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Sobre energía nuclear y desarrollo sustentable


Desde el comienzo de la Revolución Industrial el uso y la transformación de la energía han sido fundamentales para el desarrollo de la industria, de la refrigeración, del alumbrado, de la calefacción, de las comunicaciones y del transporte. Su empleo se ha visto incrementado, año tras año, debido al aumento de la población y al cambio de estilo de vida de las sociedades.

Aunque en la actualidad las fuentes de energía renovable son múltiples, la actividad económica mundial está sustentada, mayoritariamente, en fuentes energéticas NO renovables -como petróleo, gas natural, carbón y fusión nuclear, entre otras-, todas las cuales tienden a agotarse y a generar contaminación.



La versatilidad, limpieza y simplicidad de su producción y de su consumo ha hecho que el abastecimiento de la energía eléctrica, un 36% a nivel mundial del total de la energía que se utiliza, aumente significativamente en el tiempo y se espera que esta tendencia continúe.



De esta forma la electricidad constituye una fuente cada vez más importante para satisfacer parte de la demanda de energía. Hoy en día tener una fuente confiable de producción de energía eléctrica es parte vital del mundo moderno y una preocupación preferente de los gobiernos en los países en desarrollo. Chile no puede desmentir esta preocupación, menos cuando su demanda por energía eléctrica aumenta entre 7,5% y 8% al año.



Sin embargo, aunque Chile posee una geografía pródiga en fuentes energéticas renovables, no contaminantes y baratas, el tema de buscar alternativas de generación eléctrica vuelve a cobrar especial interés hoy en día, cuando tanto las autoridades como las empresas generadoras reconocen un posible desabastecimiento eléctrico para el próximo año.



Una tarea prioritaria en el mundo moderno es reducir el impacto del uso de energía sobre el ambiente, con el fin de garantizar un desarrollo humano sustentable. Del mismo modo, es fundamental crear un marco legal adecuado que evite un desabastecimiento eléctrico, sea por falta de insumos -como la sequía de 1999- o por falta de inversiones en nuevas centrales, como podría ocurrir el próximo año. Pero así como preocupa la ausencia de ese marco legal, es especialmente preocupante la idea de implementar plantas nucleares en Chile como alternativa para la generación de electricidad.



Si bien es cierto que casi todas las alternativas de generación eléctrica producen algún tipo de impacto ambiental, no podemos desconocer que el uso de energía nuclear significa un riesgo enorme para la población y el medioambiente. Aunque los accidentes nucleares no son frecuentes, basta una sola falla en el funcionamiento de una planta nuclear para ocasionar tragedias que marcan por décadas a personas y lugares.



Basta con recordar el accidente de Chernobyl (Ucrania), ocurrido en 1986, y sus terribles consecuencias: murieron inmediatamente 31 personas, 200 sufren un síndrome de radiación aguda y fue necesario evacuar a más de 100 mil personas de la zona afectada. Incluso en la actualidad, 15 años después, se estima que el número de cánceres adicionales supera los 2.000 casos (leucemias, tiroides), otro número importante de personas sufre efectos psicológicos severos (fobias, stress) y no se tiene plena certeza de que las generaciones futuras estén exentas de secuelas.



Pero el riesgo no sólo radica en los problemas relativos a la seguridad de las instalaciones de una planta nuclear, sino también en la disposición de residuos radiactivos. Los combustibles nucleares dejan un gran volumen de desechos, como los contaminantes minerales, químicos y radiactivos, los cuales tienen una vida activa muy larga y se desconoce, en muchos casos, los efectos que producen a largo plazo, tanto en la salud de la población como en el medio ambiente.



Por otro lado, en términos económicos, un país como Chile no tiene ninguna posibilidad de implementar una tecnología como ésta, que por algo está reservada a los países desarrollados.



Actualmente esta tecnología es ultra fiscalizada y ha generado justificadas controversias en todos los países donde se ha implementado. Incluso desde un punto de vista estratégico, la instalación de una planta nuclear en nuestro país supondría una esclavizante dependencia tecnológica de países más desarrollados.



Hoy existen numerosos ejemplos que muestran cómo las tecnologías alternativas ya están siendo ocupadas. Hay países donde el 10% de su base energética es eólica -como Holanda y Dinamarca- y ciudades completas que se abastecen de la energía geotérmica.



En España hay dos proyectos enormes de energía termosolar. Sería una buena oportunidad, ahora que el presidente de nuestro país ha extendido lazos diplomáticos y comerciales con esta nación, promover el intercambio de tecnología y experiencia en el uso de estas fuentes alternativas de energía. Sobretodo si consideramos que precisamente empresas como Endesa España son dueñas de más del 50% de la generación de electricidad del Sistema Interconectado Central (SIC).



Chile tiene el potencial para ejecutar este tipo de tecnologías renovables. De la actividad volcánica es posible extraer energía geotérmica, los miles de kilómetros de costa son especialmente favorables para el desarrollo serio y eficiente de la energía eólica, la zona desértica es abundante en energía solar no aprovechada y por último, la energía solar fotovoltaica, (paneles solares), como opción para bajas intensidades, sigue siendo una alternativa.



No hay crisis energética, sino crisis eléctrica, manejada por los grupos económicos de siempre. La energía nuclear ha sido muy importante en el desarrollo de la ciencia, la medicina y la agricultura, pero un reactor de gran tamaño para producir energía eléctrica es un peligro que Chile no se merece.



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Marcel Claude es economista y director ejecutivo de la Fundación Terram.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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