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Andrés Solimano lanza su libro “Capitalismo a la chilena”

"La elite no quiere hacer reformas políticas porque no quiere que haya reformas económicas"

por 16 noviembre, 2012

La alta concentración de riqueza que el economista analiza en su obra, se traduce en que la fortuna combinada de cuatro actores representa 21 % del PIB nacional. Según el autor, la existencia de este pequeño grupo compuesto por los Luksic, Paulmann, los Matte, y el Presidente Sebastián Piñera tiene consecuencias para la democracia, porque el poder de lobby y de financiar campañas políticas pesa a la hora de cambiar las leyes en el Parlamento.
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Un capitalismo corporativo, de conglomerados y dominado por pocos operadores. Un “Capitalismo a la Chilena”, como se titula el libro del economista Andrés Solimano que analiza la transición chilena a la democracia, los éxitos del modelo económico y también sus severas deficiencias.

Para Solimano, doctorado en Economía del MIT, el especial capitalismo nacional “es más radicalizado, en el sentido de que el sistema entra a áreas que en otros países en general no entra, como la privatización de la educación o la privatización de los fondos de pensiones (AFP), eso es casi único en el mundo”. Porque si bien, agrega, “el modelo que originalmente partió con Milton Friedman o (Friedrich) Hayek trata de crear una economía de mercado atomística, para que ningún actor tuviera un poder excesivo, monopólico o afectando los términos del mercado, acá llegamos a una especie de capitalismo bastante concentrado”.

-¿Entonces el libre mercado en Chile no es real?
-Hay una especie de libre mercado formal pero en realidad el mercado lo dominan pocos operadores. Por ejemplo en las AFP son seis, y eran 22 hace 25 años atrás. En las farmacias hay tres cadenas, las farmacias de barrio casi no existen. Dos bancos —Banco de Chile y Santander— fijan el 66 % de las colocaciones. Entonces es un capitalismo monopolizado, no en el sentido de que hay un solo productor, sino que es un capitalismo corporativo, de grandes empresas y grupos económicos que ponen obstáculos para la entrada de competidores y que tienen capacidad para crecer a costa de productores pequeños y medianos y con poder de afectar los precios.

Solimano, que es fundador y presidente del Centro Internacional de Globalización y Desarrollo (Ciglob) en Chile, añade que esta situación también se expande a los medios de comunicación. “Por ejemplo la televisión antes era de las universidades y el Estado. Hoy las universidades vendieron una al grupo Luksic y la otra a Time Warner. Los diarios principales son conglomerados económicos. Entonces la lógica del negocio, de obtención de utilidades, del lucro, aquí invadió mucho más sectores que lo que han invadido en otros países capitalistas. El capitalismo chileno es un capitalismo más exacerbado, concentrador y ha logrado cambiar la cultura nacional tomando como natural el lucro en actividades donde era más criticable. Ha introducido una lógica mercantilista en actividades donde antes no existía, entonces es una versión muy radicalizada del capitalismo. Es una de las tesis del libro”.

-El “modelo chileno” se ha visto por mucho tiempo como un ejemplo a imitar, pero en su libro dice que hay aspectos que quedan fuera y que hay indicadores sobrevalorados como el PIB ¿en qué sentido?
-Una de las características es que la conducción económica de varios gobiernos introdujeron una especie de vara un poco unidireccional y que apuntaba a que la única variable para decir que Chile era un país en vías de desarrollo era el PIB per cápita. Pero no es un buen indicador si la distribución del ingreso es muy desigual. Chile tiene un PIB per cápita de 17 mil dólares, pero la realidad es que para la gran mayoría de la población es entre 8 y 9 mil dólares al año. Entonces el PIB per cápita efectivamente ha ido creciendo, Chile está entre los primeros de América Latina junto con Argentina, pero eso no significa que el bienestar del ciudadano promedio haya aumentado en la misma proporción. Entonces la estrategia de desarrollo es unidimensional. Este capitalismo unidireccional que solo mira el PIB per cápita entrega una imagen distorsionada de la realidad. Sobrestima el grado de desarrollo económico que realmente tenemos.

Súper ricos y súper poderosos

Otra característica que Solimano analiza en su libro acerca del capitalismo chileno “es que ha concentrado mucho el ingreso y sobre todo la riqueza. Se han generado allí grupos económicamente muy poderosos”.

Otra de las tesis del libro, asegura el ex asesor regional para la Cepal, “se refiere a que el grado de democracia económica también está relacionado con el grado de democracia política. En Chile hay una democracia más bien formal, con limitaciones y hay un sistema económico concentrador que la elite no quiere que cambie. No quiere hacer reformas políticas porque no quiere que haya reformas económicas. Y para hacer reformas económicas necesitas también reformas políticas. Pero las élites prefieren el statu quo, porque toda elite que cambia la realidad puede cambiar su condición de elite, entonces no quiere arriesgarse”.

Los súper ricos, una pequeña elite que posee a nivel individual y familiar niveles de riqueza desproporcionadamente altos para la economía mundial y que son identificados por la revista Forbes, también existen en Chile. Son cuatro individuos o familias: la familia Luksic, con un valor neto de riqueza de 19,2 billones de dólares, Horst Paulmann, con 10,5 billones de dólares, la familia Matte con 10,4 billones de dólares y el Presidente de Chile, Sebastián Piñera, con 2,4 billones de dólares. “La riqueza combinada de estos cuatro clanes o individuos (en un país con una población cercana a los 17 millones de personas) es de aproximadamente 42,5 billones de dólares, lo que representa alrededor del 21 % del PIB de 2010”, relata Solimano en su libro, publicado por la editorial Catalonia. Y “en el caso de los Luksic y Paulmann entre 2009 (año de recesión) y 2010 el valor de su riqueza casi se duplicó”.

-¿Y esto qué consecuencias tiene para el sistema?
-El problema es que tiene consecuencias para la democracia, porque  varios de los que forman esta elite tienen un rol bien activo, por ejemplo en los medios de comunicación. Toda democracia depende mucho de la forma en que los medios, la televisión, reportan la realidad. Crea imágenes, preferencias. Chile es un país con una prensa con poca diversidad. También las élites tienen muchos recursos para gastar en lobby, para influir que la legislación sea favorable para sus intereses. Contribución a campañas políticas. El punto es que las élites económicas pueden terminar influyendo mucho en la democracia. Entonces una concentración económica muy alta tiende también ha influir en el tipo de democracia que tiene Chile.

Los medios definen la realidad

Otra de las tesis del libro, asegura el ex asesor regional para la Cepal, “se refiere a que el grado de democracia económica también está relacionado con el grado de democracia política. En Chile hay una democracia más bien formal, con limitaciones y hay un sistema económico concentrador que la elite no quiere que cambie. No quiere hacer reformas políticas porque no quiere que haya reformas económicas. Y para hacer reformas económicas necesitas también reformas políticas. Pero las élites prefieren el statu quo, porque toda elite que cambia la realidad puede cambiar su condición de elite, entonces no quiere arriesgarse”.

-En su libro cita el lema del ex Presidente Ricardo Lagos acerca de que las “instituciones funcionan”, ¿funcionan realmente?
-Yo creo que hay una tensión en la sociedad chilena entre lo que quieren las grandes mayorías, el 99 %, la no elite, y lo que quiere la elite. Hoy día las grandes mayorías quieren salud, educación de buena calidad y accesible, ojalá gratis, que las pensiones sean estables, etc. Es una agenda de lo que quiere la gente. Pero hay un sistema económico donde la elite tiene posiciones dominantes de nichos de negocios, entonces como la salud, la educación, las pensiones son un negocio, hay una tensión en el interés de mantener las cosas como están para continuar con los nichos de negocios rentables, en desmedro de las aspiraciones y demandas de la gran mayoría que no son dueños de esos negocios, pero si necesitan esos servicios.Es una gran tensión que evidenció el movimiento estudiantil a partir del 2011 y es subyacente al modelo chileno.

-Pero dentro de este contexto ¿funcionan las instituciones?
-Ahora si las instituciones funcionan o no... a un nivel formal funcionan: el Parlamento opera, dicta leyes, el sistema judicial dicta sentencias, los servicios públicos más o menos cumplen su labor. El punto más que si funcionan o no, es si esa institucionalidad es básicamente para mantener el statu quo. La pregunta debería ser si esas instituciones son capaces de permitir un cambio en la dirección de más equidad económica, mayor equidad social, más beneficios sociales, es decir un cambio en los parámetros social económicos existentes.

-¿Y lo son?
-Bueno hay algunas instituciones que en realidad no acogen esas demandas, como el Parlamento, que en general es renuente a hacer reformas muy estructurales en la dirección que dicta la mayoría por distintas razones.

-¿Como el tema de las platas para las campañas?
-Claro. Las élites tienen mucho poder para decidir los contenidos de los medios de comunicación, el quehacer en políticas públicas. Obviamente influyen en los parlamentarios, entonces hay una institucionalidad más proelite. Pero se transforma en disfuncional si la no elite, el 99 %, quiere ciertos cambios y la institucionalidad no le responde.

-¿Eso es lo que pasa actualmente?
-Creo que esa es una de las tensiones que hay ahora. Y es una de la posible disfuncionalidad institucional que hay en Chile, que es parte actual y va a ser un problema a futuro, porque la institucionalidad tiene grandes dificultades para recoger demandas ciudadanas. Sobre todo porque el sistema político tiene mucha dificultad para procesar estas demandas. Además las instituciones fueron hechas dentro del marco institucional de la Constitución del ‘80 que trata de reducir la participación política y privilegia mucho el sistema económico de mercado, propiedad privada y el lucro. Entonces eso es funcional para la elite pero disfuncional para la mayoría. De hecho, la Constitución está hecha para que no se pueda reformar: una institucionalidad que está hecha para perpetuarse en el tiempo y no para transformarse.

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