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Votar por la cultura


Como ya vienen las elecciones parlamentarias del próximo domingo, me pareció que a pesar del enorme interés que presenta el cuadro político internacional debía reflexionar junto a los lectores de El Mostrador.cl sobre esta particular coyuntura que se nos presenta.



Como ya ha sido dicho en tonos serios y jocosos, pocas veces se había visto una campaña mas anodina, engañosa y mentirosa que ésta.



Ahondar en detalles y razones parece del todo inútil, si se piensa que todos hemos podido recoger nuestra propia impresión, además de los abundantes argumentos que la califican.



Como paleomilitante político, en el sentido de antiguo y de viejas costumbres hoy desechadas, más que tristeza me produce vergüenza el no ver la militancia de la gente que postula al Parlamento, pues todo ha sido puesto en la canasta del marketing, que traducido no es mas que mercadeo.



Pero descalificar lo general no significa en ningún caso hacerlo con todo y con todos. Puestos en la disyuntiva suprema de tener que salvar o la cabra o las coles se me ocurrió, después de una agradable cena con amigos pensantes, que era menester al menos tratar de encontrar una hilacha que hiciera rescatable mi condición de ciudadano.



Vistas las cosas desde una óptica no pesimista, sino de simple realismo, está claro que en esta época en que el Mercado Unico ha generado el Pensamiento Unico (si así se puede llamar a la tontería sistemática), lo que queda de posible apuesta es solo el futuro.



Pensando en el futuro y tomando en cuenta el hoyo negro del presente, creo que la única apuesta posible es juntar fuerzas para asumir la defensa de la Educación Pública, esa preciosa herramienta que nos forjó como nación civilizada en el siglo 20, aún con el baldón de barbarie que representó la dictadura.



Que no haya existido debate político, que la presentación de las candidaturas mas parece un ballo in maschera, que, en fin, haya mucho por qué dudar, todo eso es menos importante que la opción de votar por un candidato que haga suya la idea de defender el derecho de los que harán país, patria, gobierno y sociedad el año 2040.



Ese derecho es la educación y la cultura, hoy expropiadas por un subdesarrollado neoliberalismo que quiere imponer desde la infancia la idea que este país es o puede ser mitad libre y mitad esclavo.



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