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Chile tiene todo para convertirse en potencia agroalimentaria forestal


Uno de los hechos menos valorado por la sociedad chilena es el enorme aporte que el sector agropecuario y forestal efectúa al desarrollo nacional. Se trata de una actividad con 330.000 explotaciones en las 13 regiones del país y que, al generar más de 780.000 empleos directos, es la primera en contratación de mano de obra.



A su vez, es el segundo sector exportador después de la gran minería del cobre -US $ 4.900 millones el último año- y con una balanza comercial agrícola positiva en US $ 3.800 millones. Su participación en el PIB es del orden del 5,4%, pero si se considera la agroindustria, que no es más que productos agrícolas con valor agregado, ese aporte se aproxima al 15%.



Aún más, su expansión es muy superior al resto de la economía, en términos tales que, a pesar de recesión mundial y de la crisis regional, el año pasado crecimos en un 4,7%, mientras el país lo hacía en un 2,8% y el primer semestre de este año lo hicimos en un 4,1%, contra un 1,6% del resto de la economía chilena.



Del modo expuesto, es evidente que estamos ante la presencia de una actividad muy dinámica, en pleno desarrollo y con una potencialidad insospechada.



Ello ha sido el resultado de un esfuerzo público y privado por construir una agenda de trabajo única, expresada en el documento «Política de Estado para la Agricultura Chilena del año 2010» y del claro interés que han evidenciado los agricultores en la modernización de su labor mediante la incorporación de nuevas tecnologías y prácticas, la validación de medidas de seguridad y confianza, el mejoramiento de la productividad de los recursos naturales, el desarrollo de la competitividad, la apertura y el fortalecimiento de nuevos mercados, la búsqueda de una agricultura limpia y de calidad, el aprovechamiento de nuestras ventajas comparativas y el perfeccionamiento de la gestión empresarial.



Independientemente del crecimiento alcanzado -que ha sido de un 10% en el primer bienio de gobierno del Presidente Lagos- y del notable aumento en el rendimiento de los principales productos silvoagropecuarios, al punto que en la mayoría de ellos estamos dentro de los niveles de productividad más altos del mundo, la verdad es que en el mercado internacional nuestra participación aún es modesta, en circunstancias que, si nos esforzamos, podemos incrementarla substantivamente.



Pareciera que nuestra idiosincrasia insular, el aparente reducido territorio y la vecindad con tradicionales grandes productores, nos impiden ver nuestras reales posibilidades.



Disponemos de 2.5 millones de hectáreas susceptibles de ser regadas, de las cuales sólo regamos del orden de 1.2 millones hectáreas. Dicho de otra manera: Chile puede duplicar la superficie de tierra regada.



El adecuado uso del recurso hídrico en la actividad agrícola es lo que nos permite aumentar la productividad, avanzar en la innovación y en la diversificación y promover los cultivos intensivos. Y esa es la razón por la que anualmente intervenimos más de 100 mil hectáreas con los diferentes programas de riego que promovemos.



Si a ello agregamos las excepcionales condiciones agro ecológicas para la producción de frutas de clima templado, hortalizas y vinos, la posibilidad de suplir las demandas del hemisferio norte en el período del año en que este carece de producción local y el óptimo nivel de nuestra condición fito y zoosanitaria, concluiremos que existe una potencialidad que estamos lejos de utilizar plenamente. Y, si lo logramos, emergerá otro Chile Agrícola.



Tenemos 8.5 millones de hectáreas de terrenos con aptitud ganadera, pero somos uno de los países sudamericanos con la masa ganadera más reducida, en circunstancias que otros, con menos superficie que la nuestra, tienen el doble o el triple del ganado nacional. La pradera básicamente es leche y carne.



En el último decenio ya hemos duplicado la producción de leche y, desde el año pasado, estamos exportando más leche y productos lácteos que los que importamos. A su vez, lo que hoy está aconteciendo en el sector pecuario francamente es espectacular, en términos tales que el próximo año exportaremos un tercio de nuestra producción de corderos y de novillos.



En consecuencia, resulta esencial aumentar la producción pecuaria y es por ello que, junto al sector privado, estamos concluyendo la elaboración de un Plan de Desarrollo Ganadero y persistiremos en nuestro Programa de Recuperación de Suelos Degradados, interviniendo más de 230 mil hectáreas anuales para mejorar la calidad de la pradera chilena.



Nos sentimos orgullosos de exhibir más de 2 millones de hectáreas en plantaciones forestales, pero olvidamos que nuestro país cuenta con 11 millones de hectáreas de terrenos con aptitud forestal, sin considerar los 14 millones de hectáreas de bosque nativo. Luego, podemos duplicar o triplicar la superficie forestada, además de darle un manejo sustentable al mencionado bosque natural, de manera que, cuando ello acontezca, obviamente surgirá otro Chile Forestal.



De la forma relacionada, cuando hablamos de «Chile: una potencia agroalimentaria y forestal», no hacemos referencia a una falsa quimera o un propósito imposible de cumplir, sino que a un objetivo de país perfectamente realizable y que se logrará en la medida que sigamos uniendo esfuerzos, inteligencias y voluntades en función del progreso de la patria.



(*) Ministro de Agricultura.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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