CULTURA|CIENCIA

Centro científico entrega seis recomendaciones para abordar la reconstrucción post-desastres en Chile

Los expertos de CIGIDEN, sugieren que los planes de reconstrucción se ajusten a la realidad de cada territorio, incluyan participación de la población, un acompañamiento psicosocial, y en la medida de lo posible, mantengan las disposiciones barriales originales.

Científicos del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN) entregaron seis recomendaciones para abordar la reconstrucción post-desastres en Chile.

Los desastres forman parte de la vida cultural, pues una catástrofe no es tal a menos que afecte, directa o indirectamente a las comunidades. Por lo mismo, es importante reconocer también que eventos como terremotos, aluviones y erupciones volcánicas, entre otras amenazas, ponen en evidencia una serie de desigualdades sociales existentes previamente en los territorios, y que las capacidades de resiliencia de los y las pobladoras dependen de las características económicas, políticas y culturales que poseen.

Esto y otras reflexiones son parte de un documento de política pública, llamado “Reconstrucción Multidimensional: ¿Cómo incluir las narrativas sociales en la recuperación de sitios post-desastre?”, realizado por las antropólogas sociales e investigadoras de CIGIDEN Fernanda Gallegos y Valentina Turén, y Marcelo González, académico de Antropología UC e investigador CIGIDEN y CIIR.

De acuerdo a Marcelo González, este policy paper se gestó para reflexionar en torno a la narrativas sociales que acompañan todo proceso de recuperación post-desastre.

“Para ello, agrega, a partir de nuestra investigación centrada en el pueblo de Santa Olga –el único que resultó completamente destruido por el enjambre de incendios de 2017–, elaboramos un documento en el que analizamos, a partir de casos reales y de nuestro propio trabajo, cómo los procesos de reconstrucción se constituyen en desafíos sociales a la vez que materiales”.

Re-pensar el post desastre

Manuel Tironi, académico de Sociología e investigador principal de CIGIDEN, comentó que este documento permite abrir lo que entendemos por reconstrucción post-desastre, ya que en general ésta se focaliza en vivienda, infraestructura y servicios, y en cosas técnicas que efectivamente permiten volver a la normalidad.

Sin embargo, complementa el experto, quedan fuera de las preocupaciones y la metodología, las cuestiones de índole cultural, social, comunitario y territorial, que tiene que ver con las experiencia de las personas en el proceso de reconstrucción.

Valentina Turén explicó que una reconstrucción en tanto una oportunidad de mejora no existe como parámetro autoevidente, ya que los procesos de reconstrucción no se aplican en espacios “vacíos”, sino en contextos colmados de significados y relaciones.

“La evidencia proporcionada por una larga trayectoria de investigación en desastres nos indica que la reconstrucción no debe considerarse como un evento aislado, sino como puntos de inflexión que originan procesos de larga data, que afectan todas las esferas de la vida humana”, aseguró la antropóloga.

Por otro lado, agregó Fernanda Gallegos, los procesos de reconstrucción deben ser aplicados en contextos culturales diversos, por lo tanto, se hace necesario relevar un enfoque que preste atención sensible al territorio en que se ha de trabajar y, asimismo, visualice el valor de las organizaciones civiles y los procesos participativos a la hora de consolidar un plan de recuperación local.

Dimensión humana

En efecto, señalaron las dirigentas de la localidad de Santa Olga, Mónica Sepúlveda y Mónica Panchilla, durante el lanzamiento del documento, que las autoridades al llegar a los lugares afectados por desastres, deben primero acudir a los dirigentes porque son los que más conocen su pueblo.

“Nosotros conocemos a todos nuestros vecinos y podemos aportar para ese plan maestro de reconstrucción, identificando realmente lo que necesitan los y las vecinas”, aseguró Mónica Sepúlveda.

Para Paula Forttes, ex delegada presidencial para el cierre de los procesos de reconstrucción del 27-f, Chaitén y Tocopilla, el policy paper de CIGIDEN, interpela y sitúa a la dimensión humana como un actor fundamental en el desarrollo y el manejo del riesgo de desastre.

“Lo cual no es tan evidente en la experiencia de reconstrucción tanto nacional como de otros países, donde las personas suelen estar difusas en todo el circuito del riesgo”, explicó.

Reconstrucción multidimensional

Los expertos, en el documento de política pública enumeran seis recomendaciones fundamentales para la puesta en práctica de una reconstrucción multidimensional en Chile:

El Ajuste territorial debieran estar presente siempre en los planes de reconstrucción. Es decir, cada evento catastrófico ocurrido en nuestro país debiese dar pie a la elaboración de un plan específico, adecuado a cada territorio o comuna afectada, considerando la enorme diversidad de modos de vida existentes en nuestro país.

Es importante relevar el rol de la participación de la población en la construcción de estos planes. Desde el instante en que se realiza el diagnóstico de los territorios y comunas afectadas por un desastre, las organizaciones civiles existentes al momento del evento, deben considerarse como actores fundamentales en la elaboración de los mismos, y su consideración puede agilizar de manera importante los procesos de reconstrucción.

La existencia de una comunidad cohesionada es sumamente relevante durante el proceso de recuperación frente a una catástrofe. En ese sentido, se debe procurar empoderar a las organizaciones ya existentes en los territorios –por ejemplo, juntas de vecinos, comités de allegados, comités de vivienda, centros de madres, Organizaciones No Gubernamentales y/o de voluntariado, etc– haciéndolas parte de la toma de decisiones. En su defecto, si estas organizaciones no existen, se debe promover el surgimiento de instancias colectivas que representen los intereses de las comunidades.

Respecto a la disposición y ordenamiento de las familias en los nuevos asentamientos y/o en las viviendas reconstruidas, se recomienda, en la medida de lo posible, mantener las disposiciones barriales originales, o en su defecto, llegar a acuerdos con respecto a cuál es la mejor forma de disponer las nuevas vecindades, toda vez que la aleatoriedad puede no ser beneficiosa.

Debe considerarse un plan de acompañamiento psicosocial en el que se apoye a las personas a superar el trauma que supone enfrentar un desastre. Con ello se incentiva la unión e integración de las comunidades, atendiendo a las necesidades subjetivas de quienes se vieron afectados. Este tipo de planes deben centrarse en apoyar a los damnificados mientras reciben sus hogares, ofreciéndoles un espacio de contención. Este tipo de plan debería ser incorporado en las licitaciones relativas a la reconstrucción, fomentado la interrelación entre diferentes organismos del Estado.

Finalmente, al momento de proyectar la reconstrucción de cualquier lugar a lo largo de Chile se deben considerar todos elementos a largo plazo, tales como: fuentes laborales, centros de salud, establecimientos educacionales y servicios, entre otros. Si la reconstrucción no considera una perspectiva amplia, es poco probable que sus habitantes retornen o persistan en el lugar. Por otro lado, para mejorar los planes y proyectos de reconstrucción, es conveniente que se realicen estudios de seguimiento y monitoreo posteriores a las poblaciones afectadas.

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