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Refundar la educación pública es reconstruir la universidad estatal

Daniel Andrade y Matías Flores
Por : Daniel Andrade y Matías Flores Daniel Andrade, Presidente Centro de Estudiantes de Ingeniería, Universidad de Chile y Matías Flores González, Senador Universitario, Universidad de Chile.
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¿Qué está ocurriendo con los estudiantes? Ya ha pasado un mes desde que el Mineduc entregó un documento de trabajo llamado “Bases para Reforma al Sistema Nacional de Educación Superior” y tras varias sesiones de la Confech no han salido posiciones radicales ni movilizaciones de rechazo. Es un momento crucial para quienes defendemos la necesidad de refundar la educación pública ya que en el documento se barajan propuestas en dirección contraria, que se profundizan a medida que actores privados ejercen su presión al gobierno como una defensa de intereses particulares más que grandes proyectos país o políticas nacionales. En medio de esto, pareciera que los estudiantes estamos durmiendo justo en el momento menos oportuno, ya que se viene una reforma que no reformará y terminará consolidando el modelo de mercado en la educación superior.

Es cierto que desde el 2014 hemos tenido un escenario complicado, donde el gobierno de Michelle Bachelet ha buscado apropiarse de nuestras consignas -gratuidad y entender la educación como un derecho social- y por esto se pone en cuestionamiento la legitimidad de nuestra movilización, por lo que la ciudadanía podría pensar lógicamente “¿por qué se movilizan si ya les están dando lo que quieren?”. Y aunque hemos logrado mantener la masividad en las calles y las ganas de movilización de los estudiantes, esto no ha tenido el efecto de años anteriores. Así, vemos a la Confech incapacitada de aunar una agenda política e instalar relatos potentes a través de sus vocerías, que permitan dar respuestas y hacer sentido a las mayorías sociales. Y si bien han ocurrido coyunturas que han quitado el foco de la educación, tales como los desastres naturales, eventos deportivos y casos de corrupción, no hay que desconocer que tenemos dificultades serias.

Una sincera auto-crítica, y que aporte a reorientar la acción del movimiento, debe partir reconociendo que los estudiantes se han vuelto poco incidente desde hace algunos años y si nos queremos mostrar nuevamente como actores relevantes debemos superar rápidamente dos grandes desafíos que, sin ser evidentes a simple vista, nos tensionarán en los momentos decisivos: por un lado los efectos no buscados de las “movilizaciones internas”, que pueden llevarnos a un gremialismo involuntario, y, por otro lado, el asumir las tensiones entre instituciones estatales y privadas, que no deben significar contradicciones entre estudiantes.

[cita] Además, cae sobre los estudiantes de educación superior estatal una responsabilidad aun mayor de volcar esa preocupación y capacidad de movilización mostrada a nivel interno hacia la reconstrucción de todas las universidades estatales, como una gran red, con todos los académicos, funcionarios y rectores, pues juntos debemos ser la columna vertebral de una refundación a la Educación Superior.[/cita]

El primer desafío mencionado, propio de este 2015, son los efectos no buscados de las movilizaciones centradas en los problemas “internos” de las universidades, oponiendo muchas veces a los estudiantes con los académicos y rectorías. Un ejemplo de esto se vivió en la Universidad de Chile a través de la movilización de “La Chile en Crisis” y la Toma de la Casa Central que cuestionaba cómo se distribuyen los recursos internos -presupuesto-, cómo se toman las decisiones -democracia-, a qué objetivos se dirige la labor académica -orientación del conocimiento-, entre otras. Rápidamente podemos encontrar falencias de esta movilización al existir una conducción errática que llevó a petitorios y negociaciones no muy bien comunicados a las asambleas y estamentos, que demoró demasiadas semanas sin tener ninguna respuesta o las tomas espontáneas que se hicieron de los Servicios Centrales –“Torre 15”– que no fueron avaladas por la Fech y crearon confusión incluso en los funcionarios cuando un grupo pequeño los amenazaba por los altavoces, por mencionar algunas acciones que nos llevaron a un descrédito que no esperábamos, sabiendo que siempre habíamos contado con el respaldo de la comunidad en las movilizaciones. Pese a esto, si vemos en perspectiva debemos destacar un elemento muy positivo y que no se veía desde hace muchos años: los estudiantes mostramos una preocupación por el estado actual de la Universidad de Chile dado por el autofinanciamiento y, a partir de esto, una capacidad de movilización masiva por refundar su modelo institucional.

No obstante, algunos, al parecer, nunca entendieron que esta crisis es producto del abandono del Estado y reducen la crisis de la Chile a las “condiciones dignas de estudio”, bordeando el gremialismo. Algunos desconocen que la solución será definitiva cuando volvamos como universidades estatales a tener un sentido para el desarrollo nacional y cuando la sociedad nos retribuya, a través de los fondos fiscales, la estabilidad para desarrollar la labor académica y formativa. Y en ésta es una pelea a la que todos los estamentos deben sumarse.

La mayor precaución a tener es que las legítimas diferencias internas dentro de nuestras instituciones no nos hagan perder el foco del debate nacional de fondo: el destino de la Educación Superior. Si solamente nos volcamos a un conflicto “interno” y nos entrampamos ahí, Jaime Guzmán estará orgulloso de nuestra miopía y falta de voluntad de incidir en la política nacional. Y que no se mal entienda, las condiciones particulares de los estudiantes serán parte de la transformación del modelo de educación superior, pero no es el único motor ni puede ser el único horizonte de las movilizaciones.

Pero es el segundo desafío mencionado el más relevante del movimiento estudiantil: las tensiones entre instituciones estatales y privadas. Esto es delicado para la Confech pues todos hemos promovido la unidad de los estudiantes de universidades estatales y privadas, como una forma de ensanchar las espaldas y fuerzas del movimiento social por la educación. De hecho, tanto se ha profundizado esta alianza y la relevancia de los estudiantes de universidades privadas que este 2015 por primera vez se eligió una Vocería de Privadas. Pero pensemos: ¿Qué problemas puede generar la tensión de las instituciones para un movimiento estudiantil que anhela refundar la Educación Superior?

Siempre que vemos que los rectores de varias instituciones privadas -técnicas y universitarias- buscan integrarse al sistema de gratuidad, por el simple motivo -cierto o no- de tener matrícula de estudiantes de “escasos recursos”, podemos identificar una defensa corporativa de sus propios intereses y “emprendimientos educacionales”. La tensión con las instituciones estatales surge cuando el gobierno hace eco  de estos intereses particulares y les otorga financiamiento en vez de que el Estado le otorgue estos fondos a sus instituciones.

Los estudiantes no podemos caer en el error de traspasar esta tensión entre instituciones privadas y estatales por los fondos, a la unidad de los estudiantes de estatales y privadas. No debemos obviar que no podemos defender los intereses de las instituciones privadas prioritariamente, porque un requisito para refundar la Educación Pública es revertir la herencia del modelo mercantil de educación, donde las instituciones estatales han sido destruidas y reducidas al 15% de la matrícula nacional. De esta forma se hace urgente priorizar las demandas del movimiento estudiantil: el primer paso para refundar la Educación Pública es la reconstrucción de las instituciones estatales. Y esto no es una defensa corporativa ni de intereses particulares, pues las instituciones del estado son las que están más capacitadas para defender y actuar bajo el interés general de la sociedad y no los intereses lucrativos de las “juntas directivas” o proyectos con fines ideológicos.

El financiamiento del Estado a las instituciones privadas podría darse solamente en un Régimen de Transición a un nuevo modelo de predominio de las instituciones estatales y bajo condiciones claras a través de un reconocimiento mediante una ley de la República, asegurando que sea la sociedad completa la que discuta la pertinencia de otorgar financiamiento a una entidad privada, como ocurrió históricamente con las privadas pre-81. Cuando hablamos de un Régimen de Transición nos referimos a que, durante un período de tiempo, se busque una radical revitalización la educación pública aumentando progresivamente la capacidad y cobertura de las instituciones de educación estatales, orientadas a un plan de desarrollo nacional que les reconozca un sentido para el país.

Estos desafíos mencionados son serios y encenderemos la alerta cuando, por uno u otro motivo, se evite la discusión de la columna vertebral de la Reforma a la Educación Superior, ya que el riesgo es que podamos terminar peor que como comenzamos. Porque a pesar de lo que manifestamos hoy los estudiantes, sí es posible otorgar gratuidad y mantener el mismo modelo privatizador y de competencia. Si el Estado no se propone garantizar el derecho a la educación y, en cambio, delega esta función al mercado y se limita a evaluar y corregir la calidad y equidad del “servicio”,  nunca tendrán la posibilidad de desarrollarse las universidades estatales. Si no hay un proyecto de fondo en la reforma, jamás cambiará el modelo y la gratuidad terminará como un flujo de recursos públicos -de todos los chilenos- a proyectos privados, donde solo un grupo cerrado delibera y las instituciones estatales quedan en una desventaja absoluta para cumplir su labor al servicio de las necesidades de las mayorías del país. Para unas instituciones tan golpeadas como las estatales, la propuesta actual del Mineduc es irresponsable y marca un camino encubierto de destrucción de sus propias instituciones.

A los estudiantes en general, nos queda como tarea principal profundizar esta autocrítica del movimiento estudiantil y poder dirigir correctamente nuestras energías en el debate nacional y no terminar aceptando por omisión un proyecto que va en una dirección opuesta a lo que buscamos. Además, cae sobre los estudiantes de educación superior estatal una responsabilidad aun mayor de volcar esa preocupación y capacidad de movilización mostrada a nivel interno hacia la reconstrucción de todas las universidades estatales, como una gran red, con todos los académicos, funcionarios y rectores, pues juntos debemos ser la columna vertebral de una refundación a la Educación Superior. Con esta claridad de nuestras demandas y su priorización, le podremos decir con fuerza al Mineduc que cualquier reforma que no fortalezca a las instituciones estatales terminará condenándolas a un destino similar al de la educación pública secundaria con el modelo “particular subvencionado”, donde en un corto plazo lo público pasó de ser sinónimo de calidad a ser abandonado a una precariedad que hasta hoy sufre nuestro país.

Si no queremos llegar a esta situación, los actores sociales debemos comenzar un debate en torno a estos puntos centrales y mostrarnos resueltos a no permitir que la reforma se cierre en los términos actuales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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