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Caso Karadima: ¿Y Verónica?

Por: Claudia Leal


Señor Director:

Hace algunos días Judith Schonsteiner y Eugenia Valdés se preguntaban en una excelente columna de su periódico porqué las mujeres abusadas no denuncian en la Iglesia. Algunas de las respuestas a esa interrogante – no todas, pero algunas – se pueden intuir mirando la historia de una mujer que curiosamente pocos o ninguno recuerda estos días. Hablo de Verónica Miranda, ex esposa de James Hamilton, actriz clave de la trama que parece acercarse a su desenlace provocando un antes y un después en la Iglesia católica chilena.

Martha Nussbaum – connotada filósofa en el ámbito de la justicia social – afirma que durante siglos el matrimonio fue un contrato entre hombres, donde la mujer servía de prenda de intercambio. Algo así fue el matrimonio de Verónica y James, porque a través de ese contrato – formulado íntegramente por Fernando Karadima – el abusador se aseguró de poder seguir manipulando a su víctima, y los tentáculos de su poder se desplazaron también a la vida de Verónica; a su conciencia, a su vida sexual, a su rol de esposa y madre, incluso a las decisiones cotidianas más vitales de una mujer madre de familia como el colegio donde estudian sus hijos o las fechas y destino de sus vacaciones. Progresivamente «sus alas fueron cortadas», su historia de amor le fue arrebatada, y una mano invisible movía los hilos de su vida hasta en los más íntimos detalles.

A pesar de ser – con todas sus letras y por partida doble – una víctima de Fernando Karadima, por partida doble porque todo el abuso padecido por su marido fue para ella una sombra de sufrimiento indescifrable durante largos años, a pesar de todo Verónica nunca ha enfatizado su propia historia. A la hora de relatar, denunciar, acusar y luchar, su horizonte ha sido proteger a otros; conmueve y estremece leer en medio de sus testimonios, judiciales y periodísticos, su preocupación por lo que pudieran estar viviendo otros sacerdotes y jóvenes de la parroquia El Bosque. Las mujeres cuidamos, protegemos, y es a través de esos roles que nos legitimamos culturalmente, nuestro sufrimiento en realidad no importa, o no importa demasiado en comparación al bien de los que amamos. Nosotras aprendemos – desde niñas – a sortear el sufrimiento y la injusticia trabajando por otros, por causas mayores, por quienes vendrán.

Verónica fue la primera que dio crédito a la historia de James, fue la primera en golpear puertas para contar el horror, fue la primera en estampar una denuncia en contra de Karadima! Y sin embargo, por estos días ella no concede entrevistas multitudinarias, ni es recibida por líderes mundiales, ella no lidera fundaciones ni es trending topic, pero su figura está en cada linea de esta historia.Nadie le ha preguntados cuales son sus expectativas, nadie le ha pedido perdón!

Es de esperar que tengamos al menos la oportunidad de agradecerle, yo sería la primera en hacerlo.

Claudia Leal

Facultad de Teología

Depto. de Teología Moral UC

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