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La caridad falsa de la UDI y sus cómplices activos

Esteban Valenzuela Van Treek
Por : Esteban Valenzuela Van Treek Ministro de Agricultura.
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El año 1999 la UDI recreó en Chile el clientelismo a gran escala de los tiempos del cohecho y la compra de votos de la república oligárquica de conservadores y liberales: las poblaciones del país se llenaron de cajas de mercadería, bolsas con miles de lentes gratuitos, frazadas, poleras, pago de cuentas, show masivos y flotas de buses.

El hecho no es menor y requiere descripción densa: Lavín casi gana las elecciones a Lagos con su discurso cosista (“no soy político, mejoro las cosas”), publicidad optimista y millonaria vocación “popular” de la UDI traducida en la maquinaria neoclientelar a gran escala.

Es cierto que sectores de la Concertación ya habían mostrado prácticas de captura cooptativa del Estado con abuso de recursos públicos y vínculo incestuoso con las empresas (Indap, Salud Pública, Digeder, Refinería de Concón), lo que llevó al gremialismo a servir con mayor descaro al gran capital y contener el giro a la izquierda que propiciaron a mediados de los 90 los sectores críticos (PC, humanistas, verdes, regionalistas autonomistas, Moulian, los autoflagelantes de la propia Concertación). Un historiador de Concepción es categórico: “La Concertación tenía el poder político para cambiar la Constitución y las leyes en los 1990, así como la maquinaria estatal con miles de cargos a contrata y honorarios como ejércitos de los parlamentarios oficialistas… a los empresarios no les quedó otra que fortalecer a la UDI y cooptar a parte de la Concertación”.

Jaime Guzmán combinó autoritarismo, neoliberalismo y catolicismo ultraconservador que propiciaba el régimen de los poderosos con políticas “subsidiarias” y lucha contra la extrema pobreza. Una suerte de caridad torcida y falsa, ya que desde los orígenes del cristianismo ha existido el debate a favor de la complementariedad entre la idea de caridad como amor activo al desvalido y lucha simultánea por la justicia estructural (desde la patrística de San Ambrosio a Pablo Sexto con el Vaticano II), las dos almas que Alberto Hurtado encarnó creando el Hogar de Cristo y a su vez promoviendo los cambios estructurales y el poder sindical, en sintonía con la idea comunitarista y liberacionista de la redención colectiva en un Reino de Justicia “aquí y ahora”.

La opción “popular” fue manipular a los pobres, tomar “nichos” de las malas políticas de la Concertación, como las viviendas sociales en los 90 hacinadas en sintonía con la dictadura y otras mal construidas por empresarios “cercanos” (el escándalo COPEVA de Francisco Pérez Yoma, entre otras), repartir remedios y lentes, “tener respuestas concretas”, dar paseos a la playas, canastas con alimentos baratos. Así la UDI creció pagando a pobladores parte de sus cuentas con las mismas megaempresas privatizadas, las cuales tenían gerentes sentados en su propia comisión política.

La responsabilidad de la UDI es mayor que otros actores: se opuso a financiamiento público de los partidos con el discurso de que “era desviar recursos a los pobres para gastarlos en políticos” mientras ellos ejercían el rol de guardianes pretorianos del modelo y se llenaban las arcas de dineros para campañas millonarias y, en algunos casos, enriquecimiento personal. Las informaciones sobre el aporte irregular y el “legal anónimo” son asimétricas; la UDI fue el depositario de los grandes grupos económicos. Allí el descaro, el robo estructural, la doble moral. No hubo “amor al pobre” cuando se cuidaba el modelo para que no creciera la sindicalización, para que no se fiscalizara más la construcción, para dar hipergarantías a los precios de las sanitarias, eléctricas y comisiones de bancos, Isapres y AFP, cuando se pedía a manos llenas a coludidos, evasores y cohechadores.

[cita tipo=»destaque»]La opción “popular” fue manipular a los pobres, tomar “nichos” de las malas políticas de la Concertación, como las viviendas sociales en los 90 hacinadas en sintonía con la dictadura y otras mal construidas por empresarios “cercanos” (el escándalo COPEVA de Francisco Pérez Yoma, entre otras), repartir remedios y lentes, “tener respuestas concretas”, dar paseos a la playas, canastas con alimentos baratos.[/cita]

Por cierto están los cómplices activos en Renovación Nacional (Allamand se aisló denunciando los “poderes fácticos” y a su regreso calló) y sobre todo en la Concertación y la centro izquierda, que –como bien dice Camargo– “colonializaron” el sistema de partidos. Hay muchas hebras de las áreas en que no se ha podido avanzar por la “inversión” millonaria de las empresas: banca, isapres, AFP, servicios básicos, minería, oligopolio de medios, TV y diarios, industria farmaceútica, que se suma a los casos de colusión (pollos, papel), elusión y cohecho (Penta, Corpesca, SQM) que se siguen investigando.

Las democracias avanzadas igualitaristas tienen Estado fuerte (35% del PIB, Chile solo el 20%), poder político y universidades autónomas del dinero, economía mixta, sindicatos y sociedad civil fuertes, policentralidad versus la oligarquía centralista del modelo UDI y los cómplices clientelares de sectores de la Concertación (no fue toda la centro izquierda y allí están la luchas, las votaciones, los testimonios que permitieron al menos “corregir” el modelo en las palabras de Manuel Antonio Garretón, aunque seguir “adentro” pasó a ser parte de la niebla de cómplices pasivos y activos, de omisiones lesivas).

Deben desaparecer los Partidos S.A. y los servidores del gran Capital, como lo desean muchos empresarios y emprendedores que quieren juego limpio, sin privilegios, ni amenazas del duopolio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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