
El reto de mantener nuestras elecciones éticas de consumo alimentario cuando viajamos
Cada vez más personas intentan comer de forma ética en su día a día. Pero ¿qué pasa con esos principios cuando hacemos la maleta y salimos de viaje?
Consumir productos locales, evitar alimentos ultraprocesados o encontrar opciones veganas no siempre es fácil, especialmente lejos de casa. En nuestro entorno habitual, sabemos qué comprar, dónde y por qué. Pero viajar rompe esa rutina. Nos enfrentamos a menús que no entendemos, a cartas sin opciones éticas o a lugares donde el consumo responsable ni se contempla.
Una investigación reciente aborda esta cuestión. En el estudio, hemos analizado los hábitos de quienes intentan seguir comiendo de forma ética mientras viajan. Participaron personas vegetarianas, veganas, flexitarianas, defensoras del comercio justo y activistas por el bienestar animal. La conclusión fue clara: viajar pone a prueba sus convicciones, pero también las transforma.

Hồng Quang Official/Pexels, CC BY-SA
Comer también es hacer política
La comida es una decisión personal, pero también política. Muchas personas eligen qué comer según criterios medioambientales, sociales o de justicia animal. Este tipo de activismo, conocido como “consumo político” o “lifestyle politics” en inglés, se expresa en lo que apoyamos, rechazamos o dejamos de comprar.
Cuando no hay opciones éticas visibles, Instagram y TikTok se convierten en herramientas clave. Estas redes sociales no solo se emplean para mostrar comida apetitosa. También se usan para señalar buenas prácticas, denunciar impactos negativos y recomendar negocios comprometidos.
Además, permiten conectar con comunidades afines y obtener información útil. Las redes también visibilizan demandas que, de otro modo, quedarían ocultas.
Podemos encontrar algunos ejemplos de estas prácticas en otro estudio reciente. El trabajo analiza iniciativas lideradas por mujeres que promueven el consumo ético y la soberanía alimentaria en ciudades y en entornos rurales.
Dos de los proyectos más destacados son Hacia lo Salvaje y Biela y Tierra. El primero busca demostrar que otra vida en armonía con la naturaleza es posible: eso se traduce en viajes lentos y alojamientos y alimentación respetuosos con el entorno. El segundo proyecto combina activismo, educación y cicloturismo para visibilizar experiencias agroecológicas y feministas en el medio rural. Además, Biela y Tierra junto a Brújula Intercultural trasladan a la práctica todas estas cuestiones a través de RuralForks, demostrando que con planificación y flexibilidad es posible. Proponen una ruta de 12 días en bici en grupo con 20 personas jóvenes menores de 30 años visitando iniciativas rurales alineadas con la sostenibilidad. Durante este viaje, ponen atención y acción para que los menús sean inclusivos, con productos locales, saludables y sostenibles. Todo esto se realiza reduciendo envases de un solo uso y buscando cómo gestionar los residuos generados, favoreciendo la circularidad.
Cómo mantener nuestros principios lejos de casa
La buena noticia es que, con un poco de esfuerzo y planificación, es posible comer fuera de casa sin renunciar a nuestros principios éticos.
En este sentido, una de las primeras decisiones importantes a la hora de viajar es elegir bien el destino. Muchas personas buscan lugares donde sea más fácil encontrar restaurantes veganos, mercados locales o alojamientos con cocina. Antes de salir, también es útil investigar en redes sociales como Instagram o TikTok para buscar recomendaciones u opciones de viaje que cumplan con ciertos criterios éticos.
Cocinar es una opción frecuente: da más control sobre los ingredientes y evita que tengamos que comer fuera cuando no hay alternativas adecuadas. También podemos recurrir a comprar directamente en mercados locales, cooperativas o pequeñas tiendas que apuesten por la soberanía alimentaria y prácticas más justas. Además, algunas personas llevan sus propios cubiertos, bolsas o botellas reutilizables para evitar residuos innecesarios.
En los estudios mencionados anteriormente se proponen una serie de estrategias:
- Si viaja a un país extranjero, haga una lista de palabras clave en el idioma local relacionadas con sus restricciones o principios (por ejemplo: “producto local”, “orgánico”, “sin explotación animal”). Puede llevarlas anotadas o usar aplicaciones de traducción rápida.
- Lleve tentempiés éticos o productos básicos que le ayuden en momentos en los que no encuentre alternativas (frutos secos, barritas caseras, infusiones, etc.).
- Evite el consumo por inercia o conveniencia. Si un sitio no cumple con sus valores, busque otra opción o reduzca su consumo en ese momento. A veces, la mejor decisión es simplemente esperar.
- Pregunte al personal del restaurante sobre el origen de los alimentos o las condiciones laborales, aunque eso implique incomodar o romper la dinámica turística convencional.
- Busque alojamientos que incluyan criterios éticos y medioambientales, como el uso de energías renovables, cocina disponible o colaboración con productores locales.
- Aproveche el viaje para aprender: participe en talleres de cocina local sostenible, visite granjas ecológicas o conozca proyectos agroecológicos de la zona.
- Utilice las redes sociales para amplificar su experiencia, tanto para visibilizar iniciativas comprometidas como para señalar prácticas problemáticas.
Viajar con conciencia ética no significa tener todas las respuestas ni actuar con perfección. Pero sí implica hacerse preguntas, tomar decisiones con sentido y aceptar que cada elección, por pequeña que parezca, es parte de una transformación colectiva.
Alicia Orea-Giner, Tecnóloga Social para el Turismo Regenerativo e Interseccional, Universidad Rey Juan Carlos
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.