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Lamentables declaraciones de Fernando Montes


Han sido particularmente lamentables las declaraciones del sacerdote jesuita Fernando Montes en entrevista concedida a El Mercurio del domingo 6 de marzo. Su tono general da la impresión de que quienes están recluidos en Punta Peuco por crímenes de lesa humanidad estarían sufriendo una injusta discriminación por ciertas condiciones del cumplimiento de sus condenas. Sí, tal como usted lo está leyendo.

Una cosa que hace Montes –razonable y efectivamente misericordiosa– es solicitar que sus internos con enfermedades incurables y cercanos a su muerte, puedan fallecer en sus casas. O que quienes estén perdidos en el tiempo y en el espacio puedan terminar su condena en reclusión domiciliaria. Por cierto, en esto último siendo rigurosos en la evaluación médica, para no repetir un caso de vergonzosa memoria…

Pero otra muy distinta es solicitar, como lo hace Montes, que los condenados en dicho penal puedan disponer de las mismas condiciones de los presos comunes en términos de “libertades condicionales”, “salidas provisorias” y, peor aún, de poder “revisar (la situación) de quien ha cumplido la mitad de la pena”. Pareciera no darse cuenta, en primer lugar, que los crímenes por ellos cometidos son, como los de los nazis en sus campos de exterminio, “contra la humanidad” y que, como tales, es plenamente justo que sean sancionados mucho más duramente que los de un criminal común. Y, en segundo lugar, que el esfuerzo para acceder a la verdad y la justicia ha sido muy problemático –y parcial– en nuestro país, como para empezar a horadarlo en los hechos de modo poco consecuente con los principios fundamentales.

Pero, además, es penoso que un sacerdote de la trayectoria de Fernando Montes introduzca en su entrevista insólitas –por decir lo menos– consideraciones. Así, cuando se le plantea que “la opinión pública tiene la idea de que en Punta Peuco están muy cómodos los presos”, él contesta: “Probablemente (¡!) Punta Peuco tiene mejores condiciones, pero tampoco es un hotel cinco estrellas. Tiene enormes controles y tiene incomodidades propias de una cárcel (sic). Por lo pronto, no se pueden mover (sic), hay horarios rígidos, no salen”.

Otra expresión de Montes que induce a pensar que se está tratando inhumanamente a los reclusos de Punta Peuco es cuando señala que “ellos, por bárbaros que hayan sido, tienen familia, tienen hijos”. Y lo que simplemente es para quedar atónitos, es cuando afirma: “Yo creo que no hay que olvidar que (quienes están presos en Punta Peuco) son seres humanos que cometieron un error (sic)”.

Plantea también consideraciones que pueden interpretarse como de menoscabo del sufrimiento de los familiares de los torturados y detenidos desaparecidos, al señalar que el acercarse pastoralmente a familiares de los victimarios presos, “me permitió contactar a algunas familias que han sufrido como nadie”. Y otras afirmaciones que sin duda llevan a “disminuir” significativamente la culpa de los peores torturadores: “Para mí fue terrible conversar largo con el ‘Guatón’ (Osvaldo) Romo, agente torturador de la Dina. Y pude comprobar los niveles trágicos de desorden personal, que era fruto de toda una circunstancia, y que había sido usado. Ahí aprendí que hay que tener un cuidado enorme para precisar quiénes son los responsables e ideólogos mayores y quiénes son personas que en un régimen enormemente jerárquico cumplen acciones que tal vez no hubieran hecho en otras circunstancias”. Es claro, tampoco los nazis que gaseaban a los judíos en los campos habrían repetido lo mismo en “otras circunstancias”…

Tampoco nos podemos “hacer los lesos” de dos características de pésimo gusto que agravan las consideraciones anteriores. Una es el generarse un pedestal de autoexaltación pocas veces vista en un sacerdote: “Yo he sido claro y preciso: he sido un fuerte, fuerte, fuerte (sic) opositor a los atropellos de los derechos humanos. Personalmente hasta expuse mi vida en defensa de estos derechos. Sin embargo, si hay que castigarlos, debe hacerse de manera civilizada (sic)”. Luego, señala la periodista respecto de Montes: “Cuenta, a modo de ejemplo, de cómo expuso su vida, que fue procesado porque fue duro en las frases que usó frente a Augusto Pinochet, y eso motivó un juicio”.

[cita tipo=»destaque»] Otra expresión de Montes que induce a pensar que se está tratando inhumanamente a los reclusos de Punta Peuco es cuando señala que “ellos, por bárbaros que hayan sido, tienen familia, tienen hijos”. Y lo que simplemente es para quedar atónitos, es cuando afirma: “Yo creo que no hay que olvidar que (quienes están presos en Punta Peuco) son seres humanos que cometieron un error (sic)”.[/cita]

Y enseguida vuelve directamente el sacerdote: “También personalmente yo saqué gente del país, puse gente en embajadas arriesgando mi vida, tuve escondido en mi propia pieza a uno de los guardaespaldas de Allende que creyó que corría peligro su vida, y me lo fueron a dejar sin decirme nada. Y me suplicó llorando que le salvara a su familia. Y fui a sacar a su familia y la llevé al campo. Esto fue muy inmediatamente después del golpe. Yendo de paso a la casa a sacar a esa familia, vi que había mucha gente en el puente Bulnes; me bajé del auto a mirar y había cadáveres flotando en el río (…) Fue un tema (las violaciones de derechos humanos) que, de palabra y con actos, me llevó a oponerme radicalmente a lo que pasó”. Quizás las autoalabanzas anteriores pueden explicarse como “salvación” para lo que se señala en el comienzo de la entrevista: “Está consciente de que lo que primero que dirán algunos es ‘¡Ah, este cura se dio vuelta la chaqueta!’”.

Otra consideración de pésimo gusto es el mañoso contrapunto que hace de dos destacadas víctimas y luchadoras por los derechos humanos: Carmen Hertz y Estela Ortiz. De la primera, dice: “Si hay alguien a quien respeto es a Carmen Hertz. Sin embargo me dolió mucho cuando dijo el otro día en los medios que el concepto de perdón es una cosa medieval, como diciendo, hoy día hay que superarlo. Es un concepto de profunda humanidad (…) Cómo me gustaría decirle, como cristiano, que yo no le pido que olvide lo que le pasó, que es razonable que pida justicia, pero que no es sanatoria la ley del talión: ojo por ojo, diente por diente (sic). Nadie puede obligarle a que perdone. Oí a Carmen Hertz y aunque comprendo su dolor, me dio pena su concepto de perdón”.

Y de Estela Ortiz: “Cuando te mataron a tu padre y a tu esposo, como a la Estela Ortiz, qué difícil es no quedar vuelto al pasado. Por eso ella me impresiona cómo se rehízo y ese atroz pasado no la dejó vuelta atrás”.

Por último, “asusta” –dada la influencia de Montes– el verdadero “globo sonda” que envía con esta entrevista, y que cuando le preguntan de su “grupo por representar estos derechos de los presos de Punta Peuco”, conteste: “Mire, yo me he reunido, he conversado con gente, con abogados. Pero yo no estoy en una campaña y no hay propiamente (sic) un grupo organizado. Somos personas que hemos ido tomando conciencia de que, pasados ciertos años, es muy importante preocuparse de estos hechos”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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