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Objeción de conciencia y aborto: ¡parlamentarios no se engañen! Opinión

Objeción de conciencia y aborto: ¡parlamentarios no se engañen!

Diana Aurenque
Por : Diana Aurenque Licenciada en Filosofía, Universidad de Santiago de Chile (USACH) y Doctor en Filosofía, Albert-Ludwigs-Universität Freiburg, Alemania.
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La objeción de conciencia en medicina es expresión de un paternalismo médico hoy en día inaceptable. Este paternalismo justifica que médicos rechacen las decisiones de tratamiento que han escogido los propios pacientes y decidir en su lugar lo que les beneficia. Esto ha sido criticado por la comunidad bioética desde 1970 en adelante.


Como se nos informa en el artículo «La teleserie detrás de la discusión de#aborto3causales» de El Mostrador, el argumento que actualmente divide al oficialismo en el debate en torno al proyecto de ley que despenaliza el aborto en tres causales, entre otras cosas, gira en torno a la posibilidad de asegurar objeción de conciencia no solo a médicos sino también a los demás profesionales de la salud implicados en la práctica. Dado que la objeción de conciencia parece ser uno de los temas centrales en el debate, quisiera plantear algunas reflexiones que me parece urgente que deben ser consideradas, idealmente por los parlamentarios mismos y evitar, así, caer en trampas retóricas. Para ello también son precisas algunas aclaraciones preliminares.

¿Por qué es tan difícil discutir sobre el proyecto de ley enviado hace más de dos años? Discutir sobre el aborto es indudablemente uno de los temas más controvertidos tanto en medicina como también fuera de ella. Lo anterior se debe a distintas cuestiones.

Por un lado, esto tiene que ver con la dificultad interna de la problemática y que implica conciliar posiciones extremadamente opuestas entre sí (entre quienes argumentan por la protección absoluta desde la concepción biológica y quienes, por el contrario, sostienen que su protección moral ocurre en un punto posterior a este). Por otro lado, el debate sobre el aborto es complejo, pues tiene importantes repercusiones en otras áreas, debates y discusiones pertenecientes al campo de la medicina y de la bioética, pero también más allá de ambas.

En particular, los argumentos que se utilicen para despenalizar el aborto, como práctica médica, guardan un estrecha relación con la disciplina médica misma y su propio código ético profesional. Así, además de evaluar las legitimidad del aborto en virtud de demandas legales, individuales y sociales, en tanto esta corresponde a una práctica médica y la medicina desde antaño tiene una relación intrínseca con un código ético propio, el panorama de discusión se complejiza. Por ello, los argumentos que se den a favor y/o en contra de la interrupción del embarazo, obligan –y de hecho han obligado desde hace ya muchos años– a los médicos a replantearse la validez de un código profesional tan antiguo como lo es el Juramento Hipocrático (que prohíbe la práctica del aborto). En este contexto, precisamente, hay que buscar el lugar que tiene o pueda tener de la objeción de conciencia.

[cita tipo=»destaque»]¿Es éticamente aceptable expandir la objeción de conciencia a otros profesionales de la salud? Si en el caso de los médicos no lo es, siendo que tienen, además de sus propios principios y valores individuales, un código ético profesional que tradicionalmente prohibía el aborto, pero que en los últimos 30 años ha sido replanteado y actualizado en vistas de otros viejos principios, como el “no dañar”, pero también de nuevos principios, como la autonomía del paciente, entonces no veo cómo justificar su extensión a otros profesionales.[/cita]

La libertad u objeción de conciencia, adoptada en el artículo 18 de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, afirma: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”. Con este recurso, un individuo puede rehusar seguir mandatos profesionales o incluso normas legales, bajo el argumento de que dichas normas contradicen sus valores éticos o religiosos (rehusarse a hacer el servicio militar, por ejemplo). En este sentido, no sorprende que en la discusión sobre el aborto se plantee el argumento de la objeción de conciencia, ya que no es algo nuevo sino parte de un debate extendido sobre el tema en bioética y en medicina.

Así las cosas, para evaluar la posibilidad de extender la objeción de conciencia en el debate del aborto a otros profesionales de la salud, bajo el presunto argumento de no discriminar a otras profesiones, como se discute en el Parlamento, me parece preciso detenerse en dos asuntos éticos fundamentales: primero, evaluar lo que significa aceptar la objeción médica en el caso del aborto, para luego, y derivado de lo anterior, estimar si es éticamente aceptable expandir la objeción de conciencia a otros profesionales de la salud implicados en posibles abortos.

¿Es permisible la objeción de conciencia por parte de los médicos en el caso del aborto, tal y como está siendo planteado en Chile? En mi opinión, la objeción de conciencia en medicina es expresión de un paternalismo médico hoy en día inaceptable. Este paternalismo justifica que médicos rechacen las decisiones de tratamiento que han escogido los propios pacientes y decidir en su lugar lo que les beneficia. Esto ha sido criticado por la comunidad bioética desde 1970 en adelante, luego de que fueron expuestos casos de abusos y vulneraciones en los derechos de los pacientes (sobre todo en relación con la investigación médica).

Como señala Julian Savulescu en un artículo sobre objeción de conciencia en medicina: “Si personas no están preparadas para ofrecer tratamientos legales, permitidos, eficientes y benéficos para sus pacientes porque esto está en conflicto con sus valores, ellos no deberían ser médicos”. Esto, sin duda, puede sonar duro, pero me parece que da en el clavo. Si hay médicos que no desean atender a sus pacientes porque sus valores religiosos o laicos no se lo permiten, si están dispuestos a que mujeres mueran por no realizar un aborto que le salvará la vida o si rechazan conducir el aborto de un embarazo de solo semanas y que traerá la muerte dolorosa de un recién nacido en los brazos de su madre, entonces quizás el o la especialista deberían replantearse su vocación de servicio y ayuda al paciente que lo necesita.

Así visto y pasando al segundo punto: ¿es, pues, éticamente aceptable expandir la objeción de conciencia a otros profesionales de la salud? Si en el caso de los médicos no lo es, siendo que tienen, además de sus propios principios y valores individuales, un código ético profesional que tradicionalmente prohibía el aborto, pero que en los últimos 30 años ha sido replanteado y actualizado en vistas de otros viejos principios, como el “no dañar”, pero también de nuevos principios, como la autonomía del paciente, entonces no veo cómo justificar su extensión a otros profesionales.

Es más, si se hiciera revisión de la literatura sobre el tema, se sorprenderían algunos parlamentarios de corroborar que, particularmente en enfermería, existe especial solidaridad con las mujeres y apoyo a interrumpir embarazos considerados inviables; pues son justamente las enfermeras y los enfermeros quienes en sus cuidados observan con mayor cercanía los dolores y pesares de sus pacientes o de los recién nacidos que morirán de forma inminente. Sin duda, estos profesionales pueden ver más y mejor el dolor que algunos parlamentarios claramente ignoran.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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