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Crónicas Cínicas LIII

El Gordo y Laura acaban de llegar en bus desde Buenos Aires. Viene ojerosos y macilentos por las horas que han pasado sentados, pero felices de la aventura que corrieron. En el rodoviario Los Héroes los esperan Teresa y Murillo para llevarlos en el auto de la Tere. Una vez que, a duras penas, se acomodan en el estrecho Volkswagen, los cuatro amigos se miran esperando a ver quién empieza la conversa. El autito parte sorteando el tráfico del medio día, manejado por mano inexperta de la polola


A Teresa, muy concentrada, todavía se le nota el estrés que le produce la experiencia, pues con el par de meses que lleva manejando aún no logra acostumbrarse al caótico tráfico del centro de Santiago. Sentado atrás, junto a Laura, el Gordo es el primero en romper el silencio:



-¡Lo pasamos la raja cabros! ¡La raja!



Murillo lo mira hacia atrás y le dice con una sonrisa amistosa:



-¿Y cómo se les ocurrió partir así, de repente, sin avisar, sin hacerse atao?



Laura le responde muy tranquila:



– Fue el Gordo el que agarró papa por hacerse el choro y yo se la seguí, total no había problema, teníamos el carné, unas pocas de lucas y, pensándola bien, Argentina está ahí no más, a un paso…



El Gordo, feliz de poder comentar su aventura, agrega enfático:



-¡Y más barato y fácil que ir a Puerto Montt!



Murillo, contento porque su amigo del alma puede lucirse frente a las cabras, le pregunta:



-Y Buenos Aires, ¿es tan choro como dicen?



-¿Choro? Es mucho más que choro, compadre, es genial, genial. La gallá es entretenida, la ciudad es inmensa, bonita, imponente. Hay de todo, buena comida, hartos libros, hartas pelis. Es el lugar donde uno debería vivir para ser feliz, aunque nunca tanto como nuestro pequeño paraíso santiaguino, contesta el Gordo con ironía mientras mira la calle Compañía llena de micros y humo.



Más mesurada, Laura acota:



– Yo no tengo ninguna referencia para hacer la comparación, porque nunca he ido a otra parte que a Argentina. Pero es más espectacular que Santiago, eso es seguro. Además, la gente es opinante y entretenida. Todos saben hablar y comentar lo que les pasa en forma inteligente.



– ¡Putas, Negro! y cuando les hablas de fútbol o cine, son de una sutileza admirable, tercia el Gordo, y luego pregunta:



-¿Y qué están dando acá?



Teresa, que a medida que va saliendo del centro se relaja, le contesta:



-Hemos visto dos. Una Checa: Lo Mejor de nosotros y… Teresa no alcanza a terminar la frase porque el Gordo la interrumpe.



– ¡Esa la vimos allá!



Teresa sin pescarlo continúa:



-Y anoche fuimos con el Negro a ver Piso compartido, una peli francesa que me encantó.



Y luego mirando a Laura, agrega:



– A pesar de que el Negro la encontró mediocre, a mi me tocó el corazón, Laurita. Imagínate que la historia pasa entre jóvenes de nuestra edad en Barcelona, así que te podí imaginar lo que el tema significa para mí… ¡Con las ganas que tengo de irme pa allá cuando termine la U!



Murillo se siente aludido:



-Si no la encontré mala, lo que pasa es que la vimos después de Lo Mejor de nosotros que me pareció la más interesante de las dos.



-Sí, no está mal, yo por lo menos nunca había visto una comedia más negra ni más cruel, ni un despliegue de miseria moral y de atrocidad humana más descarnado. Y eso que el tema está requete contra trillado, interrumpe el Gordo.



-Yo cacho -dice Laura- que no va a faltar el pelotudo que se va a ofender por el humor con que el checo realizador muestra la relatividad de la culpa. Pero con lo que más se van a chorear es con la forma irónica y divertida con que nos hace ver las contradicciones que una vida amenazada es capaz de mostrar cuando tiene que optar entre la sobre vivencia personal y la mariconada o la crueldad. Ambos, conocidos deportes nazis.



Murillo, que ha estado molestando a Teresa mientras la pobre maneja con dificultad, como llamado por una necesidad interior de decir algo importante, mete la cuchara desde el asiento delantero:



Estos temas, Jan Hrebejk -todos toman nota que se sabe el nombre del realizador-, como buen checo, los trata con ironía y complejidadÂ…



-Sí -interrumpe Laura-, porque latera y cobardemente, siempre son tratados en forma políticamente correcta.



Aprovechando una luz roja, Teresa comenta:



-A mí me encantó la realización y la dirección de arte. La reconstrucción de la época es deliciosa, ¿cacharon la ridícula gestualidad germánica?, ¿y el mal gusto (¿vieron el cojín?).



Murillo, que anda muy hincha pelotas, interrumpiendo a Teresa, interviene para pontificar:



– Esa necesidad pomposa y grandilocuente de darle trascendencia a cosas insignificantes es muy propia de esa época. Es el arribismo de los proletarios nazis que, súbitamente, se han convertido en seres modélicos y superiores…



La Teresa, a pesar de sus dificultades con el volante, se siente interpretada por Murillo y dice:



-Sí, eso está muy re bien dicho, mi amor, pero ¿qué hay de Piso compartido? ¿Te gustó o no, Negro?



El Negro, urgido por Teresa, le dice sobrado:



-Yo me entretuve, me pareció fresca y adorable…



Teresa choreada, le da un puñete en la bolas, mientras le dice:



– ¡Negro maricón!, ¿por qué eres tan condescendiente conmigo, ah? ¿Cómo es esa guevá de "fresca y adorable"? ¿Qué querí decir con eso, ah? ¿Creí que soy una tonta que no puede tener una opinión? ¿que sólo el Gordo y la Laura son inteligentes y cool pa opinar? ¡Ándate a las rechucha!



Mientras el Negro aún se retuerce de dolor en el asiento, Teresa sin previo aviso detiene el auto, lo cunetea, se baja, tira las llaves al suelo y sale caminando mientras les grita roja de rabia:



-¡Y váyanse los tres a la concha de su madre!



El Gordo, que mira la escena perplejo desde atrás, solo atina a balbucear:



-¡Yo ni siquiera la he visto!





* Luis Mora, realizador, comentarista y profesor de cine.
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