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Director David Del Pino: «Mi filosofía es la inserción en Latinoamérica»

«Sobrevivir 60 años en este negocio es algo para celebrar. Hacerlo en nuestra Latinoamérica, donde las urgencias sociales desplazan a lo cultural, es algo notable», precisa el director peruano al recordar el nacimiento de la orquesta, que brindará dos conciertos -el 20 y 21 de julio- en el Teatro Universidad de Chile.


En el país no son muchos los osados que se lanzan a la dirección orquestal, tampoco hay demasiadas orquestas, sólo algunas: la Filarmónica, la de la Universidad de Santiago, la de Cámara y la Juvenil Nacional. A ellas se suman las regionales, pero que infelizmente no son tantas. Todas sobreviven y ninguna con poco esfuerzo. Por eso la conmemoración de los 60 años de existencia de la Orquesta Sinfónica de Chile no deja de ser un hito, sin exagerar, en nuestra historia musical.



«Pese a la vorágine en que vivimos en Latinoamérica -con la inserción de la sociedad al mercado qaue trata de llegar a todo el mundo- es muy importante que una institución cultural cumpla sesenta años y, mucho más, si se trata de la orquesta nacional», dice David Del Pino, director titular.



Lo cierto es que el natalicio del grupo fue en febrero, pero celebrarán la ocasión con la grabación de un disco que contiene las conducciones de las grandes batutas del mundo que han trabajado dándole forma a obras chilenas. Esta labor fue producto de un material rescatado del archivo sonoro de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Y en materia de conciertos, el 20 y 21 de julio, se enfrentarán a una de esas grandes partituras en un tributo al compositor chileno Federico Heinlein.



«Es un homenaje a Heinlein. Una de las personas que nos decía que la orquesta ya tenía la madurez para enfrentar el repertorio universal. Cuando decidimos armar este programa recordamos ese interés. A través de él recordaremos a todos los que hicieron posible que la orquesta se mantuviera durante este tiempo», explica Del Pino.



Habrá una exposición fotográfica retrospectiva de la agrupación y un programa romántico con el Concierto número 1 para violín, de Sergei Prokofieff -con la solista Natasha Korsakova- y la Sinfonía Alpina, de Johannes Strauss.







– ¿Por qué no eligieron una obra chilena para la celebración?



– Durante este año estamos tocando muchos compositores chilenos. Acabamos de salir de la audición de nuevos creadores nacionales, donde estrenamos seis obras. En la temporada internacional que se inicia ahora hay varios compositores y obras del país, algunas como el Andante Apassionatto de Enrique Soro -que no se ha tocado en muchos años- y Al sur del mundo de Guillermo Riffo. Además, cuando celebramos el cumpleaños de la orquesta comenzamos el programa con La voz de las calles de Pedro Humberto Allende.



– ¿Cuáles son los problemas que enfrenta hoy la orquesta?



– Son los problemas de la Universidad de Chile. Formamos parte de esa casa de estudios y mientras haya conflictos no resueltos de presupuesto y de estructura, todos los que pertenecemos a ella tenemos deudas pendientes. La orquesta no tiene problemas en este momento, sino más que nada son asuntos institucionales.



– Hubo en tiempo en daban conciertos en plazas, ¿qué pasó con eso?



– Esto lo hemos recuperado. Desde el año pasado empezamos con el reflotamiento de la tarea de extensión. Hasta el momento hemos hecho 18 conciertos, más que en los últimos dos o tres años.





















A Favor de la Extensión



Bajo la batuta de Armando Carvajal un 7 de enero de 1941 la Orquesta Sinfónica de Chile dio su primer concierto. Antes, y por gestión del mismo director, se creó la primera Orquesta Sinfónica Municipal y sólo en 1930 la Universidad de Chile patrocinó económicamente al conductor para la creación de la Asociación Nacional de Conciertos, agrupación que amparó el nacimiento de la actual Orquesta Sinfónica.



Pero en el trayecto no siempre la diosa fortuna sonrió. Más de alguna vez tuvieron que salir a la calle para estimular a las conciencias nacionales acerca de la necesidad de crear un conjunto estable que tuviera un aporte para el financiamiento mediante una ley. Situación que el ex presidente Pedro Aguirre Cerda resolvió mediante la promulgación de una norma con la que creó el Instituto de Extensión Musical y que mantuvo independencia económica hasta 1973.



Una de las épocas doradas para la música chilena fue la llegada al podium de Víctor Tevah (en 1947), quien estrenó más de 50 obras sinfónicas, corales y de compositores chilenos y 277 audiciones piezas locales.



Frente a la Sinfónica más de 100 directores han entregado sus versiones, entre ellos, los chilenos estuvieron Enrique Soro, Juan Casanova, Carlos Melo, Agustín Cullel David Serendero y Francisco Retigg. Entre las batutas universales estuvo Herbet Von Karajan y Leonard Berstein. Los compositores celebres que dirigieron sus obras fueron Heitor Villalobos, Aaron Copland e Igor Stravinsky.



En los últimos años, el maestro Juan Pablo Izquierdo -quien actualmente dirige la orquesta de Buenos Aires- fue titular y David Del Pino era una de las batutas invitadas. Lentamente ganó terreno y asumió en marzo de este año la dirección titular, avalado por varias audiciones de nuevas obras chilenas, el concurso para los Jóvenes Directores de América, el curso de Introducción a la Música y el programa El Pequeño Director, entre otras actividades que lideró.



«Mi filosofía de trabajo es la inserción en Latinoamérica. Es importante que se asuma la obligación de llevar educación, cultura y un mensaje musical a la mayor cantidad de regiones», afirma orgulloso.



– ¿Tanta actividad es bien entendida entre los músicos?



– Hay de todo. Nunca falta algún maestro que le cansa un poco, pero como conjunto la mística de la orquesta está muy fresca. Es un trabajo, ¿no? Si terminas cansado en el teatro, pero hay un gran público y muchos aplausos, es gratificante. Si terminas un concierto en lugares donde la orquesta ha ido muy poco, esa sensación se multiplica. Para mí es mucho más incentivadora la actividad de extensión, la difusión social.



– ¿Cómo logran mantenerse, financieramente hablando?



– La orquesta se inserta en el presupuesto de la universidad, pero gran parte de la actividad de extensión es gestión de la comisión de la orquesta.



– ¿Puede la Sinfónica competir con otra orquesta y un repertorio de ópera?



– Sí, claro que puede. Eso está muy probado. La Sinfónica nunca le ha quitado público a la ópera, ni vice versa. La idea es que cada año demos un pequeño toque de eso, así como la Filarmónica hace conciertos. No creo que tengamos que entrar a competir, porque quedaría una de las áreas vacías.



– ¿Qué les hace falta?


– Tener un auditorio de concierto donde todo el trabajo minucioso, casi exageradamente minucioso en lo técnico, pueda ser disfrutado en la magnitud sobre la cual trabajamos. Ni la acústica del Municipal ni la del Teatro de la Universidad de Chile son para conciertos. Santiago se merece un auditorio de concierto, ojalá que con los créditos del bicentenario aparezca.

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