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Los cambios en la educación

Las estructuras de oferta educacional y de capacitación deben ajustarse para responder a esa demanda cada vez más diferenciada, pues hasta ahora han contado con la ventaja de atender casi exclusivamente a grupos homogéneos (grupos etáreos, con similar capital cultural).


El mayor cambio en curso en cuanto a la formación de las personas es el paso desde una concepción de la educación centrada en una etapa circunscrita de la vida —8, 12 ó 16 años— a una experiencia de la educación y la capacitación como procesos permanentes a lo largo de la vida de cada uno.



De hecho, éste es el gran tema del debate y de las políticas en los países desarrollados, y empieza a aparecer también en los países en vías de desarrollo.



Esta nueva concepción viene impulsada por tres factores:



a. Cambios en el mercado de empleo, debido a la revolución tecnológica y la más alta movilidad de los recursos humanos. En los países desarrollados se estima que una persona joven trabajará a lo largo de la vida en unas doce diferentes empresas en promedio. Por ello, las competencias requeridas mudan con rapidez, al igual que las necesidades formativas de la persona.



b. Cambios en el conocimiento, el cual se calcula está duplicándose cada cinco años. Un reciente estudio sostiene que una persona deberá modificar su plataforma de conocimiento un promedio de tres veces a lo largo de su trayectoria laboral. Sin un proceso continuo de aprendizaje o capacitación, las personas quedarán al margen de la evolución de los saberes teóricos y prácticos.



c. Cambios en los usos de la educación y la capacitación. En adelante, las personas de distintas edades, sobre todo después que lleven cierto recorrido en el mercado laboral, desearán aprender nuevas cosas, mantenerse al día, explorar avenidas alternativas de conocimiento, arte y cultura en general. Desde ya se observa, incluso en nuestro país, una creciente demanda por formación no ligada a fines utilitarios.



En suma, un país que desea ser competitivo, que quiere ofrecer más oportunidades a su gente y busca satisfacer necesidades no-utilitarias tiene que moverse rápidamente hacia la práctica de la educación y la capacitación a lo largo de la vida para todos.



¿Qué significa eso?



Ante todo, tener la capacidad de responder a una demanda muy diversificada, incluyendo infantes, niños, adolescentes y jóvenes que cursan la educación superior, y también a la población mayor de 25 años formada por personas que trabajan, profesionales que buscan cambiar de actividad, obreros y empleados que necesitan renovar sus conocimientos y destrezas, mujeres que laboran en el hogar y gente de la tercera edad, entre otros.



Las estructuras de oferta educacional y de capacitación deben ajustarse para responder a esa demanda cada vez más diferenciada, pues hasta ahora han contado con la ventaja de atender casi exclusivamente a grupos homogéneos (grupos etáreos, con similar capital cultural, etcétera).



De dicho proceso de ajuste nace una nueva organización de la oferta, en que participan las antiguas estructuras —escolares, universitarias— y nuevos actores, como empresas, ONGs, fundaciones, diversos institutos: en fin, toda una industria público-privada que provee programas, productos y servicios de enseñanza y aprendizaje.



Esa nueva estructura tendrá que responder a:



a. demandas crecientes y cada vez más diversificadas;



b. personas que siguen muy diferentes itinerarios formativos;



c. gente que quiere estudiar o capacitarse a ciertas horas, al ritmo que más le acomoda y en diversos lugares: el hogar, la oficina, la empresa, viajando o de vacaciones, por ejemplo.



En verdad, la única manera en que las estructuras proveedoras de formación podrán responder a estos desafíos será a través del uso intensivo de las nuevas tecnologías de información y comunicación (NTIC).



En efecto, las NTIC permiten:



a. Pasar el centro de gravedad desde el docente al que aprende o se capacita;



b. disponer de una oferta que funciona 24 horas al día, 7 días a la semana, como ya ocurre con los mejores programas de educación a distancia a través de Internet;



c. adaptar los procesos de enseñanza a las necesidades y posibilidades del que aprende, quien ahora comanda los ritmos, los tiempos y las secuencias de su aprendizaje y puede explorar, repetir y autoevaluarse;



d. aprender desde cualquier lugar, haciendo uso de una vasta red de apoyos y recursos digitales distribuidos alrededor del mundo;



e. combinar el uso de texto, audio e imagen en una experiencia multimedia que irá haciéndose cada vez más rica a medida que las tecnologías avancen.



En Chile hay desde ya diversas iniciativas de educación a distancia o e-learning. El Ministerio de Educación, la Fundación Chile, la Universidad de la Frontera, el Sence, la Universidad Católica de Chile y algunas empresas y grupos puntocom son algunos de los actores que han incursionado tempranamente en este ámbito.



Las innovaciones que promueven abren las puertas en nuestro país hacia la educación permanente, a lo largo de la vida, para todos.



El proceso se ha puesto en marcha. Pero está recién en su fase inaugural.



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