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Grupo de Familia: cómo alejar a un hijo del hogar

Analizando como punto de partida la negativa de un hijo de 28 años a abandonar el hogar familiar -pese a los intentos de sus padres porque ello ocurra-, la directora maneja su cámara apuntando hacia el doble discurso de una sociedad consagrada a la conservación de la apariencia que vela un trasfondo mucho más vacío.


Aunque el argumento central de este filme francés no es aplicable a la sociedad chilena, dada la gran diferencia entre ambas culturas, Grupo de Familia plantea una temática interesante y bastante entretenida que además de aparecer como un retrato de la Francia de hoy -con cierto tono burlón, pero que no deja de ser una ácida crítica social- también deja de manifiesto esa difícil línea familiar que establece la independencia de los hijos o su eterno mantenimiento.



Con ciertos atisbos de humor negro cercano a Delicatessen de Jean Pierre Jeunet, Grupo de Familia por momentos logra llevar de buena forma el argumento -aunque comienza con cierta torpeza-, utilizando geniales, vivaces y punzantes diálogos, llenos de proverbios chinos y mucho humor, solventes interpretaciones y una atmósfera de frescura y simpatía tan propia del cine francés, pero inevitablemente y a medida que se acerca el final de la cinta, el filme de Chatiliez decae y hace agua por todos lados.



La trama gira en torno a Tanguy (Eric Berger), un muchacho parisino brillante en sus estudios, encantador y seductor, pero sigue viviendo en casa de sus padres. Los Guetz viven en plena armonía o al menos eso parece porque realmente su madre, Edith (Sabine Azéma), ya no aguanta a Tanguy y no se siente para nada orgullosa de sí misma por sentir un cierto rechazo hacia la carne de su carne.



Afortunadamente, cuando termine su tesis sobre la cultura china, Tanguy se instalará en Pekín. Por eso Edith cuenta los días y se comporta como una madre amorosísima, sonriente por fuera, aunque rota por dentro. Pero el día que Tanguy anuncia que va a retrasar un año más su salida de la casa, Edith explota, y junto a su marido Paul (André Dussolier), deciden empezar a hacer la vida imposible a su propio hijo.



El desarrollo de la trama postula algunas acertadas problemáticas respecto a las contradicciones propias de la relación entre padres e hijos donde afloran la culpa, los miedos y el remordimiento, haciendo hincapié en la dependencia y la seudo obligación de los padres por mantener a sus hijos. ¿Pero cuando se rompe esa línea?, ¿a que edad el muchacho debe emigrar?, ¿cuándo sus padres lo decidan?, ¿cuando el hijo lo decida?. Estas son algunas de las interrogantes -a nivel de superficie- que plantea el filme, pero que no responde claramente y deja abiertas para ser analizadas en una profunda reunión familiar.



El guión es capaz de ofrecernos algunas ingeniosas ideas, sin embargo su plasmación fílmica acaba convirtiéndose en una acumulación un tanto aburrida y monótona de situaciones que resulta acentuada por una programación que recurre de forma metódica a largos planos secuencia que no acaban de tener una justificación o una funcionalidad interna, quedándose en básicos recursos vacíos.



No hay que dejar de mencionar lo destacable de Grupo de Familia: este filme alcanza cierta frescura e interés especialmente gracias al aporte de los notables actores André Dussolier y Sabine Azéma que interpretan a los sufridos padres que intentan deshacerse por todos los medios posibles de su insufrible y más que cómodo hijo. También se lucen la veterana Helene Duc (la abuela que se las sabe todas) y en menor tono el joven protagonista Eric Berger (Tanguy).



Sin bien es una muy divertida y simpática comedia francesa -con un tibio comienzo que va luego adquiriendo un ritmo acelerado-, Grupo de Familia cae en excesos en cuanto a la resolución de los conflictos a través de situaciones poco creíbles que tienen que ver con la intimidad del mundo de las relaciones de los integrantes de esta familia parisina con un muy buen pasar económico.



La película se alarga quizás un poco más de lo debido y cae en algunos casi inevitables lugares comunes y estereotipos que resienten algo el desarrollo de la narración, dejando algunos cabos sueltos y dando giros inesperados y absurdos que no hacen otra cosa que ridiculizar el relato. Es evidente que la cinta habría alcanzado un mayor logro si su realizadora se hubiese percatado de lo que estaba de sobra. Sin duda que los minutos finales están demás y sólo consiguen empañar un esfuerzo que con algo más de trabajo y esmero podía haberse arreglado, dejando así la sensación extraña en el espectador de haber asistido a trozos diferentes de película que unidos funcionarían muy bien pero que no alcanzan para formar un largometraje.

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