Opinión

El mejor sistema de salud del planeta… para hacer negocios

Para el 80% de la población chilena y los miles de trabajadores de la salud pública, los últimos dichos de las autoridades gubernamentales de salud nos dejan una mezcla de rabia e indignación. Ni centros de vida social de madrugadores, ni libros llenos de felicitaciones, ni el mejor sistema de salud, es lo que podríamos destacar de nuestra actual red pública, sino todo lo contrario, centros de sufrimiento por largas esperas, sin los recursos más básicos para atender a personas que no ven su salud mejorar sería una descripción más cercana a nuestra realidad.

El video de un equipo de neurocirugía del Hospital Barros Luco operando a la luz de linternas de celulares que ha sido noticia, es la expresión más gráfica y extrema de este sistema totalmente precarizado. Y es que situaciones como estas no son un hecho aislado, sino la tragedia cotidiana que enfrentamos quienes nos atendemos o trabajamos en la red pública, la que se sostiene por el «aguante» de los equipos de salud, que a veces raya en la negligencia de normalizar las condiciones indignas de trabajo y de atención para el pueblo.

Sin embargo, para algunos este sistema deja grandes beneficios al buscar constantemente enriquecerse a costa del negocio de la enfermedad, desde las aseguradoras privadas (ISAPRES), que han visto aumentar sus utilidades año a año, llegando en 2018 a más de 65 mil millones ( 30 mil millones más que en 2017) bajo la gran fórmula de ofrecer servicios de salud para los ricos y sanos, mientras expulsa a pobres, viejos, mujeres y enfermos; hasta las clínicas y cadenas de centros médicos privados que han aumentado exponencialmente en esta última década a costa del gasto de bolsillo de un segmento de pacientes de FONASA que, cansados de esperar, con mucho esfuerzo compran un bono que les permita una atención oportuna. Para qué hablar de las grandes farmacias, que coludidas especulan con los precios de los medicamentos que requieren las personas para aliviar sus dolencias. En un modelo de salud de mercado la enfermedad es lo rentable y mientras se pueda generar negocio en torno a ella no habrá cabida para una salud digna para todos.

Esta contradicción estalla a diario en hospitales y consultorios, cuando debemos preguntarle al paciente si puede hacer el esfuerzo de comprar un remedio o hacerse un examen particular para no tener que engrosar la lista de espera. Mientras los trabajadores y usuarios de la salud pública sigamos haciendo vista gorda, quedándonos en la queja individual o inmóviles por el miedo a las represalias, esta no cambiará. Hoy más que nunca se hace necesario alzarnos contra todo sistema de precarización. Es urgente pasar a la acción colectiva, levantarnos como profesionales organizados, conscientes y con vocación por la salud de nuestra gente. De lo contrario, nuestro sistema de salud seguirá siendo el mejor (nicho de negocio) del mundo.