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Conchalí y Cerrillos, sin vista al mar


Los pobres chilenos, definitivamente, son ciudadanos de segunda categoría.



No se les da, por lo demás, ni un respiro. A la encarnada lucha que durante «el año hábil» deben hacer para conseguir alguna «peguita» hay que sumarle la reciente restricción que algunos alcaldes del litoral les imponen para veranear en sus balnearios.



No sé que indigna más: la medida de ediles «elegidos democráticamente» o a la pasividad con que la opinión pública chilena ha observado este fenómeno.



Durante el año laboral los medios dan espacio para aquellos que hacen apología respecto a la libertad, la dignidad de las personas, la solidaridad y la equidad, los valores de la tolerancia y la igualdad de oportunidades, etc. los mismos que hoy, de vacaciones, guardan silencio frente a esta manifestación de la barbarie humana.



Raras, por decir lo menos, son las explicaciones de los alcaldes de El Tabo y El Quisco, los que arguyendo la falta de hábitos sanitarios de los vecinos de Cerrillos y Conchalí, defienden una exclusividad propia de un sector social al que parecieran no pertenecer. Es más, sus intervenciones en televisión me hacen creer que esa misma exclusión podrían vivirla en carne propia en algunos círculos santiaguinos.



No hay que esconder la cabeza, la verdad es que mucha de la pasividad de los chilenos frente a este tema descansa en que se piensa que las protestas de los Alcaldes costeros son «conductas lógicas y naturales», después de todo, cada uno tiene su lugar; y el de los vecinos de Conchalí y Cerrillos no está ni en El Quisco ni en El Tabo.



Ciertamente es muy razonable que la segregación social se haga por las propias personas y que ellas convivan con quienes comparten historia e intereses, pero no lo es que la autoridad la imponga arbitrariamente. Si toleramos que ciertos iluminados, por decreto u ordenanza municipal, separen a las personas por su origen, condición económica, forma de vida, aspecto, modo de vestirse, gustos musicales, etc. estaríamos retrocediendo más de trescientos años en nuestra historia.



Porque de la diferenciación a la consideración de que unos son mejores que otros hay sólo un paso. Los mismos argumentos que hoy se levantan para justificar el libre acceso a las playas llevaron a nuestros antepasados para justificar la esclavitud o el exterminio.



Alguien podría explicar este acto de barbarie estival arguyendo que los Alcaldes de los balnearios no hacen sino defender los intereses de los vecinos que los eligieron en las urnas, razón por lo que no estarían haciendo nada más que su pega. Pero en esa misma dimensión habría que recordarles la obligación que tiene con los contribuyentes que además de sus sueldos financian también las obras impulsadas por sus municipios, y dentro de esos contribuyentes se encuentran también los vecinos de Conchalí y Cerrillos que cada vez que consumen aportan a los dineros que el Gobierno central destina a las arcas municipales.



Es curioso pero en estos casos siempre recuerdo esos achacosos ataques que se hacen hacia el Chile liberal de hoy que tan injustamente nos trata. Nadie, en una sociedad liberal, puede ser disminuido a priori por su origen, ¿por qué la historia familiar, el barrio donde vivimos, la religión que profesamos, el colegio donde estudiamos, tiene que ser una mochila que nos dificulta el paso? La verdad es que para ser liberales nos falta mucho.



No se trata aquí de levantar el trasnochado discurso igualitarista para recibir los mismos contraargumentos de siempre: que todos somos distintos. Es cierto que lo somos pero que quede claro que cuando terceros nos imponen las diferencias estamos frente a conductas autoritarias.



La prohibición de los municipios de El Tabo y El Quisco, para que veraneantes de sectores populares veraneen en playas de esas comunas, es un hecho que no debe pasar inadvertido, ni para las autoridades de Gobierno que debieron haber reaccionado para resguardar los derechos constitucionales de los afectados, ni para los dirigentes políticos del partido al que pertenecen ambos ediles que deben inculcarles el respeto a la dignidad humana.



Profesor de Historia. Dirigente del Partido Liberal (PL)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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