Opinión

De la vacuna a la banda ancha. De la salud a la educación

Necesitamos desplegar una estrategia ambiciosa en salud, extender la prevención gratuita, instalar tecnologías avanzadas. La pandemia mostró fehacientemente la urgencia de invertir más en ciencia. Tenemos que avanzar en la producción nacional de vacunas, consiguiendo licencias como hacen otros países. Chile tiene capacidad tecnológica para producir más medicamentos, genéricos, y no depender de tantas importaciones a alto costo, más aún ante la eventualidad de nuevas pandemias a futuro. El buen ejemplo de las vacunas demuestra que podemos ir más lejos y no quedarnos en las soluciones de emergencia. Si miramos al futuro es evidente la urgencia de extender el acceso a internet como derecho universal, y otorgar seguridad sanitaria a maestros, alumnos, funcionarios. Estos desafíos están a nuestro alcance. El futuro será mejor si, junto con el desarrollo de los servicios públicos, se privilegia la equidad, sin discriminación en la provisión de la salud y la educación.

Los chilenos debemos alegrarnos de la capacidad del sistema de salud pública y de la atención primaria de vacunar con velocidad en cada rincón del territorio nacional. La demora inicial en incorporar a la atención primaria y a los municipios fue un error, pero se corrigió. También hay que reconocer la anticipación del gobierno para adquirir vacunas y de poner en marcha esta operación. Vacunar a gran parte de los chilenos antes de julio de este año permitiría contener una nueva ola y activar la economía, generando los empleos que permitan vivir a una gran mayoría de las familias. Sería un éxito. 

¿A qué atribuir este positivo resultado? La clave es un buen sistema público de salud, el compromiso y dedicación de los funcionarios, la activación de la atención primaria y los municipios, y la presencia de médicos en las regiones con vocación social. Chile se caracterizó durante décadas por impulsar un sistema de salud público, que fue dañado en dictadura. Se logró recuperar en parte, y ahora se debe dar un salto con una reforma de envergadura.

Necesitamos desplegar una estrategia ambiciosa en salud, extender la prevención gratuita, instalar tecnologías avanzadas. La pandemia mostró fehacientemente la urgencia de invertir más en ciencia. Tenemos que avanzar en la producción nacional de vacunas, consiguiendo licencias como hacen otros países. Chile tiene capacidad tecnológica para producir más medicamentos, genéricos, y no depender de tantas importaciones a alto costo, más aún ante la eventualidad de nuevas pandemias a futuro.

Tenemos y podemos ir mucho más lejos. La misma capacidad que se ha revelado para vacunar rápido, gratis y sin discriminación debe ahora volcarse a la educación pública y de todos los estudiantes de familias modestas que han sido los más perjudicados con la pandemia, quedando rezagados respecto de los alumnos de familias con más capital cultural, de padres profesionales y de mayor ingreso económico. 

Los resultados de la nueva prueba de transición para ingresar a las universidades han sido chocantes. Que el 96 % de los 100 mejores puntajes de esa prueba fueran de alumnos de colegios particulares pagados, que apenas representan el 8 % de la matricula nacional, refleja una grave desigualdad. No se debe ni a talento ni a mérito. ¿Por qué se concentró tanto? Porque los estudiantes provenientes de familias de menores ingresos tienen menos capital cultural, menos equipamiento digital y menos banda ancha. Sin asistencia a clases y sin poder educarse a distancia, creció la brecha de aprendizajes. 

Ese resultado impactante revela cuán esencial es la escuela para compensar la desigualdad socioeconómica, siendo un factor determinante de los niveles de aprendizaje. El retorno a clases es altamente prioritario. Debe ser progresivo, flexible y voluntario, pero entretanto todos los alumnos deben estar dotados de las capacidades básicas para conectarse y realizar sus estudios a distancia. Urge el dialogo entre el Ministerio, profesores, sostenedores, municipios, servicios locales de educación pública, padres y alumnos, y convenir las normas de implementación del retorno parcial a clases en marzo. 

El buen ejemplo de las vacunas demuestra que podemos ir más lejos y no quedarnos en las soluciones de emergencia. Si miramos al futuro es evidente la urgencia de extender el acceso a internet como derecho universal, y otorgar seguridad sanitaria a maestros, alumnos, funcionarios. 

Estos desafíos están a nuestro alcance. El futuro será mejor si, junto con el desarrollo de los servicios públicos, se privilegia la equidad, sin discriminación en la provisión de la salud y la educación.