaleras modelan su cuerpo».

Poetas, cantantes, pintores, artistas de las más variadas disciplinas, han rendido su arte e inspiración a esta ciudad. La fotografía, como espejo de una época, no ha estado ausente y seguirá, por mucho tiempo, ofreciendo nuevas miradas que permitan compartir aquella imagen definitiva, excepcional y completa, que los fotógrafos eternamente buscamos y donde la fugacidad de un instante, plasmado en el papel, detendrá el tiempo; ojalá irrepetible, tal vez como arte. En nuestro caso, la tarea consistió en recorrer Valparaíso casi hasta el colmo… y un poco más. No hay otra manera de abarcarlo con el lente de una cámara ya que aquí todo interesa: calles, ascensores, mercados, cerros, caletas de pescadores, desfiles, partidos de fútbol, arrabales; sin olvidar las ventanas, los burros, los fuegos artificiales, la Fiesta de San Pedro y muy especialmente, las coloridas casas, encaramadas en los cerros de manera asombrosa.

Para concluir, una cosa es clara en lo fotográfico, Valparaíso es inabarcable en una sola visita. Hay que volver muchas veces y descubrirlo al ritmo de cada uno. Sin rumbo, sin horario, sin apuro, como una forma de absorber y disfrutar la ciudad que es Patrimonio y Humanidad; la que en su nombre promete que se puede llegar al Paraíso y alrededores. Neruda lo advirtió y lo cuenta al final del capítulo de su libro en estas palabras, «Yo no puedo estar en tantos sitios, Valparaíso necesita un octopiernas, un monstruo marino que lo recorra en toda su extensión. Si subimos y bajamos todas sus escaleras, habremos dado la vuelta al mundo».

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