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Qué ganó y qué perdió Argentina durante el kirchnerismo

Qué ganó y qué perdió Argentina durante el kirchnerismo

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Por primera vez en 12 años, el ganador no llevará el apellido Kirchner. Si bien el favorito en la intención de voto, Daniel Scioli, representa al oficialista Frente para la Victoria (FPV), no es considerado un kirchnerista puro.


No se sabe quién triunfará en las elecciones del domingo en Argentina o si para elegir al próximo presidente hará falta o no una segunda vuelta.

Pero una cosa es segura: por primera vez en 12 años, el ganador no llevará el apellido Kirchner.

Si bien el favorito en la intención de voto, Daniel Scioli, representa al oficialista Frente para la Victoria (FPV), no es considerado un kirchnerista puro.

De hecho, ya ha anunciado que de ganar implementará algunos cambios en la política y, sobre todo, en el estilo de gobierno.

Por ello en BBC Mundo quisimos hacer un repaso de la llamada «era K», que sin lugar a dudas dejó muchas marcas en Argentina.

Aquí enumeramos algunas de las cosas que ganó y perdió el país desde que Néstor Kirchner asumió en 2003 hasta la actualidad, al final del segundo mandato de su esposa Cristina Fernández de Kirchner.

LOGROS:

Ampliación de derechos

Durante los años de kirchnerismo Argentina se convirtió en la pionera de América Latina en términos de derechos sociales.

En 2010 se aprobó –por iniciativa del oficialismo– el «matrimonio igualitario», convirtiendo a Argentina en el primer país de la región y el décimo del mundo en permitir el casamiento entre personas del mismo sexo.

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Dos años después el gobierno volvió a hacer historia promoviendo la Ley de Identidad de Género, que permitió que travestis, transexuales y transgéneros sean inscriptos en sus documentos con el nombre y sexo de elección.

También obligó al Estado a solventar las operaciones de cambio de sexo.

En 2013 el kirchnerismo también promulgó una nueva ley que castiga el trabajo infantil y otra que buscó regularizar la situación de más de un millón de empleadas domésticas, la mayoría de quienes trabaja de manera informal.

Ese mismo año se marcó un nuevo hito con la aprobación de la Ley de Fertilización Asistida, que garantiza el acceso universal y gratuito a técnicas de reproducción a toda persona mayor de edad.

Derechos humanos

Apenas asumió, en 2003, Néstor Kirchner promovió en el Congreso la anulación de las llamadas «leyes del perdón» que garantizaban la inmunidad a muchos acusados de crímenes de lesa humanidad durante el último régimen militar (1976-1983).

Dos años más tarde, la Corte Suprema de Justicia convalidó esa anulación. Y, en 2007, declaró inconstitucional un indulto a los jerarcas militares, abriendo las puertas a cientos de juicios contra exrepresores.

La mayoría de los líderes militares, que según las agrupaciones de derechos humanos fueron responsables de la desaparición de unas 30.000 personas, fueron llevados a juicio.

Según un informe del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), en total 2.625 personas fueron acusadas de crímenes de lesa humanidad.

Para finales de 2014, 526 ya habían sido condenadas, 51 fueron absueltas y la mayoría aún espera su juicio, en muchos casos en prisión preventiva.

La reactivación de los juicios contra exrepresores recibió el apoyo de gran parte de la sociedad argentina, pero no de todos.

Algunos, en especial los sobrevivientes y familiares de quienes fueron víctimas de grupos guerrilleros durante los años 70, cuestionan que los exlíderes rebeldes no hayan sido juzgados, como los militares.

Los gobiernos kirchneristas también dieron un fuerte impulso a agrupaciones como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

Este último organismo logró hallar a al menos 117 hijos de desaparecidos, que fueron reconectados con su familia de origen.

El caso más emblemático fue el de la presidenta de Abuelas, Estela de Carlotto, quien recuperó a su nieto en 2014.

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Y, en 2007, el gobierno también inauguró el Espacio Memoria y DD.HH., un museo que se estableció en el predio donde operó el centro clandestino de detención más sangriento de la dictadura, la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

Empleo y cobertura social

Otro de los méritos que se atribuye el kirchnerismo fue haber reducido el desempleo.

Cuando asumió Néstor Kirchner en 2003, el país superaba una de sus peores crisis económicas de la historia, y más del 17% de los argentinos no tenía trabajo.

El kirchnerismo logró reducir esa cifra a menos del 7%, según los datos de Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).

El gobierno afirma haber creado unos 6 millones de puestos de trabajo durante la era K.

Aunque los críticos resaltan que la mayor parte de esos puestos fueron en el sector público y representan una pesada carga para el Estado.

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Otro logro del kirchnerismo fue la ampliación de la cobertura previsional.

Gracias a una moratoria en 2005, que permitió que unos 2,5 millones de jubilados reciban una pensión a pesar de no haber hecho aportes, Argentina pasó a tener la segunda mayor cobertura jubilatoria de América Latina, después de Bolivia, con un 94,6%.

Los «nuevos jubilados» equivalen a más del 40% del total. Pero, según algunos expertos, representan una carga económica insostenible de cara al futuro.

El gobierno fue cuestionado también por no haber adecuado la jubilación de muchos contribuyentes que ganaron juicios contra el Estado para que se les reconozcan esos aumentos.

Pero incrementó en más del 1.400% la jubilación mínima –que cobran cerca del 75% de los retirados– para adecuarlo a la inflación.

También amplió en más de un 1.700% los fondos de ayuda social: en 2015 –según el presupuesto nacional– entregó 18 millones de planes sociales a argentinos de bajos recursos, una política asistencial que algunos apoyaron y otros criticaron por considerarla clientelista.

Regreso de los jóvenes a la política

Uno los mayores logros que se le atribuyó al kirchnerismo fue su capacidad para movilizar a los más jóvenes, una franja de la sociedad que desde la década de los ‘70 se había mantenido apolítica.

Incluso los detractores del gobierno reconocen que esta fuerza logró, como pocas otras, atraer a la juventud, que forma uno de los pilares centrales del apoyo al «modelo K».

Gran parte de la militancia kirchnerista, agrupada en la organización «Unidos y Organizados», está compuesta por grupos juveniles. Y la agrupación más influyente dentro del partido de gobierno es «La Cámpora», fundada por Máximo Kirchner, hijo de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.

En los últimos años, Fernández nombró a varios miembros de esta agrupación juvenil en puestos clave, como la presidencia de la reestatizada Aerolíneas Argentinas o el viceministerio de Economía, algo que generó críticas de sus detractores.

«La Cámpora» fue acusada de infiltrarse en las escuelas con la intención de adoctrinar a los más chicos luego de que la prensa revelara que la agrupación realiza talleres políticos en colegios públicos.

Pero el aumento de la participación de los jóvenes en la política se vio más allá de la militancia y el Poder Ejecutivo: también el Congreso se llenó de figuras jóvenes en los últimos 12 años, tanto del kirchnerismo como de otras fuerzas.

A finales de 2012, el gobierno impulsó una ley para habilitar el sufragio voluntario a partir de los 16 años.

No obstante, la decisión no tuvo mayor impacto en las elecciones legislativas de 2013, y no se espera que el voto joven sea determinante en estas elecciones.

Consolidación regional

Los Kirchner realizaron un vuelco importante en la política exterior argentina, priorizando la integración con el resto de América Latina.

Impulsaron la creación de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), cuyo primer secretario general fue Néstor Kirchner.

E implementaron políticas migratorias, como el Plan Patria Grande, que favorecieron la regularización de inmigrantes del Mercado Común del Sur (Mercosur).

También fomentaron la llegada de decenas de miles de estudiantes latinoamericanos que eligieron formarse en las universidades públicas de Buenos Aires y otras grandes ciudades.

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La contracara del acercamiento a América Latina fue el deterioro del vínculo con Washington, que tuvo varios momentos críticos, empezando con la oposición de los Kirchner a la creación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), impulsado por EE.UU.

El kirchnerismo también fue criticado por su alianza con la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, y por su acercamiento al régimen iraní.

Para algunos analistas, la política exterior K dejó a Argentina más aislada del mundo, pero otros aplauden que el país finalmente se haya acercado a sus vecinos, en particular Brasil.

Otro éxito que se le atribuyó al kirchnerismo fue el amplio respaldo que obtuvo a su reclamo por la soberanía de las Islas Malvinas o Falklands, tanto de la oposición interna como de la región.

QUÉ SE PERDIÓ:

«La grieta»

La polarización de la sociedad argentina es quizás uno de los efectos más notorios que dejan atrás los 12 años de gobierno kirchnerista.

Antes de la llegada al poder de Néstor Kirchner, discutir de política era una de las pasiones de los argentinos. Pero las fuertes diferencias que generaron los gobiernos K hicieron que el tema pasara a ser tabú en muchos encuentros sociales o familiares.

La mezcla de pasión y odio que inspiraron Kirchner y su esposa y sucesora fue comparado por muchos con la que en el pasado generaron Juan Domingo Perón y su esposa Evita.

El ambiente de crispación se agudizó en 2007 con la llegada a la presidencia de Fernández, cuyo estilo fue mucho más confrontativo que el de su marido.

Un ejemplo de la falta de diálogo fue la reticencia de la jefa de Estado a dar entrevistas. Concedió apenas un puñado, y siempre a medios afines o del exterior.

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Así, la sociedad se dividió entre quienes admiran con fanatismo a «Cristina» y quienes la odian, sentimientos que se ahondaron por el gran número de discursos de tono combativo que dio la presidenta por cadena nacional durante sus ocho años de gobierno.

Hoy en día, es inusual encontrarse con un argentino que mantenga una postura neutral o indiferente respecto a la mandataria y al kirchnerismo en general, una división que tomó el nombre popular de «la grieta».

Confianza económica

Los primeros años del kirchnerismo se desarrollaron en un contexto de fuerte crecimiento económico, favorecido por el precio récord de materias primas como la soja, el principal bien de exportación argentino.

Sin embargo, los años de bonanza no se aprovecharon para crear fondos anticíclicos, como ocurrió en otros países como Chile.

Además, se mantuvieron millonarios subsidios al transporte y la energía –implementados durante la época de emergencia económica tras la crisis de 2001– que terminaron generando un fuerte déficit fiscal.

La crisis financiera mundial de 2008, la caída del precio de los commodities y las dificultades de Argentina para endeudarse en el exterior debido a los efectos del default de 2001, complicaron el panorama económico local.

A pesar de los problemas, el gobierno aumentó el gasto público y respondió a la crisis fomentando el consumo interno y acelerando la expansión monetaria.

Y, según muchos economistas, eso hizo crecer la inflación en 2014 a niveles cercanos al 40%, una de las cifras más altas del mundo.

Esos datos, sin embargo, no fueron los que reflejó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), que tras ser intervenido por el gobierno en 2007 mostró cifras muy por debajo de las reales.

La falta de precisión de las estadísticas oficiales argentinas fue cuestionada por muchos, incluyendo el Fondo Monetario Internacional (FMI), que en 2013 emitió una «declaración de censura» contra el país.

En 2011, ante la caída de las reservas internacionales del Banco Central, Fernández anunció, pocos días después de haber sido reelegida para un segundo mandato, una serie de restricciones a la compra de divisas.

La medida, conocida popularmente como el «cepo al dólar», se mantuvo hasta hoy, al igual que las restricciones a la importación que han afectado a muchos sectores.

En tanto, entidades que miden la pobreza, como la Universidad Católica Argentina (UCA), informaron que la alta inflación y la situación económica han llevado a la pobreza a casi el 29% de la población.

Aunque esa cifra es cuestionada por el gobierno, que considera que menos del 5% es pobre.

Corrupción

Los Kirchner y su entorno han tenido numerosas denuncias de corrupción.

Si bien las acusaciones por presunto enriquecimiento ilícito de la familia presidencial –que aumentó su patrimonio en más de un 1000% desde 2003 hasta 2015– fueron descartadas por la justicia, otras investigaciones aún avanzan hoy.

La que más afecta a la presidenta es la del llamado caso Hotesur, por el que Fernández y varios familiares están imputados.

Son sospechosos de haber ocultado una maniobra de blanqueo de divisas ilegales o una devolución de favores por la adjudicación de obras públicas a un aliado, Lázaro Báez.

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Pero Fernández no es la única kirchnerista investigada por la justicia. Su segundo, Amado Boudou, está en una situación legal aún más complicada: es el primer vicepresidente en funciones en la historia argentina en estar procesado.

Boudou fue acusado en julio de 2014 de los delitos de cohecho y negociaciones incompatibles con la función pública por el llamado caso Ciccone: la compra irregular de una imprenta de papel moneda cuando era ministro de Economía, antes de ser vicepresidente.

Este año la Cámara Federal de Buenos Aires confirmó su procesamiento, por lo que deberá enfrentar un juicio.

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Boudou también está procesado por presunta falsificación de documentos y está imputado en dos causas judiciales más.

El ministro de Planificación Federal, Julio de Vido, también es investigado junto con su esposa por presunto enriquecimiento ilícito.

En tanto, varios exfuncionarios kirchneristas enfrentan juicios o ya fueron condenados.

El exsecretario de Transporte Ricardo Jaime (2003-2009), que ya recibió una sentencia de un año y medio por recibir dádivas, es juzgado junto con su sucesor en el cargo, Juan Pablo Schiavi (2009-2012), por la muerte de 51 personas en el choque de tren de Once, en 2012.

La exsecretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable Romina Picolotti (2006-2008) fue enviada a juicio oral por administración fraudulenta y el exsecretario de Comercio Interior Guillermo Moreno está procesado por presunto abuso de autoridad.

En 2012, la exministra de Economía de Néstor Kirchner, Felisa Miceli, se convirtió en la primera exfuncionaria kirchnerista en ser condenada cuando recibió una pena de cuatro años de prisión por el hallazgo de dinero no declarado en el baño de su oficina.

Según el gobierno, las causas en su contra forman parte de una campaña de la oposición, medios críticos y un sector de la Justicia que busca perjudicarlo.

En cambio los detractores del kirchnerismo sostienen que fue el gobierno más corrupto en la historia del país.

Desgaste institucional

Los choques del Poder Ejecutivo con sectores del Poder Judicial fueron una de las causantes del desgaste institucional que vivió Argentina durante la era K, otro de los legados que dejan los 12 años de gobierno que concluyen.

Algunos de los choques más fuertes entre el gobierno y la Justicia se dieron como consecuencia de la aprobación de una nueva Ley de Medios, en 2009, y la denuncia y posterior muerte del fiscal Alberto Nisman, en 2015.

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Diversos jueces paralizaron la aplicación de la Ley de Medios por muchos años, lo que generó duros cuestionamientos del gobierno, que impulsó la norma, hasta que la Corte Suprema de Justicia la declaró válida en 2013.

Pero las acusaciones cruzadas empeoraron tras la muerte de Nisman, quien fue hallado con una bala en la cabeza en enero pasado, días después de acusar a Fernández de haber encubierto a los presuntos responsables iraníes del atentado de la AMIA, en 1994.

La enorme manifestación a favor del esclarecimiento de la muerte del fiscal, y en contra del gobierno, llevó a Fernández a acusar a la Justicia de hacer política a través de lo que llamó el «Partido Judicial».

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Meses después, el kirchnerismo también tuvo un fuerte enfrentamiento con la Corte Suprema, al que acusó de no querer resolver el atentado contra la embajada de Israel de 1992. Y buscó la remoción del magistrado supremo más longevo, Carlos Fayt.

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También el Poder Legislativo sufrió un desgaste durante los años de kirchnerismo.

La amplia mayoría oficialista en el Congreso hizo que muchas de las leyes promovidas por el gobierno fueran aprobadas casi sin debate, llevando a algunos opositores a afirmar que el Parlamento se convirtió en una «escribanía».

Pero no solo los tres poderes del Estado perdieron legitimidad durante los últimos 12 años.

El índice sobre la confianza en las instituciones (Trustbarometer) publicado cada año por la consultora internacional Edelman muestra que los medios y las empresas también perdieron credibilidad en los últimos años.

El campo en crisis

Algo que distinguió históricamente a Argentina fue su ganadería y su rica producción agraria.

Pero las políticas intervencionistas de los gobiernos kirchneristas modificaron enormemente el panorama.

Las restricciones a la exportación de carne, aplicadas por el gobierno con la intención de reducir el precio interno, tuvieron el efecto contrario, llevando el famoso «bife» argentino a precios récord y recortando el consumo local.

Pero el efecto más notorio fue que Argentina perdió su lugar como uno de los líderes regionales en la exportación de carne, siendo superado por países más pequeños como Uruguay y Paraguay.

Entre 2003 y 2014 se perdieron 3,4 millones de cabezas de ganado, según muestran las cifras de las organizaciones rurales.

La contracara de ese fenómeno fue la explosión de la soja, a la que muchos agricultores se volcaron debido a sus altos precios de exportación.

Ese cultivo pasó de una producción de 31,5 millones en 2003/4 a una cosecha récord de 61,4 millones en 2014/15.

La oleaginosa se convirtió en un monocultivo en muchas partes del país, reemplazando a otros granos como el centeno, que disminuyó un 48%, el girasol, que se redujo un 34%, y el trigo, que cayó un 30% en ese período.

Esta última caída, agravada por restricciones a la exportación, tuvo como consecuencia un enorme encarecimiento de los productos hechos a base de harina de trigo, como las pastas, la pizza y las «facturas» (bollos o bizcochos dulces), tres clásicos de la dieta argentina.

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Los ambientalistas también advirtieron sobre los efectos nocivos para el suelo de la concentración de soja y la falta de rotación de cultivos.

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