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Refugiados Sirios y segunda vuelta

Por: Marcelo Saavedra Pérez


Señor Director:

En medio de la vorágine electoral hubo una nota que, de acuerdo a mi percepción, fue abordada de manera tangencial por los medios de comunicación de masas, pero que representa claramente en lo que se ha transformado nuestra sociedad durante los últimos 40 años. Asimismo, dicha nota periodística a la que hago alusión puede ayudarnos a hacer un análisis crítico de lo que actualmente somos como pueblo que habita al margen del primer mundo y repensar el futuro en que nos gustaría que se transformara nuestra sociedad durante los próximos 40 años.

La nota que traigo a colación es el deseo expresado de varias de las familias de refugiados sirios ante el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados para ser reubicados en otro país, producto del cansancio de recibir malos tratos y lidiar periódicamente con actitudes xenófobas que alcanzaron su expresión más grave en la agresión física a una mujer de esa nacionalidad en Santiago, días antes de la primera vuelta electoral.

Nuestro país es un hábitat rudo para todos aquellos que no pertenecen al 1% más rico de la escala socioeconómica local. Es una nación que puede mostrar espléndidos índices macroeconómicos en cada uno de los foros y conglomerados económicos internacionales en los que participa o forma parte. Sin embargo, el reverso de esa moneda de crecimiento económico, deja traslucir alarmantes cifras de pobreza humana que en casi 30 años de una democracia mal parida, se han intensificado los indicadores que no están en las mentes de ningún economista, abogado o ingeniero comercial que ha pululado en las esferas del poder. Indicadores como la intolerancia a lo distinto, la incultura, la ignorancia, la violencia verbal, el uso paupérrimo del lenguaje, la desidia, el analfabetismo intelectual o la moral contrahecha de lo cotidiano, son indicadores que subyacen al reclamo de familias que debieron huir de zonas devastadas por una guerra de oscuros orígenes.

Para que seres humanos que han debido padecer guerra o rutinas extremas en campamentos de refugiados, reconozcan a este país como un sitio donde no les gustaría vivir su exilio obligado, es otro indicador nefasto sobre el nivel de desarrollo humano que hemos alcanzado y perfeccionado como sociedad.

Las dos candidaturas presidenciales que medirán fuerzas en el próximo balotaje provienen de sensibilidades culturales y económicas que han sido corresponsables de continuar con el desmantelamiento y degradación moral y cultural de los que vivimos entre Visviri e Isla Picton. A una mitad de la población no le interesa quien se haga con el botín del Estado durante los próximos cuatro años y gran parte de la otra mitad, tenemos la incómoda sensación que sumando y restando la letra chica e incredulidades de los programas escuálidos pero rimbombantes de cada candidato; las causas medulares de nuestra degradación social no se abordarán de manera seria y creíble. Sin embargo, aquella candidatura que representa al 1% más rico del país en voz de un empresario de dudosa estatura ética, tiene más que perder en el mediano plazo, que la otra candidatura de aquel periodista tibio y falto de sueños y relatos que inviten a creer con el cielo en la tierra.

Intentar dar el primer paso para transformar al país en un lugar donde a los refugiados que escapan de sus guerras no quieran huir después de tres meses, es una tarea titánica que tendrá mayores probabilidades de salir de la inercia de décadas, en un probable gobierno deslavado de un periodista con buenas intenciones; que en un gobierno liderado por un comerciante hábil y ladino, decidido a que los dueños del país sigan siendo los dueños, como ha sido hace más de 200 años. Desde esta perspectiva da menos lo mismo quién gane.

Atentamente,

Marcelo Saavedra Pérez, Biólogo

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