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La Eurozona prepara cumbre entre la presión creciente de los mercados

En el corazón de problema se encuentran las diferencias entre Alemania y el Banco Central Europeo sobre la aportación del sector privado al segundo rescate de Grecia, cuantificado en unos 110.000 millones de euros.


La zona euro trabaja contrarreloj en el diseño del segundo rescate griego para contar con una señal clara que enviar a los mercados, que no cesan en su presión, durante la cumbre de líderes que se celebrará el próximo jueves en Bruselas.

El gobierno alemán afirma que está trabajando «con todas sus fuerzas» en el desarrollo del segundo plan de ayuda a Atenas y asegura que se situará «claramente del lado de Europa» cuando llegue el momento de adoptar decisiones, según explicó hoy el ministro germano de Exteriores, Guido Westerwelle, en la capital europea.

Sin embargo, el portavoz del Ejecutivo alemán, Steffen Seibert, rebajó cualquier gran expectativa creadas en torno a la cita al considerar que la cumbre no aportará una solución para todos los problemas de la zona euro.

Esta mezcla de paños fríos y calientes es la que ha caracterizado las declaraciones provenientes de Berlín en los últimos días, lo que ha fomentado la incertidumbre sobre el resultado de una cumbre proyectada para acabar con la crisis de la deuda soberana, pero que Alemania ha sido reticente a convocar ante la duda sobre su éxito.

Todavía ayer, la canciller Angela Merkel indicó que sólo participará si percibe que será posible tomar decisiones concretas, aunque acto seguido dijo que era «optimista» a ese respecto.

En el corazón de problema se encuentran las diferencias entre Alemania y el Banco Central Europeo sobre la aportación del sector privado al segundo rescate de Grecia, cuantificado en unos 110.000 millones de euros.

Un grupo liderado por Alemania, Holanda y Finlandia desea obtener una «sustancial» contribución de los bancos, a la que se oponen el BCE y otros países como España, ante el temor de que se perciba como un impago parcial de la deuda helena y aliente una mayor desconfianza de los mercados hacia la deuda soberana de la eurozona.

Las tensiones sobre la deuda de los países periféricos se acentuaron hoy, en una jornada en la que la prima de riesgo de España -el diferencial entre el bono español a diez años y el alemán del mismo plazo- se situaba en los 367 puntos básicos, muy cerca del nivel máximo diario que alcanzó el pasado martes.

En este contexto, el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, volvió a advertir a los líderes de la Eurozona que no aceptará deuda griega como aval en las operaciones de refinanciación de la banca helena en caso de que se produzca una declaración de impago total o parcial.

Esta advertencia reiterada en una entrevista publicada hoy es muy importante, pues obligaría a diseñar herramientas para mantener el sistema bancario heleno a flote sin el apoyo del BCE, lo que podría arruinar el efecto perseguido con la integración del sector privado en el rescate, que es reducir la contribución de los Estados.

Pese a estas advertencias, el enfoque alemán pareció ganar fuerza durante la última reunión de ministros de Finanzas del euro, el lunes de la semana pasada, aunque no hay ninguna opción cerrada, tal y como confirman fuentes europeas.

Concretamente, la zona euro trabaja ahora sobre dos aspectos: un abaratamiento de los tipos de interés en los préstamos a los países rescatados para afianzar la viabilidad de su deuda y un programa de recompra de bonos para Grecia, visto con buenos ojos por el BCE.

Este segundo punto tendría como objetivo aligerar en unos 20.000 millones el volumen de la deuda helena en circulación y bajar su interés.

Podría hacerse mediante préstamos del fondo de rescate a Atenas, de forma que sea el propio Tesoro griego el que intervenga en el mercado, o permitiendo que sea el fondo el que compre las obligaciones (aunque esta segunda opción requeriría un cambio legislativo).

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