Libros de actualidad en la crítica de Gonzalo Rojas Sánchez
Once trabajos integran esta nueva aportación a la reflexión, pero voy a detenerme solo en dos que son especialmente relevantes para la discusión en curso. Carlos Frontaura se hace cargo de la explicación del modo en que Jaime Guzmán entendía el principio de subsidiariedad y José Manuel Castro complementa el trabajo anterior con una revisión de los intelectuales que han mal entendido el mismo principio.
Claudio Arqueros y Álvaro Uriarte (eds.), Subsidiariedad en Chile: justicia y libertad, Instituto Res Publica y Fundación Jaime Guzmán, Santiago, 2016, 361 páginas.
Pocas son las discusiones de categoría sobre asuntos públicos en nuestro ambiente intelectual. Esta, la relativa a la subsidiariedad, ha ido tomando ribetes de mucho interés.
A pesar de que formalmente la cuestión está apenas tratada en El otro modelo, de Atria y sus socios, sin duda el libro entero busca cómo desvirtuar la subsidiariedad –aunque a propósito la confunde con “el mercado”– para reemplazarla por “el régimen de lo público.”
Si ese ha sido uno de los análisis desde la izquierda, por la derecha han venido los contenidos en Subsidiariedad, más allá del Estado y del mercado (curioso título: como si aquel principio pudiese superar a esas dos realidades), edición a cargo de Pablo Ortúzar y que incluye una decena de trabajos.
Por lado y lado –aunque sin simetría conceptual, ciertamente– las críticas se han centrado en el modo en que Jaime Guzmán formuló y puso en práctica el principio durante su corta vida.
Por eso, no extraña que algunos de quienes cultivan su pensamiento y difunden su trayectoria en la fundación que lleva su nombre –asociados en esta obra con otro Instituto menos conocido– hayan querido terciar en el debate con un nuevo libro.
Y lo han hecho con éxito.
Once trabajos integran esta nueva aportación a la reflexión, pero voy a detenerme solo en dos que son especialmente relevantes para la discusión en curso.
Carlos Frontaura se hace cargo de la explicación del modo en que Jaime Guzmán entendía el principio de subsidiariedad. Muestra con total claridad la doble dimensión positiva y negativa –mucho mejor sería usar las palabras activa y pasiva– con que articuladamente Guzmán explicó y practicó la subsidiariedad.
Frontaura desvirtúa con llaneza, sin pecar de un tono conflictivo, las críticas provenientes de Renato Cristi, Hugo Herrera y de Daniel Mansuy, en diversas medidas, sesgadas. Habría sido muy conveniente, eso sí, un mejor aprovechamiento de tantas columnas en que Guzmán insistió en la actividad del Estado para remediar la pobreza en general o para combatir ciertos males de circunstancia, así como insistir en que la subsidiariedad era para él mucho más que un principio rector en la actividad económica.
Por su parte, José Manuel Castro complementa el trabajo anterior con una revisión de los intelectuales que han mal entendido el principio de subsidiariedad, desde las percepciones con que Mario Góngora –al que Castro no logra explicar en toda su complejidad– lo enfocó, hasta los autores recientes ya citados. Desgraciadamente la aportación de Castro, siendo muy valiosa para mostrar el generalizado interés por el tema, deja de nuevo algo en el aire a Guzmán respecto de las relaciones entre Estado y pobreza, tema que le era tan sensible.
Todos los restantes trabajos del libro presentan un mérito análogo a los dos reseñados: su nivel conceptual es sólido y la claridad de la exposición permitirá una lectura más amplia que algunas de las anteriores obras publicadas, que por momentos parecieron papers de investigación más que colaboraciones al debate público.
Gonzalo Rojas Sánchez
Profesor Universitario
