Opinión

Al aire libre: infancia, espacialidad y naturaleza en tiempos de pandemia

A nueve meses del cierre de las instituciones educativas, del comercio, de vivir con cuarentenas totales o parciales en diversas regiones del país y de tener que adaptarnos a recomendaciones generales de distanciamiento social, que enfatizan que niños(as) y abuelos(as) no debieran tener contacto cercano, llegamos al fin del año escolar con la mayoría de las escuelas aún funcionando por vía remota-virtual.

Por otra parte, tras un periodo de desconfinamiento casi total en varias regiones del país, retornamos a la Fase 2 del plan “Paso a Paso” en la Región Metropolitana, lo que significa que volvemos a los fines de semana en cuarentena. A esto se suma un escenario de total incertidumbre para el año que viene, pues no sabemos qué ocurrirá con las vacaciones o la educación escolar, ni si podremos implementar un retorno presencial seguro –un desafío que afecta diferencialmente a las escuelas según sus recursos–.

Lo anterior genera un escenario angustiante para quienes ya han vivido el desconfinamiento, especialmente para los niños, niñas y adolescentes que no tuvieron ningún tipo de autorización para dejar sus hogares hasta el 17 de agosto, fecha en la que se otorgaron tres permisos semanales de noventa minutos a personas menores de 18 años residentes de comunas en cuarentena. Frente a esta medida, autoridades como la subsecretaria de Salud, Paula Daza, y la subsecretaria de la Niñez, Carol Brown, emitieron declaraciones vinculadas principalmente a aclarar que los permisos no estaban orientados a permitir reuniones con otras personas, sino que más bien a terminar con el sedentarismo y permitirles salir “al aire libre”.

Sin embargo, las necesidades e intereses de los niños, niñas y adolescentes que estuvieron confinados por meses no fueron parte de la discusión pública, pese a las advertencias de los negativos efectos que el sedentarismo y la falta de encuentro con entornos naturales puede provocar en su salud y vida social. Esto, más aún, para quienes viven en departamentos pequeños, viviendas precarias o condiciones de hacinamiento. En este marco, el caso de Chile ha sido particularmente preocupante, dada la inexistencia de permisos para salir a caminar o ejercitarse durante fase de cuarentena, y la tardía e insuficiente medida de los permisos semanales.

¿Qué pueden hacer entonces los niños, niñas y adolescentes de Chile hoy? En muchos países los parques y espacios verdes o naturales se mantuvieron accesibles incluso durante las fases más estrictas de la cuarentena, permitiendo que las personas pudieran salir a caminar o hacer ejercicio en ellos. Aquí, en cambio, el Parque Metropolitano cerraba sus puertas al comienzo de la pandemia –aunque el mall Costanera Center permanecía abierto–, pese a que se ha insistido en que las actividades y encuentros al aire libre, en espacio abiertos, tienen menor riesgo de contagio.

Volver a las calles y al espacio público de la manera más segura posible es urgente y fundamental para la niñez, pues allí se producen encuentros inesperados con otros, se generan vínculos con personas y cosas más allá de sus familias y hogares, y se constituyen como habitantes de las ciudades o pueblos que habitan. Es así mismo fundamental su reencuentro con otros seres y materialidades no tan solo humanos-urbanos, sino también plantas, tierra, pájaros, insectos y animales, en espacios donde puedan observar el paso de las estaciones, moverse y jugar sin el constante y cercano monitoreo adulto, lejos del riesgo del tráfico automovilístico, respirar aire “fresco” (tan fresco como sea posible en ciudades como Santiago) y ahora, en el contexto de pandemia, reencontrarse eventualmente con sus amigos y familiares.

Por todas estas razones y, desde una preocupación general por la relación entre la humanidad y la naturaleza, y una particular por la infancia y sus vínculos con otras personas y elementos del entorno, resulta urgente que las personas menores de 18 años puedan salir de sus casas diariamente, sobre todo los fines de semana cuando sus padres pueden acompañarlos(as) a caminar, ejercitar o jugar al aire libre. También es clave que a nivel municipal y gubernamental sea prioridad mantener abiertas todas las áreas verdes, parques y reservas naturales del país, asegurando un acceso que considere medidas basadas en las prácticas de los niños, niñas y adolescentes. Esto será esencial con el comienzo de las vacaciones de verano y frente a la posible prolongación de la educación a distancia durante el próximo año.

En el marco de una eventual reapertura de las escuelas estos espacios podrían figurar como posibles aulas al aire libre, desde donde se pueda repensar la educación, la presencia de la niñez en las ciudades y nuestras relaciones medioambientales. La educación al aire libre es una tendencia en países como Suecia, Alemania y Reino Unido, entre muchos otros con proyectos educativos alternativos. Sin embargo, el problema aquí es la aguda desigualdad en el acceso a áreas verdes, su contaminación o la llamada “pobreza verde” de barrios periféricos de Santiago, Valparaíso, Viña del Mar y otros territorios.

Esta desigualdad verde se suma a los efectos de una planificación urbana centrada en el mundo adulto y una lógica productiva. En relación con esto, el proyecto “La Ciudad de los Niños” impulsado por Francesco Tonucci invita a repensar y replanificar los espacios que habitamos colectivamente, especialmente en el momento que vivimos como humanidad y planeta. Una ciudad que toma en cuenta las necesidades e intereses de la infancia es más habitable, sustentable, segura y participativa.

Por todo lo anterior, instamos a las autoridades municipales a mantener abiertos los espacios públicos naturales y recreativos, incluso, si las medidas de confinamiento y distanciamiento social vuelven a agudizarse; y a las autoridades gubernamentales a priorizar el bienestar de la niñez a la hora de planificar medidas sanitarias, de confinamiento y restricción a la movilidad. Finalmente, hacemos un llamado a las escuelas, profesores(as) y estudiantes a buscar en estos espacios lugares donde reencontrarse y desde donde repensar la educación y nuestras relaciones con los ecosistemas.