Opinión

Ex-trac-ti-vis-mo: utilidades privadas y riesgos públicos

Las geografías extractivas son, en general, espacios de alto riesgo, no solo para los trabajadores que operan infraestructuras, sino que para las comunidades aledañas y para los ecosistemas (pensemos en el ecosistema bajo los centros de cultivo de salmones y la proliferación de algas; en las minas, relaves mineros y aludes tóxicos; forestales e incendios; entre tantos otros ejemplos). Urge abrir la discusión sobre el extractivismo y como pensar modos alternos de producción y desarrollo económico.

En el último tiempo, investigadores e investigadoras de distintas organizaciones y universidades hemos realizado cuantiosos trabajos de investigación sobre el extractivismo en Chile, solo por mencionar algunos y algunas: Manuel Tironi (U. Católica-CIGIDEN), Martín Arias-Loyola (U. Católica del Norte), Cristina Dorador (U. Antofagasta), Fernando Campos (U.Chile), Beatriz Bustos (U.Chile), Pamela Poo (Fundación Eco-sur), Antoine Maillet (U.Chile-COES), Consuelo Buskupovic (U. Mayor-CIGIDEN), Felipe Irarrázabal (U. Católica), Hugo Romero-Toledo (U. Austral-COES), entre tantos otros y otras.

En concordancia con un extenso y fructífero debate latinoamericano, estos trabajos, en general, han tematizado los múltiples efectos culturales, políticos, sociales, territoriales y ambientales que ha generado el modelo de extracción intensiva de materias primas en Chile. A grueso modo, el extractivismo se entiende como un modelo socioeconómico heredado desde la colonia, en donde, pareciera que es imposible mejorar las condiciones de vida de la población, ni desarrollarse económicamente sin explotar desmesuradamente recursos naturales. Así, todo recursos natural se transforma en una mercancía que debe insertarse o vincularse a cadenas globales y ser exportado.

Si es que uno deseara reconstruir históricamente las industrias predominantes en Chile, podríamos pensar en las minas de oro en la colonia, luego la fiebre del salitre, hoy en día el Cobre, y tristemente para el futuro el litio. Ahora bien, la predominancia actual del cobre en ningún caso puede pasar por alto que el extractivismo, en el Chile actual posee una geografía compleja y diversa, por ejemplo, la salmonicultura en la zona sur-austral, las forestales en la zona centro-sur o las mineras en el norte.

Si bien estas industrias han contribuido a los índices macroeconómicos, existe un sinfín de otras dimensiones que se ven afectadas negativamente producto de su existencia. A raíz de los recientes incendios que han devastado nuestra zona centro-sur del país, más que nunca es necesario reflexionar sobre nuestro modelo de concebir el desarrollo ¿Utilidades privadas y riesgos públicos? Personalmente, no me parece sostenible en el tiempo. Desde hace años que se ha mencionado desde el mundo científico que el monocultivo intensivo de pinos y eucaliptos genera condiciones más propicias para los incendios forestales, ya sea por las características y aceites que poseen estos árboles, como también, por como afectan al ciclo hídrico, profundizando la sequía, y dificultando el trabajo de bomberos. Además, se ha argumentado que urge pensar un modelo distinto de desarrollo, que por cierto, gestione y produzca capital a partir de recursos naturales, pero que no lo haga de forma destructiva e intensiva, ni tampoco como industrias exclusivas.

Un elemento bastante interesante y muy problemático, es como la idea de lo público y privado pareciera difusa en estas industrias. Se utilizan espacios y territorios en forma de propiedad privada para desplegar las infraestructuras y generar dinero que, por supuesto, produce riqueza. Si bien hoy en día existen normativas y en ocasiones fiscalización, en muchas ocasiones hemos presenciado fallas y omisiones por parte de las empresas, se pueden discutir las causas y responsabilidades, pero lo que es claro es que estas afectaciones a las comunidades y al medio ambiente han ocurrido.  En este sentido, es extraño que cuando se habla de las utilidades, de aumentar los impuestos, por ejemplo, del royalty minero, entonces se defiende con furia el carácter privado de la empresa, de los espacios y las geografías que construyen. Pero cuando comenzamos a evaluar y mapear los riesgos, y aún peor, cuando se comienza a experimentar los desastres, entonces se transforma en un problema público.

Las geografías extractivas son, en general, espacios de alto riesgo, no solo para los trabajadores que operan infraestructuras, sino que para las comunidades aledañas y para los ecosistemas (pensemos en el ecosistema bajo los centros de cultivo de salmones y la proliferación de algas; en las minas, relaves mineros y aludes tóxicos; forestales e incendios; entre tantos otros ejemplos). Urge abrir la discusión sobre el extractivismo y como pensar modos alternos de producción y desarrollo económico. Ante el emplazamiento del Presidente de la República, el gremio SOFOFA defendió el modelo forestal, cerrando toda alternativa a abrir la discusión, una clausura corporativa que deja en evidencia que esperan continuar con utilidades privadas y riesgos públicos. Una opción política del empresariado chileno que era esperable, y por cierto, poco inteligente. Las clausuras, el “no”, la negación sin apertura de alternativas solo termina en crisis.